Atiéndeme

1435 Words
Beverly miró las manecillas del reloj: eran cerca de las tres de la mañana, su turno pronto llegaría al fin de su jornada. Mientras realizaba las últimas tareas en el laboratorio del hospital, la puerta se abrió con un crujido apenas audible, al poco tiempo las luces se apagaron, seguido de pasos que resonaron dentro de la habitación. - ¿Quién está ahí? ¡Sal de donde estés! - preguntó en alerta, agarrando un objeto cercano para defenderse. En respuesta la tomaron con fuerza por la espalda, cubrieron sus labios impidiendo que pudiera gritar o escapar, seguido escuchó la voz de un joven provenir de la oscuridad con un asento ruso e intimidante: - Guarda silencio. Vendrás conmigo. El corazón de la joven se aceleró y se intensificó más al sentir una punzada en su costado derecho, supo que estaba siendo apuntada por un arma. Temerosa por su vida, sólo pudo asentir. Él la llevó a la fuerza sin dejar de amenazarla con el arma. Mientras avanzaban por los pasillos, continuó diciendo. - Si haces un movimiento inesperado, habrá consecuencias. Actúa normal y sonríe… si valoras tu vida, doctora. Al llegar a las afueras del hospital, el joven dejó de apuntarla, y Beverly aprovechó la oportunidad para intentar correr. Golpeó al joven en el pie, pero sus esfuerzos fueron en vano; él la sujetó con fuerza, apretándola contra su cuerpo y obligando que lo vea a los ojos. Ella lo observó impactada por su rostro impecable que apenas vio por la poca luz que recibía. - ¡Suéltenme, idiota! – gritó Bervely a los pocos segundos. Él respondió al insulto con una sonrisa vacía y la obligó a subir al automóvil, bloqueándola con el cinturón de seguridad antes de sentarse junto a ella. Con una mirada dura y oscura, comenzó a conducir a toda velocidad. Beverly guardó silencio, esperando una oportunidad para escapar de aquel hombre que la había raptado sin razón aparente. Después de un tiempo, el carro se detuvo frente a un hotel, y antes de que Beverly pudiera hacer algo, él la tomó de la mano y la condujo hasta una habitación, encerrándola con él adentro. - Si piensas pedir un rescate, estás perdiendo el tiempo - dijo Beverly entre dientes, enfrentándolo y apuntando con su dedo en el pecho del joven. – no vengo de una familia adinerada. Termina con tu puto trabajo ahora mismo. – declaró. Él sonrió, revelando en sus ojos otros planes para ella y dejando completamente confundida a la joven mujer que trataba de ser fuerte. - Tu bata tiene una mancha roja - comentó de repente, y se recostó en el sofá con indiferencia. Beverly se revisó de inmediato el lugar indicado encontrando una mancha de sangre fresca, resultado de una herida reciente. - Atiéndeme – volvió a escucharlo. Beverly levantó la mirada y notó que el joven tenía la camisa abierta, mostrando un tórax perfectamente esculpido y una herida bajo la costilla. Él era delgado, pero de cuerpo atlético con una belleza sobrehumana, era la belleza de un loco. - Hay una bala dentro de mí. - añadió, tomando una botella de licor que había descubierto al lado del sofá y bebiendo un gran sorbo frente a ella. – retírala. – volvió a decir en orden. - Debe de estar delirando. No puedo hacer una operación sin los instrumentos necesarios. Ve a un hospital y que te ayuden ahí. - recalcó la joven. Bervely tomó la decisión de marchaserse, pero el siguiente paso del joven hizo que se detenga por completo. - Retírala o la siguiente bala irá en medio de tus ojos verdes. - advirtió mientras retiraba el seguro del arma y apuntaba hacia ella sin contemplación alguna. En ese instante, Bervely, supo que no era una persona con la que se podía tratar. - Sin anestesia ni algo para calmar el dolor, esto va a doler. - No lo necesito. - aseguró con una sonrisa curva en sus mejillas. - Que tonterías dices. – dijo Bervely por sus incoherentes palabras. Tomó un trago del licor para darse valor, se lavó las manos y luego dejó caer el líquido en la herida. El hombre gruñó en voz baja, pero nunca apartó su mirada fría de ella ni dejó de apuntarla