Stefan entró en su habitación, dando un fuerte portazo. No entendía cómo la conversación había terminado de aquella manera, él sólo había ido a ver como estaba. La había notado algo apagada en la fiesta y estaba preocupado. “¿Realmente piensa que soy un cáncer en su vida? Stefan, no puedes sentir nada por Kaia. Tu mundo es demasiado peligroso para ella…”, pensó el alemán, despeinándose. Empezó a maldecirse a sí mismo, soltando palabras malsonantes por el camino. De pronto, escuchó como alguien rascaba la puerta de su cuarto. Sorprendido, se giró hacia la puerta y la abrió. Panda y Booby se encontraban detrás, agitados. Se asomó al pasillo y se extrañó al ver que la puerta de la habitación de Kaia estaba abierta. En ese momento, sonó su teléfono móvil. Metió la mano en el bolsil
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