Tic, Tac, doctora

1604 Words
- El señor le ha dejado esto en recompensa por lo que hizo anoche. – dijo un hombrecillo frente a Bervely al mismo tiempo que entregaba una tarjeta platino. – hay 100 mil, se los ganó. Bervely miró aquella tarjeta, la cantidad era generosa, pero no podía aceptarlo, jamás lo hizo por el dinero. Y aunque estaba ahorcada de deudas, no era algo que aceptaría. Cuando ella despertó estaba sola en el sillón, el hombre se había marchado y en su lugar apareció aquel hombrecito en el marco de la puerta con una tarjeta en la mano. Después de que él disparó a la pared, ella se desmayó. - Devuélvasela. – respondió Bervely. Roman quedó perplejo por la respuesta de la joven que le fue imposible disimular su sorpresa. - ¿Hay un errro?, ¿desea más dinero? – cuestionó sorprendido. – dígame la cantidad que desea y la modificaré para usted. Bervely ignoró las preguntas, recogió el bolso, arregló los cabellos en una colita, caminó en dirección de la puerta y antes que Roman agregara algo más, le dijo. - Dígale a su señor que espero no volver a verlo, que ese sea mi pago por salvarle la vida. . . . . . . . . . . . . . . . (En el hospital) Bervely entró al baño y regó agua en el rostro. Aun no lograba superar la madrugada de ese día. Arregló los cabellos castaños tras la oreja al verse en el espejo y decidió pensar que lo que hizo fue por una buena causa, después de todo su trabajo era salvar vidas. Dejó escapar un leve suspiro mientras sus dedos jugaban con el anillo de compromiso: en tres días se iba a casar con el hombre que todos decían que era el mejor para ella, aunque no estaba muy segura de su decisión. El hombre era el director del hospital, atento y caballeroso con ella, además le ayudaba con el tratamiento médico para su tía. Bervely sentía que se lo debía de alguna forma. Sus ojos con un delicado matiz verde se dilataron tras pensar en esa idea, pero brillaron aún más cuando las yemas de sus dedos reposaron en sus mejillas que se sonrojaron al recordar los ojos azules de aquel hombre que se la llevó. Borró esa imagen de inmediato, caminó y se dirigió hacia su consultorio, pero en cuanto entró se detuvo en seco. - ¿Qué hace aquí? – preguntó Bervely con voz firme al ver al mismo tipo sentado en su sillón y jugando con sus cosas de medicina. El joven mantenía un pantalón n***o de tela con la combinación de una camisa blanca que esculpía perfectamente sus músculos y donde el primer botón estaba desabrochado dejando ver parte de su torso. Antes tenía un color amarillento en la piel, pero ahora dejaba ver todo lo contrario, su blanca piel con labios de color cereza sobresaltaba. - ¿Por qué no aceptaste el dinero? – cuestionó él sin la necesidad de verla. Encontrando entretenimiento al cráneo sobre el escritorio. - Fui muy clara con su hombre. No quiero dinero, sólo quiero que ya no a parezca más en mi vida. Con eso me doy bien pagada. Él levantó ligeramente la mirada siguiendo con los ojos a Bervely. Reveló una mueca de lado y agregó sin contemplación. - Recoge tus cosas, vienes conmigo. Bervely levantó las cejas crucialmente demostrando su impacto y desagrado por el comentario del hombre. Cruzó los brazos y cuestionó. - ¿Por qué querría ir contigo? Él decidió levantarse, dejando ver su impotente tamaño y rasgos fríos como duros. Caminó decidido y mientras lo hacía unas de sus manos fueron al bolsillo del pantalón de dónde sacó un control. Determinado se acercó a Bervely, ella tuvo que retroceder hasta que la pared la detuvo. Con la mano sobrante la acorraló, tomó las manos de Bervely y las llevó sobre la cabeza, imposibilitando que escapara. - ¿Enserio quieres retarme? – preguntó con una voz plana y luego apareció una sonrisa un poco caprichosa al igual que un destello de locura en sus ojos. - ¿Sabes qué es esto? Bervely negó con la mirada, no le importaba lo que era. Él se acercó un poco más a Bervely recortando toda distancia y sintiendo suavemente el rose de los labios de la joven. Ella respiró hondo cuando pudo sentirlo tan cerca. La colonia era exquisita y su aliento frío golpeaba en la mejilla de forma descontrolada e hizo que respirara con fuerza y cerrara los ojos. Él sonrió de lado y le susurró al oído que provocó en Bervely erizarse y hasta congelarse. - Con tan solo presionar uno de estos botones el hospital explota y las vidas de todos dejan de existir. ¿Quieres arriesgarte?, ¿Quieres ponerme a prueba? Bervely abrió los ojos de inmediato. Quedó