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2062 Words
Capítulo uno  Pov Irina  ¿Me veo mal o es que tengo un enorme moco en la nariz? No llevo ni un minuto en el que entre al instituto y ya los adolecentes hormonales me miran como si fuera un bicho raro. Y claro que lo parezco con este atuendo. La obligación del instituto Pilar de la Fuente, para las mujeres, es usar una falda con cinco dedos arriba de la rodilla, una camisa blanca de tiras por dentro de la falda y unas gladiadoras o bailarinas. Ninguna chica podrá entrar en otro aspecto. Observo mi falda amarilla que lastimosamente es más corta de lo habitual. Mi madre agarró los cinco dedos arriba de la rodilla más la basta y digamos que mis grandes piernas no ayudan mucho a que se mantenga en su lugar. Llevo mi mano a la parte trasera de esta y la bajo, pero cada vez que lo hago es en vano, mi trasero la sube con el caminar. Ya quiero entrar a clases y sentarme para no levantarme de ahí hasta la salida. Cuchicheo y más cuchicheo es lo que escucho mientras paso a la sala de dirección, las risas tampoco pasan desapercibidas y mi capacidad mental de sentirme bien recae. Toco la puerta y sujeto las mangas de la mochila, adentro se escucha una voz femenina tan melodiosa que hace sentirme en casa y una voz masculina tan sensual y cargada de rudeza que me eriza la piel. Sacudo mi cabeza. Debo estar loca pensando de esa manera en las voces de desconocidos. La puerta es finalmente abierta y me topo con unos ojos azules sorprendidos, el mundo a mi al rededor pasa a ser un segundo plano con su intenso mirar, el olor a su colonia me hace querer aspirar fuerte, pero su mirada rápidamente cambia a desagrado total, choca su hombro conmigo y sale disparado del lugar. Dirijo mi vista a él hasta que desaparece por las puertas del instituto y es entonces cuando volteo encontrándome con cuatro pares de ojos, unos verdes y otros azules igual que los de aquel chico. La señora tal vez de veinte años o menos con un cuerpo espectacular y relativamente alta me escanea de arriba a bajo y sonríe, junto mis cejas algo incómoda y el señor toma su mano, me observa con aires de grandeza, su cuerpo parece una muralla impenetrable y sus ojos el verde de la selva. Que miedo. Soy consciente de que bloqueo su paso y me hago a un lado—Lo lamento—unas suaves manos acarician mis mejillas y alzo la mirada. —No te disculpes, no tienes porque hacerlo, adiós —coloca un mechón rebelde de cabello rubio atrás de mi oreja. Volteo a ver aquel que al parecer es su esposo y este asiente, poco a poco se van alejando de mí hasta desaparecer igual que el primer chico. Eso fue extraño. Suspiro. Tal vez yo fui la que me comporté extraña. Entro a la dirección y el secretario me recibe—¿Buenos días, señorita Warren? —asiento. —Buenos días —digo y mi mirada instintivamente se va a su cuello donde hay dos perforaciones. Las personas ya se quieren hasta poner piercing en el cuello. Niego para mis adentros—Aquí está su horario y el número de su casillero donde estarán absolutamente todos sus libros, ahora presiona aquí con cualquier dedo—él parece notar mi confusión porque rápidamente se aproxima a hablar—No es para nada malo, solo quiero registrar tu huella para que la utilices en tu casillero y cuando llegues a este no tengas que estar presionando odiosas teclas; solo colocas tu dedo en el identificador y listo, te salva de apuros — coloco mi dedo índice de la mano derecha en el registrador, este emite un pitido y alejo mi mano de eso. Tomo el horario y la primera clase es química—¿Dónde...? —alza su mano. —Fondo a la derecha, verás el letrero en grande y no te perderás—coloca su vista en la computadora y comienza a teclear sin prestarme atención. Salgo y veo el número de mi casillero. Dos mil dos, sección C. Miro