ANIKA — Te ves distinta —. Perla me había hecho recorrer tiendas por más de tres horas seguidas y yo ya estaba exhausta. Lo único que pensaba era en llegar a mi casa y tirarme a la cama para dormir profundamente. — Pues no sé a qué te refieras —. Mierda. La razón por la que Perla y yo siempre nos llevamos bien fue porque aprendimos a leernos rápido. Ella sabía tanto de mí como yo de ella. Se paró en seco frente a mí examinándome con detenimiento. — ¿Conociste a un chico? —Arrugó el entrecejo y yo tragué saliva. —¿De qué hablas? ¿Por qué piensas que conocí a alguien? — Porque te ves más contenta de lo normal. O sea, eres muy risueña, pero esta vez incluso hasta la piel grita que te estás tirando a alguien, o estás por hacerlo. Madre mía. ¿Cómo le digo a mi amiga que hace unas