con el arma. A medida que pasaban los minutos, Beverly logró extraer la bala con éxito con unas pinzas improvisadas, limpiar la herida y coserla hábilmente. Al mirar a su paciente, notó que tenía un tono pálido en el rostro y gotas de sudor en la frente, pero aun así se miraba fuerte. - Te irás al amanecer. —demandó mientras se acomodaba en el sofá, haciendo caso omiso de su reciente operación. — Será mejor que tomes asiento. – agregó con una media curva en sus labios. — Yo me largo. - replicó Bervely con un tono desafiante, al igual que su mirada. Dio media vuelta, dispuesta a marcharse. Pero al abrirla, fue interrumpida por la gran mano del joven que reposó en el marco, impidiendo que ella pueda salir. Beverly quedó desconcertada. Luego, sintió el cañón de un arma rozar su espalda y las yemas de sus dedos recaer en las mejillas dejando toques suaves y fríos sobre la piel. — Vuelve a ese sillón y toma asiento, doctora Beverly Hofstadter. – susurró al oído con una voz que llegó a impactarla. Beverly apretó los labios, maldiciendo en sus adentros su mala suerte. - No hay razón para quedarme. Ya hice mi trabajo, debes dejarme ir. – dijo mirando directamente a los ojos azules profundos del joven. Él respondió con una sonrisa vacía, burlándose de ella por completo y de cada palabra que dejó salir de sus labios. Como si el solo hecho de verla asustada y tratando de ser fuerte le causara absoluta diversión. - No. – respondió manteniendo una postura divertida y a la vez oscura. Movió el arma en sus manos y señaló con su mirada el sillón frente a ellos. – andando. Bervely supo que no estaba ante una persona cuerda, su mirada mística, llena de burlas y enigmática se lo decía. asintió despavorida y tomó el sillón frente al joven, aunque lo hizo de mala gana. Observó cómo él se recostaba y la miraba detenidamente. Mantenía su cabello seminargo que diseñaban hondas a los lados al igual que mechones que caían con suavidad sobre sus ojos azules y cejas pobladas. Era un cabello rebelde, sin embargo, sólo lo hacía ver más apuesto. - Estás… - ¿Loco, demente, mal de la cabeza, maniático, psicopata? – sonrió despreocupado y añadió. – me han dicho de todo que un insulto más sólo sería un alago. El joven recogió una pierna sobre la otra. Mantuvo su cuerpo relajado sin importar su reciente herida y Bervely sólo pudo guardar silencio al ver que no podía lastimarlo con simples palabras. Él se había descrito asimismo y eso le hizo temer por unos segundos. - Será mejor que te acomodes. – agregó sin apartar la mirada en ella. – será una larga noche o lo que sobra de ella. - sacó una moneda algo extraña del bolsillo junto al pecho y luego colocó el arma en el centro de la mesa que los dividía a ambos para después añadir en tono serio y vacío. - cara te elimino, sello………Veamos tu suerte, doctora. Bervely sintió una corriente fría pasar por por su cuerpo. El hombre quería matarla. Ella endureció su rostro y lo miró fijamente, sus labios se entreabrieron mientras sus ojos recaían en el arma. Él sonrió crucial y lanzó la moneda en el aire. La tomó en su mano cubriendo con la otra el resultado. Levantó las cejas en par revelando una mirada de absoluta diversión y poder. Miró a Bervely y dijo. - Quien lo diría. Doctora Hofstadter, tu tiempo ha terminado. Bervely abrió sus ojos y lo siguiente que se escuchó fue un disparo en la habitación. . . . . . . . . . . . . UNA HISTORIA CONTADA POR EL VILLANO. NO HAY CENSURA, NO HAY CORDURA TODO EN ÉL ESTÁ MAL. NO PUEDES ENTENDERLO PORQUE NO QUIERE QUE LO HAGAS. SÓLO OBSERVA Y GUARDA SILENCIO, PERO HAGAS LO QUE HAGAS NO TE ENAMORES. PAVEL ROMANOV ESTÁ DEMENTE Y SUS ACCIONES NO SERÁN CONSECUENCIA PARA ÉL. UNA REGLA, UNA ADVERTENCIA: NO TENGAS SENTIMIENTOS PORQUE NO LE IMPORTARÁ. ALÉJATE AHORA QUE PUEDES O SERÁ TARDE. LEER ES BAJO TU RESPONSABILIDAD, COMO TAMBIÉN QUERER TENERLO. ÉL ESTÁ DEMENTE O ¿EL DEMENTE SERÁS TÚ? CON ESTO TE DOY LA BIENVENIDA AL MUNDO DE LAS LAGUNAS DE PAVEL ROMANOV.
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