ANIKA
Un beso profundo, suave, y salvaje al mismo tiempo. Lleno de deseo, con la prisa de probarnos, y la calma de disfrutarnos. Todo y nada a la vez.
Era diferente, era espontáneo. Había estado casi cinco horas afuera de mi departamento esperando por mí, y yo, Dios, estaba que me derretía como lava de un volcán en Hawái, resbalándome hasta el mar. O mejor aún, como esos volcanes marinos que a pensar que están en las profundidades del océano, lograr explotar su fuego en un ambiente no favorecedor.
Así me sentía yo en los brazos de Aiden, aquellos que me sostenían con fuerza y delicadeza al mismo tiempo, aquellos que me estaban arrancando la playera holgada, para que sus ojos se deleitaran con mi brasier rosa transparente de encaje.
— Son perfectas —. Su voz ronca le pegó al centro
