Capítulo 3: Irene Parker

2340 Words
Si la vida te daba limones, no te ibas a poner a llorar, debes hacer limonada, y más, ponte a venderla si te alcanza. Estar en un sueño del tipo hiper realista y detallado, tanto así que le tipa de la pasarela me dijese la mierda de que “pensaría que era un sueño”, me hizo tomarme a pecho eso de los limones. “Esta es mi vida” guiño, guiño, mujer del primer sueño.  Me desvisto sin ver mucho hacia abajo, y entro en la ducha para tomar un delicioso baño con agua caliente. No me bañaba con agua caliente muy a menudo, mucha electricidad en ello se iba, y mi casera era quisquillosa con las facturas de la electricidad. Y con las del agua, con las del gas, con las del internet, con las del aire y con las de tener un vida, como si las dos últimas cosas se pudiesen medir o comprar. Aunque según ella… Después de un refrescante baño, secó este cuerpo, una vez más sin ver mucho, y me envuelvo en una bata de paño cerca. También personalizada con las iniciales de esta mujer. Salgo del baño con la piel agradecida por semejante deleite, y planeo danzar por alguno de esos bellos armarios buscando ropa muy bonita, así toda elegancia la de Francia. No obstante, al salir me consigo con la tal María extendiendo un conjunto de ropa en la cama diligentemente. —¿Qué tal si este día estrenas esta bella blusa y falda a juego? Nunca los has usado, les acabo de quitar la etiqueta — me ofrece María. Por pura curiosidad me acerco a ver el conjunto seleccionado. Consiste en una blusa blanca de mangas largas con un lazo n***o holgado alrededor del cuello. La falda era una ajustada y corta, parecía ser de un material semejante al cuero. Había ropa interior blanca, y con respecto a los zapatos en el piso, María estaba colocando unos botines al tobillo en n***o, de tacón aguja. Era un bonito conjunto y la abuela me veía expectante buscando mi aprobación, por lo que me rendí ante esta mujer imaginaria. ¿Qué ser sin corazón le decía que no a una anciana que le preparaba la ropa? Incluso siendo imaginaria. Yo no. —Gracias María… — agradezco queriendo desatar mi bata pero ella sigue allí sin irse. La miro interrogando su presencia, me iba a desnudar, tenía que irse, uno más uno. Ella se percata de que me incomoda y trata de explicarse nerviosa. —¿En qué más te puedo ayudar? ¿Deseas que limpie el baño mientras te vistes? Después puedo maquillarte. ¿Un look natural o unos ojos ahumados? —Así está bien. No ensucie el baño duchándome, no hay que limpiarlo y… no quiero maquillarme. ¿Me dejas a solas por favor? — le ofrezco extrañada por su insistencia. —Por supuesto Irene, como me digas. Estaré afuera esperándote. Y así esa señora se marcha a esperar fuera de la habitación… que no me dejase tranquila desde que entro, solo me hacía deducir que me estaba vigilando. ¿Por qué o por cuáles motivos? Ni idea. No me importaba hacer una película de este sueño. Me visto con rapidez, mucho más de la esperada porque no me moje el cabello al sostenérmelo con una pinza. Para finalizar me coloco los botines sentada en la cama. Me levantó tratando de detallar el conjunto, pero estoy segura de que el diablo fue el que le susurro a los creadores de estos zapatos. ¿Cuán incomodos pueden ser? Doy unos pasos hacia un espejo cerca. El resultado me sorprende al detallarme y ladearme para apreciarme mejor. Lo vuelvo a repetir en mi cabeza, esta mujer es preciosa. Su silueta es de las que les ajusta bien todo, de ese tipo a la que los diseñadores hacen ropa pensando en ella. Cintura pequeña, busto grande, piernas largas, no muy largas. No creo que este cuerpo mida mis 1,85 cm, parece de menos. Duda que me puede resolver María que pasa con las manos entrelazadas, sin llamar a la puerta… Díganme quejona pero si tienes un sueño deseas que sea uno bueno, no uno siendo tratada como una niña sin privacidad. En fin. Limonada para vender, limonada. —¿Cuánto mido María? — sigo detallando “mi reflejo”. —1,74 cm. Y pesas 47 kg, la dieta del nuevo nutriólogo te ha hecho maravillas — contesta animada. —Y pasar hambre seguramente — frunzo mi ceño — ¿no debería pesar más midiendo eso? —Tu meta son los 45 kg Irene — me contesta la mujer — no