CHRISTIAN
Cuando salió del consultorio el neandertal del padre de Najwa está comenzó a llorar, al verla así sentí mucha ternura por ella y una necesita inmensa de protegerla, tanto así que no pude evitar abrazarla.
- Tranquila – le digo en un tono suave mientras la abrazo – ¿Estás bien? – le pregunto cuando dejamos de abrazarnos, pero cuando la miro a los ojos me quedo sin palabras al ver el color de estos.
¿Será el color de sus ojos o traerá puestas lentes de contacto?
- Sí, pero… ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Dónde voy a vivir? – dice preocupada mientras se limpia las lágrimas que caen por sus mejillas.
- En mi casa – le digo.
- ¡¿Qué?! – dice confundida y muy sorprendida – ¿Cómo que en tu casa? No me conoces – me dice confundida.
- Es verdad, no te conozco, pero estás esperando un hijo mío. ¡Mira! La verdad es que ni tú ni yo planeamos tener un hijo, pero estoy seguro de que ambos queremos lo mejor para él y que llegue a este mundo de locos sano, ¿o no es así? – le pregunto y ella asiente en respuesta – Bueno, entonces permíteme ser parte de su vida desde ahora. Te juro que no tengo otras intenciones que no sean las de cuidarlos y protegerlos a los dos.
- Está bien. Acepto, pero con una condición – me dice luego de pensarlo durante unos minutos.
- ¿Qué condición? – le pregunto con curiosidad.
- Que me dejes ir a la universidad – me dice y yo no puedo evitar que una sonrisa se me escape.
- ¡Najwa! A mí no me vas a tener que pedir autorización para hacer lo que quieras como me imagino que tenías que hacer con tu padre – le digo provocando que sonría.
Qué sonrisa más hermosa y encantadora tiene.
- ¿Qué estás estudiando? – le pregunto con curiosidad.
- Arquitectura, ya estoy en el último año – me dice con alegría.
- Estoy seguro de que vas a ser una gran arquitecta – le digo con toda sinceridad.
- ¿Me puedes prestar tu teléfono para llamar a mi madre y contarle lo que paso antes de que mi padre le cuente su versión retorcida de las cosas? – me pregunta apenada.
- Claro. Toma – le digo dándole mi teléfono.
Esta lo agarra y marca el número.
- No me contesta – me dice preocupada devolviéndome el teléfono.
- Entonces, vamos. Te llevo para que hables con ella personalmente – le digo provocando que me mire como si estuviera loco.
- Si mi padre nos ve…
- Yo no le tengo miedo a tu padre y creí que tú tampoco se lo tendrías luego de haberte enfrentado a él de esa forma tan valiente – le digo interrumpiéndola.
Inmediatamente, se escucha unos golpecitos en la puerta y al abrirse veo entrar a Fernando, la verdad es que ni cuenta me di de que él y la doctora nos habían dejado solos.
- Perdón por interrumpirlos, pero tenemos que irnos ya Christian o no vamos a llegar a tiempo – me dice algo nervioso.
- Llámales a los muchachos y diles que vamos a llegar más tarde y que ellos vayan preparando todo, por favor – le digo y este asiente en respuesta – ¡Ah! Él es Fernando, mi mejor amigo – le digo presentándoselo cuando lo mira con curiosidad.
- Mucho gusto Fernando Beltrán, pero me puedes decir Mil Amores – le dice este extendiéndole su mano.
- Mucho gusto – le dice estrechándole la mano.
- ¡Oye carnalito! Ojalá el niño se parezca a Najwa y no a ti porque si no saldrá bien feo – me dice este con diversión provocando que Najwa se sonroje y que yo lo mire con ganas de matarlo.
- Hoy desayunaste payaso, ¿o qué? – le pregunto serio.
- A ver déjame pensar. Mm… – me dice haciendo como que piensa – Payaso no, pero tequila sí.
- Con razón estas tan gracioso – le digo.
