CHRISTIAN
Después de lo ocurrido con Adriana, vino la policía a verme para interrogarme sobre lo que paso y ver si recordaba algo para ayudarlos con la investigación. Obviamente, les dije que no vi nada porque es la verdad. No vi nada, aunque les conté de mis sospechas sobre Hasán por haberlo amenazado con denunciarlo ante la PROFEPA por el maltrato que recibió Sultán y estos me dijeron que iban a empezar a investigarlo.
Una vez la policía se fue, me puse la ropa deportiva que me trajo Panchita con la ayuda de Fernando a pesar de que les dije que yo podía solo y ahora estamos esperando a que el doctor traiga el alta.
- ¿Qué es esto? – le pregunto a Mónica al verla entrar a la habitación.
- Una silla de ruedas – me dice con tranquilidad.
- Hazme el favor Mónica y llévate esa cosa – le pido – Me trae muy malos recuerdos.
- Lo siento, Christian, pero son las reglas del centro de salud – me dice.
- No me importa que sean las reglas del centro de salud, no me voy a sentar – le digo negando con mi cabeza.
- Hijo, por favor – me pide Panchita.
- No viejita, yo no me vuelvo a sentar en una silla de ruedas en lo que me queda de vida, aunque me lo pidas tú – le digo.
- ¿Qué está pasando aquí? – pregunta el doctor con curiosidad.
- Que no pienso salir en silla de ruedas – le digo.
- Está bien. Enfermera llévese la silla, por favor – le dice mirándola – Aquí está tu alta y recuerda hacer todo lo que te dije. Te espero en dos semanas para quitarte los puntos y ver si te quito también el cabestrillo.
- Aquí estaré, doctor. Muchísimas gracias por todo – le digo antes de salir de la habitación.
En la puerta del centro de salud había un montón de periodistas a los cuales atendí y les respondí a casi las preguntas que me hicieron porque las que tenían que ver con Najwa no se las respondí. Además, aproveche para agradecer públicamente a toda la gente que vino a donar sangre.
Al llegar a la hacienda lo primero que hice fue ir a ver a Aquiles y por supuesto a Sultán para darle las gracias por haberme salvado la vida.
- ¿Me podrían dejar un momento a solas con Dalia, por favor? – les pregunto a todos mientras me siento en mi cama.
- Claro – dicen todos al mismo tiempo.
- ¿Ahora qué hice? – me pregunta algo preocupada mientras todos nos dejan solos en la habitación.
- No hiciste nada, pero necesito hablar contigo de algo importante – le digo.
- ¿De qué?
Agarro una bocanada de aire para contarle la historia de su vida.
- Es sobre el motivo por el cual tu madre me dejo como tu tutor legal.
- ¿Al fin me lo vas a decir? – me pregunta y yo asiento en respuesta.
- Cuando yo tenía seis años, tu madre trabajaba en esta hacienda junto con Panchita – le empiezo a contar – El cabrón de mi padre era mucho peor de lo que muchos dicen. Era un déspota, un altanero y un macho acostumbrado a hacer con las mujeres lo que se le daba la gana. Todo el mundo sabía que tenía varias mujeres en el pueblo y por los alrededores, ninguna se atrevía a decirle que no. Un día tu madre desapareció y no supimos nada de ella hasta que regreso contigo unos meses después de que el cabrón de mi padre muriera. Me contó que estaba muy enferma y que necesitaba que yo me hiciera cargo de ti cuando ella ya no estuviera. Obviamente, le pregunté por qué y me dijo que ambos éramos hijos de Alfredo Lobo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo que somos hermanos?! – me pregunta sorprendida y también muy confundida.
- Según lo que tu madre me contó, ella jamás le dio pie para nada, es más, yo recuerdo que ella se ponía a temblar de miedo cuando lo tenía cerca, al igual que todo el mundo… incluyéndome – le digo y veo como sus lágrimas caen antes de que salga corriendo de la habitación.
Sabía que iba a ser un golpe muy duro para ella enterarse de la verdad, al igual que a mí me dolió enterarme de eso y de que soy…
- ¿Qué paso? – me pregunta Najwa entrando a la habitación seguida de Panchita – ¿Por qué Dalia salió llorando?
- ¿Le dijiste? – me preguntan Panchita y Fernando al mismo tiempo.
- Sí. Dalia ya sabe que somos hermanos – les digo y veo como Najwa me mira sorprendida – Carnal. Ve con ella, por favor – le pido.
- ¿Estás seguro? – me pregunta y yo asiento en respuesta.
DALIA
Salgo de la casa corriendo sin saber hacia dónde voy, pero llego al bosque de las estrellas sin darme cuenta, así le llaman los niños porque cuando se hace de noche las luciérnagas alumbran el lugar y parecen estrellas.
Me siento en el suelo y no puedo dejar de llorar y también de pensar en lo que me acabo de enterar por más que quiero.
¡No es cierto! ¡No es cierto! No puedo creer que soy producto de un acto tan repulsivo como ese.