has dejado de hablar de eso por meses. OK, me volteo a ver a la mujer y cruzo mis brazos en mi regazo deduciendo la situación. Por lo que me ha comentado, parece que mi personaje de Irene es una chica obviamente rica, consentida y obsesionada con su peso. Es decir lo opuesto a mí. Pobre, a la buena de Dios en el mundo y que no le presta atención a su peso. Estómago lleno y fuerza para pedalear y dar algunos golpes si la cosa se pone ruda, es lo que importaba en ese aspecto. —¿Y ahora qué María? ¿Qué iba a hacer hoy? — interrogo. —Tus padres y hermana están esperándote abajo para desayunar. Tienes tiempo sin hacerlo con ellos. Te sentará bien. Dicho eso, la abuela camina haciendo un gesto de que la siga, y así lo hago. Salimos de la habitación para deleitarme con semejante pasillo lleno de obras contemporáneas. Colores fríos por todas partes y un pasillo que parece nunca malditamente acabar. Para cuando llegamos a las escaleras siento que mis pies lloran, que zapatos tan de mierda, y que feos me parecen ahora. Y eso que cuando los vi por primera vez su suela roja me pareció bonita. Como puedo bajo las escaleras apoyándome del barandal, que ni parece barandal. ¿Será que esto es una pesadilla y me quieren matar? Porque es lo único que se me ocurre, qué escalera tan peligrosa. Terminada la procesión llegamos al comedor. Para encontrarme con la familia de la tal Irene Parker. Estos han de cegarse frente a tanta elegancia francesa porque frente a mí se desarrolla un desayuno perfecto, en un comedor perfecto. En una mesa refinada de cristal me esperan un hombre canoso y de facciones duras a la cabeza, está leyendo un periódico con un desayuno a medio comer. A su lado una mujer mucho más joven, que parece una versión con algunos años de Irene, y a su lado otro clon pero mucho más joven. Si María dijo que comería con mis padres y hermana, debían ser ellos en ese orden. Las jarras con lo que parece jugo natural de naranja me hacen tener una sed inmensurable, así que arrimo una de las sillas y me siento al lado izquierdo del hombre y al frente de las dos mujeres. Que me quedan viendo interrogantes. La mamá me sonríe con incomodidad, pero la hermana con simpatía. —Ah… ¿Buenos días? — pregunto en un intento de sonrisa. Hace mucho silencio en ese sitio. —Buenos días hija. ¿Cómo dormiste anoche? — me dice la madre volviendo a su desayuno. Es una ensalada con mucho verde, no se ve sabrosa. —Bien… ¿y tú? — digo tratando de socializar con mi “progenitora”, que me vuelve a ver extrañada, y me corrijo, será que no le tuteo — ¿y usted? A los que escucho las risas de la hermana y veo más cara de shock de la madre, o eso intenta, no puede mover sus cejas bien. Y yo aprovecho para tomar un vaso boca abajo cerca mío para llenarlo con una de esas preciosas jarras con jugo. Bebo el vaso hasta saciarme. —Irene amaneció  graciosa esta mañana mamá. Debió pasar una buena noche, eso es bueno ¿no papá? Al señalar con la mirada al hombre a la cabeza de la mesa, este lanza un gruñido bajo, deja el periódico a un lado y se levanta. Puedo observar que tiene un traje de oficina gris. —Tengo que ir a la oficina temprano — revela viendo a su mujer e hija. Nunca en mi dirección. Y se marcha. Con que una familia complicada eh… no me importa mucho la verdad. Menos con el tremendo festín que me doy esa mañana. Querían darme una especie de ensalada, que ni apetecible parecía, así que pido en cambio que me sirvieran un desayuno parecido al del padre odioso. Unas ricas panquecas bañadas en miel de Maple, junto a huevos revueltos y salchichas. Sé que la madre me ha visto con desaprobación, pero no dice nada que pueda escuchar. Perfecto. ….. Por más que intentase recordar datos de Irene, como el saber su nombre o la fecha de cumpleaños de la empleada, ningún otro dato llegó a mí. Era un lienzo en blanco todo a mi alrededor. Así que de nada pude hablar a esas mujeres en la comida. Ellas parloteaban sin cesar entre ellas, parecían cercanas y como si un freno hubiese dejado de ser pisado en lo que se fue el papá. Yo seguía engullendo panquecas como si no hubiese mañana, y les escuchaba tratando de sacar sus nombres aunque sea. Hablaban de