…
Salimos del hospital y pusimos rumbo a la casa de Najwa para que hablara con su madre, al llegar toco al timbre y salió una mujer de estatura baja, delgada, ojos grises, tez blanca y la cual va vestida con un traje árabe azul claro. Al ver que era Najwa y que venía conmigo y no con su padre, se sorprendió mucho.
- ¡¿Qué?! – dice sorprendida luego de que Najwa y yo le contáramos lo que paso.
De repente la puerta de la casa se abre y vemos entrar al neandertal al salón.
- ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁN HACIENDO EN MI CASA?! – pregunta furioso al vernos – ¡TE DIJE QUE NO VOLVIERAS Y QUE TE OLVIDARAS DE NOSOTROS SI NO TE DESHACÍAS DE ESE BEBE!
- ¡¿ACASO TE VOLVISTE LOCO, KAMAL?! – le pregunta la señora Azahara, la madre de Najwa muy enojada a este.
- ¿CÓMO TE ATREVES A LEVANTARME LA VOZ? – le pregunta este muy enojado.
- ¿Y TÚ COMO TE ATREVES A EXIGIRLE A NUESTRA HIJA QUE ABORTE? – le pregunta está furiosa – ¿QUÉ CLASE DE PADRE ERES? ¿CÓMO PUEDES EXIGIRLE LO MISMO QUE MI PADRE ME OBLIGO A HACER A MÍ CON NUESTRO HIJO?
- ¡¿De qué estás hablando mamá?! – le pregunta Najwa muy sorprendida.
- No te atrevas a decirle nada – le dice Kamal en un tono amenazante.
- ¿Qué vas a hacer si le digo? ¿Me vas a echar a mí también de la casa? No hace falta que me eches porque yo también me voy – le dice con seguridad mirándolo a los ojos.
- ¡¿Qué?! – dice este muy sorprendido.
- Que me voy con mi hija – le dice esta.
- ¡TÚ NO TE VAS A NINGÚN LADO! – le dice este furioso agarrándola del brazo fuerte, impidiéndole salir del salón.
- ¡SUÉLTELA! – le digo serio.
- ¡Tú no te metas! – me dice con los dientes apretados mirándome furioso.
- No me gusta la violencia, pero si tengo que romperle el hocico para que la suelte lo voy a hacer – le advierto.
Este la suelta e inmediatamente lanza un derechazo el cual bloqueo con mi brazo izquierdo antes de estampar mi puño derecho en su cara provocando que caiga al suelo y que su nariz comience a sangrar.
- Vayan a buscar lo que necesiten. Yo aquí las espero – le digo a Najwa y a la señora Azahara.
- Te vas a arrepentir de esto – me dice levantándose del suelo y tocándose la nariz mientras Najwa y la señora Azahara suben las escaleras.
- El que se va a arrepentir es usted cuando se dé cuenta de que perdió lo más importa, el amor de su hija y el de su esposa porque déjeme decirle que el dinero no trae la felicidad. Pero bueno, eso lo va a descubrir usted ahora que se va a quedar solo y ojalá que cuando se dé cuenta del error que cometió no sea demasiado tarde – le digo con toda sinceridad viendo bajar a Najwa seguida de su madre con tan solo sus documentos personales.
Salimos de la casa y en cuanto Fernando nos ve se baja de la camioneta.
- Le presento a Fernando, mi mejor amigo – le digo a la señora Azahara – La señora Azahara es la madre de Najwa.
- Mucho gusto – le dice la señora Azahara.
- El gusto es mío – le dice este en un tono coqueto – Le puedo decir algo.
- Claro.
- Cuidado con lo que vas a decir que te conozco – le advierto señalándolo con mi dedo índice.
- Ahora que la conozco entiendo por qué Najwa es tan bonita – le dice este haciendo que ambas se sonrojen.
Supongo que ahora entienden por qué le dicen el Mil Amores, ¿no? Porque no es capaz de ver a una mujer y no tratar de conquistarla.
- ¡Fernando! – le digo en tono de regaño.
- ¡¿Qué?! Yo nada más dije la verdad y aunque tú no lo digas en voz alta como yo sé que piensas lo mismo – me dice.