Claro. Ahora todo encaja. Cada vez que le preguntaba a mi madre sobre mi padre, ella siempre evitaba el tema y también por eso nunca pasábamos más de un año en un lugar, seguramente tenía miedo de que ese cerdo se enterara de que había quedado embarazada y nos buscara.
¿Por qué nunca me lo contó? ¿Y por qué Christian no me lo dijo antes?
- Porque no quería lastimarte – me dice Fernando como si supiera lo que estoy pensando mientras se sienta a mi lado.
- ¿Qué haces aquí? – le pregunto limpiándome las lágrimas.
- No hace falta que te lo diga – me dice.
- Tú lo sabías, ¿verdad? – le pregunto y este asiente en respuesta – ¿Por eso me dijiste que lo que sentíamos teníamos que olvidarlo?
Pues sí. Estoy enamorada de Fernando desde que tengo dieciséis años y yo sé que él también siente lo mismo por mí porque me lo dijo, pero según él lo nuestro no puede ser porque él es mayor que yo quince años, algo que siempre me pareció una excusa, pero lo acepte.
Ambos decidimos hacerles creer a todos que nos odiamos y que no podemos vernos, aunque cada vez que discutimos en el fondo ambos sabemos lo mucho que nos amamos.
- Sí. Porque si salía mal iba a perder a mi mejor amigo, además, tu hermano jamás me perdonaría si te llego a lastimarte – me dice.
- Mi hermano – digo en un susurro luego de soltar un suspiro pesado.
- Deberías estar feliz, Christian es el mejor hermano que podrías tener – me dice.
- No estoy mal por eso, sino por lo otro – le digo.
- Yo sé que ahora te debes de estar preguntando muchas cosas, entre ellas, ¿cómo es posible que tu madre no hubiera decidido terminar con el embarazo cuando se enteró? ¿Y sabes cuál es la respuesta? – me pregunta mirándome a los ojos y yo niego con mi cabeza – Si la sabes, pero necesitas escucharla – me dice con media sonrisa – Una madre ama a sus hijos sin importar quién es el padre ni la forma en la que fueron concebidos porque son un pedacito de ellas. Por eso tu madre decidió tenerte a pesar de todo.
No pude aguantarme más y lo besé porque siempre tiene las palabras correctas para calmarme.
CHRISTIAN
2 semanas después
Acabamos de salir del consultorio del doctor y afortunadamente me quito los puntos y el cabestrillo y por fin me dijo que puedo hacer una vida normal. Ahora vamos a ver a la ginecóloga para saber cómo está el bebé.
Entramos a su consultorio y después de hacer las preguntas de rigor y de tomarle la presión a Najwa, la doctora le pido que se tumbara en la camilla y una vez tumbada le echo el gel y comenzó a pasar el traductor.
- Como pueden ver ya se empieza a ver mejor la cabecita, los bracitos y sus piernas – nos dice señalándonos cada parte que nombra – El bebe tiene un buen tamaño y peso. ¿Quieren saber qué es? – nos pregunta y ambos nos miramos.
- Sí – le decimos los dos al mismo tiempo.
- ¿Qué les gustaría que fuera? – nos pregunta con curiosidad.
- Niño – dice Najwa al mismo tiempo que yo digo niña.
- Bueno, pues lo siento mucho Christian porque es un niño, felicidades – nos dice con una sonrisa.
- ¿Está segura, doctora? – le pregunto.
- No tengo ninguna duda – me dice entregándole un pañuelo a Najwa para limpiarse el gel del vientre.
- ¿Ya viste como mi madre y Panchita tenían razón? Es un niño – me dice con felicidad.
Ambas decían que el bebe era un niño porque Najwa está más hermosa que nunca y también por la forma puntiaguda de su barriga, aunque la verdad yo creía que eran cuentos de las dos, pero ya veo que no.
- Mi amor, me vas a dar un principito. Un niño mi amor. Te amo – le digo con alegría abrazándola.
- Yo también te amo – me dice.
Al llegar a la casa le dijimos a Panchita, Dalia y a Fernando que íbamos a tener un
niño, luego me fui con Fernando para el despacho mientras Najwa les daba la noticia a sus padres por teléfono.
- ¿Qué te parece, carnal? – le pregunto con curiosidad.
- La canción está preciosa, es más, creo que es la canción más romántica que has escrito – me dice entregándome el papel.
- Esa era la intención, así que ahora llámales a los muchachos y diles que se vengan de inmediato porque la vamos a grabar para mandarla a la discográfica y ojalá que la aprueben – le digo.
- ¿Estás seguro de lo que estás planeando? – me pregunta con cierto miedo.
- Sí. Además, ya hablé con el señor Kamal…
- ¡¿Qué?! – dice sorprendido – ¡¿Y no te mato?!
- No. Obviamente, al principio como que no estaba muy de acuerdo por sus tradiciones y creencias, pero finalmente él y la señora Azahara me dieron su autorización – le cuento.
- No, pues mis respetos, carnal. Porque convencer a ese hombre es más difícil que derretir un iceberg con un cerillo – me dice haciéndome reír.