moda, de joyas, y de fiestas con gente que creía importante. En resumen puras, tonterías. Pero entre tontería y tontería supe que la mamá se llamaba Isis, y la hermana Indira. Ya que teníamos tres nombres con la I, quizás el papá se llamaba Ignacio o ipotálamo… ¿No se escribe eso con h? Póngame un cero en ortografía. —Mami ya nos tenemos que ir, se nos hace super tarde. Y sabes cómo están de estrictos con los horarios en la universidad — se levanta Indira y le da un sonoro beso en la mejilla a su madre. Yo le despido con la mano, para meterme en mi personaje. Y me sigo llenando la boca con un enorme cambur. ¿Por qué eran tan grandes estos cambures? Me iba a llevar al cuarto el racimo y- —¿Irene? — me pregunta la hermana cerca de mí. —¿Shi…? — puedo contestar con la boca llena de gloria camburesca. —Vamos a clases. Suelta ese racimo de cambures… Nadie me apartará de mis cambures mujer. Pero la tipa lo intenta tratando de soltar mi mano de mis cambures. Le miro desafiante ante tanta osadía e inicia a forcejear con mi mano. No me dejo evidentemente. —¡Tenemos un examen tonta! — me regaña. —Tonta tú, estúpida — le lanzó. Y eso enciende más sus ojos. —Solo mete la fruta en tu bolso y ve a presentar el examen Irene — suelta en un suspiro cansado la madre. Su idea suena mucho más racional, y le obedezco. Me levanto de la silla y sin soltar mis cambures, soy jalada por un brazo por mi hermana temporal. Llegamos a la salida de la casa, para encontrarme con una fachada de una mansión, tal cual lo sospechaba, y con un jardín muy lindo pero pequeño. Seguro en la parte de atrás era que estaba la piscina y todo eso. También veo una bella camioneta negra que gritaba dinero por cada centímetro, allí a su lado nos espera María con dos maletines / bolsos. Nos los entrega y nos subimos. O yo me subo como puedo con la falda que no estira y los botines del diablo. Por lo menos, sigo teniendo mis cambures conmigo. ….. La camioneta, que es manejada por un chofer, ha avanzado por unos minutos, quizás 20 o 30. Y de esos puede que unos 15 lo hayan sido atravesando un vecindario lleno de propiedades preciosas. Algunas eran similares entre sí en su tamaño o forma, y otras eran más exageradas en sus motivos o dimensiones. El único constante en estas era el verdor de los jardines. Y la intensidad del cielo azul. También podía sentir lo confortable que era este asiento. Y me extrañaba, me extrañaba todo. Tantas sensaciones diferentes, tantos colores tan vivos ¿Cuándo despertaría? —¿Hermana? — me llama la ladrona de cambures a mi lado. —Dime — no aparto mi mirada de la ventana. Estoy hechizada pero no sé por qué. —¿Estudiaste para el examen? Yo apenas pude hacerlo, y- —¿De qué se supone que es el examen Indira? — preguntó sin tener idea de qué rayos me harían una prueba. Para ser más exactas, no había abierto un libro en más de siete años. No había presentado un examen en como nueve años, justo en los necesarios para graduarme. Es que ni siquiera sabía qué carrera estudiaba Irene, se suponía que comería y me probaría ropa bonita en este sueño, no que se volvería una pesadilla en la universidad. Indira me ve atónita para después reírse. Yo percibo que estamos entrando en lo que parece ser un campus universitario, así que voy despegando mis cambures del racimo para que puedan entrar en el maletín que me dieron. Adentro de este apenas hay una delgada laptop y creo que un monedero. Mejor más espacio para mi fruta. —No estudiaste nada. Otra vez. Nunca aprendes. Matemáticas empresariales — me explica mientras escribe algo en su celular. Lo habrá sacado de su maletín. Quiero buscar a ver si yo tengo un celular así de bonito, sin embargo, calculo lo que dijo… ¿matemáticas empresa qué? Me rasco otro tanto más el cuello. —¿Qué carrera dices que estudio… estudiamos? Los ojos de mi hermana temporal llegan a la parte posterior de su cabeza. Para después verme. —Administración de empresas. —¿Y por qué? —Porque somos Irene e Indira Parker, las herederas de unos fulanos hoteles Parker ¿te suena tonta? Lo hace de hecho. Los hoteles Parker, la familia de Antonio es accionista de esa cadena.
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