paralizada ante las palabras amenazadoras. La idea de que un solo hombre tuviera el poder de acabar con la vida de todos en el hospital era aterradora. Aquel hombre no podía hablar en serio, ¿O sí? - Sólo un maniático sería capaz de eso. - murmuró Bervely en un tono tembloroso y dejando ver cierta fuerza, tratando de convencerse a sí mismo de que él no llevaría a cabo su amenaza. - Tienes razón… y me tienes al frente. – decidió presionar un botón y lo siguiente que pudo escucharse fue una explosión en el parqueadero del hospital. Una ambulación había sido el inicio de una gran llamarada y el centro de su locura. Desesperada por ver qué había sucedido, Bervely intentó escapar, pero él la sujetó firmemente y se negó a soltarla, presionándola más en su duro pecho y rosando más sus labios con los de ella. - ¿Qué es lo que eres? – preguntó Bervely ante la indiferencia de poca humanidad y empatía del joven. Él no respondió ante la pregunta de Bervely, se limitó a sonreír y decir. - La vida de los recién nacidos, de los ancianos y los enfermos depende ahora de ti. – la miró con determinación. – Bervely Hofstadter, decide. Mi tiempo es valioso. - ¿Por qué me quieres?, ¿Qué podrías querer de mi? – volvió a preguntar entre diente demostrando una furia creciente hacia él. Ante la negativa de Bervely de cumplir con sus demandas, manipuló el control dispuesto a hacerlo una segunda vez. Bervely lo notó en su mirada y supo que debía intervenir rápidamente para evitar una tragedia aún mayor. - De acuerdo, lo haré, iré contigo, pero no se atrevas a hacer nada en contra de este hospital. - dijo cediendo a las exigencias del joven con la esperanza de proteger a los inocentes. Él estiró el labio en una sonrisa complacida por las palabras de la joven. La soltó y retrocedió, convirtió una oportunidad para cumplir con su parte del trato. - Es un hecho. No intentaré hacer nada mientras estes junto a mí. Sin perder tiempo, hizo una llamada: - “Desconecta las bombas” – en cuanto dio la orden, miró a Bervely y añadió. – cancela tu boda, tienes una hora para hacerlo. Ahora vivirás conmigo. Bervely se quedó atónita ante esta última petición. No solo él estaba amenazando las vidas de otras personas, sino que ahora también tenía que enfrentarse a las repercusiones personales de sus decisiones - No voy a hacerlo. – Bervely lo enfrentó sin temor alguno. – simplemente no lo haré. Ella ya había tomado la decisión de casarse con Martin Scout que su boda había sido planeada hace más de seis meses que no podía permitirse cancelarla, después de todo hacían buena pareja. Él se acercó rápidamente, tomó su mentón y la besó a la fuerza, Bervely luchó para sacárselo de encima, sin embargo, le fue imposible. No fue hasta que él decidió dejar sus labios y sin apartar la mirada, dijo: - Una hora y tu compromiso debe estar terminado. Tic, Tac, doctora. Con esas palabras en el aire, caminó relajado y abandonó el consultorio. Bervely quedó aturdida, su vida estaba cambiando, volcándose por completo. Ayer era una joven doctora que soñaba con el matrimonio y hoy un demente la tiene en su poder. Aquel hombre le demostró que era la maldad encarnada y que ella le había dado una segunda oportunidad para continuar destruyendo. - Doctora Hofstadter. – la voz de Roman llegó a Bervely. El hombre entró después de que el anterior se alejó, se acercó a ella y añadió. – esta es la tarjeta de la residencia del señor Pavel Romanov, la necesitará para entrar. En una hora vendré a recogerla y llevarla a su nuevo hogar. Bervely observó la tarjeta con incertidumbre, el hombre que la amenazó con terminar la vida en el hospital y la obligaba a estar con él era nada más que Pavel Romanov vinculado con dicha familia y sin la mínima de un historial de vida, ya que mantiene completa privacidad y para muchos es una leyenda. Antes que Roman abandonara el lugar, ella le preguntó. - ¿Por qué Pavel Romanov me quiere a su lado? - Cosas del señor Romanov. Roman asintió como despedida, las decisiones de Pavel eran un enigma que hasta él no lograba entender. Bervely guardó silencio en cuanto estuvo sola, estaba viviendo una verdadera pesadilla de la que quería escapar, pero en cada puerta estaba su nombre, el nombre de Pavel que la habi reclamado como parte de su propiedad. - Bervely. – la voz de su prometido capturó su atención por completo. – me llegó un mensaje, ¿Tienes algo que decirme?
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