a los lados y encuentro solo la sección A y B, fijo la mirada a los aires para encontrar la sección C, pero mi búsqueda se ve afectada por mi torpeza, mi cuerpo rápidamente me ordena que me disculpe y levanto la mirada topándome con unos ojos grandes, el chico me regala una rápida sonrisa y jala mi brazo, me abraza por los hombros fuertemente y observa fijamente a la chica frente a nosotros—Ella es Elena—¿Qué? Lo observo y en sus ojos negros puedo encontrar miedo y desesperación—Con que tú eres la tal Elenita, eh—la pelirroja me escanea y vuelve su vista a él—Solo por esta vez te dejaré en paz, y tú—se dirige a mí y pasa una de sus filosas uñas por mi cuello—Cuídalo mucho—baja su muñeca y pasa a mi lado moviendo sus caderas. Esto a sido intenso. Me separo bruscamente y junto mis cejas, su rostro tiene una bella sonrisa y sus facciones se relajan—Hola, ¿Cómo te llamas, bella? Este tiene pinta de ser mujeriego. Lo observo y prosigo mi camino en busca de la sección C, su mano toma mi hombro y me voltea—Pero que te pasa, déjame tranquila—sonríe. —¿Cómo te llamas? Eres nueva, ¿cierto? —asiento y continúo caminado. —Irina. Mi nombre es Irina—toma mi hoja de horario y me tiende su mano disponible. —Es un gusto Irina, yo soy Omar —ruedo los ojos, veo su mano extendida al frente mío y mi hoja en la otra, de un solo movimiento trato de quitarle mi vida en estos momentos y él sube su brazo—Nunca te dijeron que es de mala educación no saludar a una persona formalmente— me cruzo de brazos. —No te pienso saludar, ni mucho menos hablar para que después te burles de mí —lo observo de reojo y veo su mano todavía está tendida en mi dirección. Suspiro y bajo mis brazos—Tendré que ir a la dirección para buscar otro horario —sujeto las mangas de mi mochila y me volteo. —Espera, espera. ¿No crees que no es para tanto saludar a una persona formalmente? —sigo mi camino y freno en seco cuando se detiene en frente de mi caminar. Me hago a un lado y él también, paso al otro y él hace lo mismo. —Déjame tranquila y vete—aprieto mis puños a los costados. Abre su boca para contestar, pero ese exquisito olor inunda mis fosas nasales nuevamente, mi rostro instintivamente mira por encima de su hombro y esos ojos azules chocan con los míos en milisegundos. Pasa por nuestro lado con una mirada fría y toma la mano de la chica a su lado; alta, con unas piernas de envidia, de cabello enrulado color chocolate y unos ojos pardo espectaculares. Wow. Me atrevo a decir que son la mejor pareja de aquí y sin ver a los demás. Un carraspeo me saca de el transe en el que estoy y giro hacia el tal Omar—Vaya, parece que tu también caíste en sus encantos —rasca su nariz y toma mi mano —Pero no es hora de quedarse estáticos, tenemos que ir a cantar el himno en el gimnasio y ya vamos tarde, así que, apura esas cortas piernas —jala de mi brazo y corremos por pasillos que no conozco hasta llegar a unas enormes puertas negras, al final de estas y entrando al dichoso gimnasio se puede ver la multitud en las gradas. Las voces se hacen más y más fuertes cada vez que damos un paso tras otro hasta quedar en el inicio de un umbral que da paso a unas escalerillas. Sin decir más Omar me empuja escaleras arriba y las personas que están en los bordes solo me observan de arriba a abajo con aires de grandeza. Aquí todo el mundo se cree Dios. Me detengo en una fila totalmente vacía en la mitad de las escaleras y bajo mi bolsa para ponerla en el suelo, veo a Omar vacilar y junto mis cejas—¿Qué pasa? Aquí me sentaré y punto. Traga grueso—Hay no podemos, es la fila exclusiva para los populares, igual que la que está vacía del otro lado de las gradas—recojo mi mochila y lo sigo hasta estar dos filas abajo—Hay que pasar por aquí hasta el centro que es donde yo me asiento—veo la cantidad de