¡Lo mato!
- ¿Recuerdas lo que te dije con respecto a Panchita? – le pregunto y este asiente en respuesta – Pues ahora te digo lo mismo con respecto a la señora Azahara.
Hace diez años cuando le presente a Panchita este comenzó a coquetearle y me toco decirle que ni se le ocurriera porque le iba a arrancar la cabeza a mordidas y que por su bien y el mío mejor la viera como si fuera su madre.
- Ya no te enojes y mejor vámonos – me dice abriendo la puerta trasera de la camioneta – Permítame – le dice Fernando a la señora Azahara ofreciéndole su mano para ayudarla a subir a esta.
- Gracias – le dice esta mientras yo hago lo mismo con Najwa del otro lado.
NAJWA
- Adelante. Están en su casa – nos dice Christian una vez abrió la puerta del departamento mientras deja las llaves en el mueble de madera negra que hay justo al lado de la puerta.
Nada más entrar nos recibe un pequeño pasillo con las paredes pintadas de blanco y con el suelo de madera que nos permite ver al final de este una mesa rectangular de madera clara con sus sillas blancas.
A mano derecha está el salón, el cual tiene unas puertas de cristal correderas en color n***o, al lado de esto en una esquina hay una guitara. El salón tiene dos sofás en cuero marrón claro con unos cojines blancos y negros, en medio de estos hay una mesa de café en madera con las patas de hierro y una alfombra blanca y justo en frente de todo esto hay una chimenea artificial con una televisión encima.
Y a mano izquierda está la cocina, la cual es de color n***o con una pequeña barra de desayuno con dos taburetes en cuero marrón.
- ¡Viejita!
- ¡¿Qué pasa, hijo?! ¡¿Estás bien?! – se escucha la voz de una mujer preguntando angustiada.
- Sí, tranquila – le dice Christian cuando aparece una mujer de unos cincuenta años más o menos, bajita, con el cabello n***o rizado, ojos marrones y la cual va vestida con un vestido color vino – Te presento a la señora Azahara y a Najwa – le dice señalándonos a cada una mientras pasa su brazo derecho por sus hombros – Y ella es Panchita, digamos que es como si fuera mi madre – nos dice Christian provocando que Panchita lo mire con los ojos brillosos.
- Mucho gusto – nos dice con una sonrisa.
- El gusto es nuestro – le decimos mi madre y yo al mismo tiempo.
- ¿Y a mí no me vas a presentar? – le pregunta Fernando.
- A ti Panchita te conoce de sobra – le dice Christian a este antes de que se acerque a Panchita y la abrace.
- ¡A ver Panchita! Dame lo mío – le dice Fernando una vez dejaron de abrazarse.
- Ya veo que no has cambiado nada – le dice Panchita a este antes de darle un beso en la mejilla.
- Viejita. La señora Azahara y Najwa a partir de hoy van a vivir con nosotros. ¿Le puedes preparar la habitación de huéspedes a la señora Azahara y acomodar a Najwa en la mía? – le pregunta Christian provocando que lo mire preocupada – Tranquila que yo voy a dormir en el sofá – me dice – ¿También puedes llevarlas a comprar ropa?
- Claro hijo – le dice Panchita con una sonrisa.
De repente suena el teléfono de Fernando.
- Bueno – dice este contestando la llamada – Invéntense algo. No sé. Díganles que se nos ponchó una llanta, pero ganen tiempo. Estamos saliendo para ya – dice antes de colgar.
- ¿Qué pasa? – le pregunta Christian.
- Que los de la discográfica están como locos preguntando por ti. Nos tenemos que ir ya – le dice.
- Vete tranquilo hijo. Yo me encargo de acomodarlas y también de llevarlas a comprar ropa – le dice Panchita.
- Gracias, Viejita. Te dejo la camioneta para que no tengan que tomar un taxi – le dice Christian.
- Suerte – les dice esta antes de darle su bendición a ambos.
- Hasta luego – nos dicen ambos antes de irse.