Alexander, caminaba tan rápido como le daban los pies, la tormenta se aproximaba y aún no hallaba a Samantha; cuando las primeras gotas comenzaban a caer, la vió apoyada a un árbol, tratando de incorporarse ante la inminente lluvia. —Por fin te encontré— con cierta molestia. —Pasa algo excelencia— preguntó incrédula. Dió unas cuantas zancadas y la tomo de los hombros. —¡Que es lo que tengo que hacer para que me digas la verdad!— mirándola fijamente. —No se de que habla— temblandole la voz — ¿Quién eres? Ya que la verdadera Samantha está muerta ¿no es verdad?— arqueando una ceja y apretando los dientes. Samantha puso los ojos en blanco— lo sabía— pensó, cómo pudo se zafo de su agarre y comenzó a correr dando uno que otro tropiezo ante la intempestiva lluvia. Álexander salió tras ell
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