personas hablando animadamente y sin cuidado alguno. Personas que molestaré en un momento. Abro mi boca —Permiso, por favor y disculpen—las chicas al principio dejan de hablar y juntan sus cejas expectantes, pero luego se hacen a un lado y me dejan pasar al igual que Omar. Después de tropezones y pisotones por fin estoy en el centro, bajo mi bolsa y me asiento. Suspiro con alegría, llegué sin ser más o menos notada, o al menos por unos, pero Omar, él si que me noto. Acomodo mi corta falda y miro todo el lugar. Un gimnasio totalmente impecable y perfecto, el de mi antigua escuela no era tan, tan, glorioso. —Y bien, ¿tomarás mi mano? —giro para encontrarme con su brazo extendido. Él no se rendirá. Extiendo mi mano y estrecho la suya con la suya —Irina Warren. Sonríe—Omar Gettiov—suelto su maña y giro para escuchar el inicio del acto solemne. En mi antiguo instituto se cantaba en los salones. ¿Por qué aquí no? Por todo el lugar se escucha una resonante voz—Buenos días queridos estudiantes, hoy hace un espectacular sol matutino para dar inicio a las clases de este año—todos comienzan a aplaudir—les deseo una feliz mañana de ingreso y arriba esas notas que el año pasa volando—sonríe y se asienta en primera fila. —Palabras dirigidas por el director, Fernando Vázquez. Las cosas a mi al rededor se vuelven distantes y junto mis cejas. ¿Qué me está pasando? Los sonidos son prácticamente inaudibles aún que mi cuerpo pueda responder. Trato de concentrarme en el acto, pero es imposible. Es como si alguien me este vigilando. Cuidadosamente escaneo fila por fila a los estudiantes de las gradas de en frente hasta toparme con su mirada, mi cuerpo se eriza por completo y él sonríe de lado, vuelve a sus características frías mientras que su mirada no se despega de la mía ni un solo segundo. Ay dios, ayúdame. Me está dando miedo. Sus ojos escanean mi cuerpo como si de una presa se tratase y remoja sus labios, acto seguido los muerde y baja su vista para luego prestarle atención a la morocha que le está tomando la mano. Está bien. Me creeré que eso no fue conmigo, puede que él estuviera observando a otra chica. Sí, eso debe ser. —Eso fue intenso —las niñas arriba mío susurran entre si. Sonrío. ¿Cómo pude creer que eso era para mí? Es obvio que era para una de esas niñas bonitas con piernas largas. —No te distraigas, levanta la mano—Omar tira de mí y me estrello de lleno con él, sube la mitad de mi brazo y juega con mis dedos. Le doy una fugaz mirada y desvío mi rostro al piso. Irina Warren, te prohíbo que lo mires otra vez, él es un niño mimado, se puede ver en su caminar, ojos y aspecto. No lo mires, simplemente ignora esos ojos azules arrogantes. »—Baja la mano—Omar suspira intranquilo y toma mi brazo para bajarlo. —Oye tranquilo, yo no te pedí estar aquí, ni mucho menos que me trajeras contigo —junto mis cejas. ¿Ahora a este qué le pasa? Tomo mi mochila y él entrelaza nuestras manos—No te vayas, perdón, lo siento—ruedo los ojos. —No sé para que me quieres contigo, soy una persona rara y además no sé que tipo de espectáculo fue ese que hiciste en el pasillo, pero espero que luego de esto te dejes de burlar de mí y me dejes en paz. ¡Maldita sea! Suelta su mano si no quieres que cuando salga de aquí te la arranque por estar tocándola.*  Volteo para buscar al dueño de la voz y no encuentro a ningún hombre cerca, giro a ver a Omar quien tiene la vista fija en las otras gradas y sigo su mirada hasta toparme con esos ojos azules. Su mirada es de odio y su boca hace una mueca de asco, aprieta su mandíbula y sus brazos parecen estar rígidos, hasta apostaría que ha crecido más. Y sin más ya no siento la mano de Omar tocar la mía. Muy bien, omega. Ahora, te alejas de ella, porque es mía.* ¿Que? ...
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