Stefan caminaba por la calle del centro de Seattle sobre las diez de la mañana junto a un hombre que era medio rubio medio castaño, con un ligero toque bronceado en la piel. Tenía una leve barba y sus ojos poseían un tono azul muy claro. Era alto, musculoso y estaba bien formado, con espalda ancha. En ese momento tenía una expresión seria. Sus manos eran grandes y parecían fuertes. Parecía tener la misma edad que su amigo. Ese hombre era Hilbert, el mejor amigo de Stefan y había conseguido que lo soltasen sin ningún cargo hacia el alemán. Se sentaron en una terraza. — ¿Me puedes decir de una vez que ha pasado? ¿Por qué te han acusado? — preguntó Hilbert, ofuscado con su amigo. — Es… algo que no entenderías. Nunca entiendes lo que hago — se excusó Stefan. —Stefan… una chica me llam