Capitulo VI

1518 Words
El Doctor Smith, bajó las escaleras y se condujo hacia el salón de té, donde Ana esperaba pacientemente por él, una vez allí le informó sobre la situación de su esposo. —Su excelencia, el Duque, no tiene nada grave, es un simple agotamiento por el viaje... Unos días en cama y alimentarse muy bien, contribuirán su mejoría— se limpió la garganta y prosiguió —Sí hubiera algún inconveniente, no dude en avisarme. Ahora sí me permite, tengo otros compromisos que atender. Ana, agradeció las atenciones, llamó a Nicolás —su lacayo— para que lo escoltara a la salida. Cuando se disponía a subir, algo llamó su atención, por lo que se aproximó a la ventana, para apreciar las pequeñas gotas que empezaban a caer, propias de la temporada. Cuando giró vio a John de pie entrando en aquella sala, traía un semblante pálido, y obvió cualquier recomendación médica. — ¡Por Dios! ¡Qué insensato eres!... no hace ni media hora que el Doctor se marchó y tú de pie, por favor vuelve a la cama. —Ani, no quiero que estés sola, sin compañía, prometí que tus días serían llenos de felicidad... Y por mi culpa estás angustiada— bajando la cabeza. — John— pronunció con dulzura y tocando su mejilla. — Pareces un niño pequeño, vuelve a la cama, aún estás convaleciente y desobedecer no ayudará a tú pronta mejoría así que, volvamos a la recámara, me recostare a tu lado de ser preciso para que no pienses que me dejas sola.— musitó Ambos, subían cuando, Mary -la ama de llaves- preguntó por las comidas principales, a lo que Ana respondió. —Por favor, suban las comidas, almorzaremos y cenaremos en la habitación— aquella idea no le disgustaba para nada a John, es más le encantaba que Ana se quedará con él para velar su sueño. El día transcurría de forma tranquila, sin altibajos.. sólo estaban los dos, compartiendo sus deseos y secretos más profundos. —Ana, ¿te gustaría tener hijos? — Claro que sí—, respondió sin dudar—de ser posible diez — sonriendo —¿ diez?— La miró con unos ojos desorbitados. Ana hecho tremenda carcajada —Fuera de broma, me gustaría tener varios hijos siempre y cuando sean contigo. — Los tendremos, no te preocupes y correrán tanto aquí como en Hampshire...a decir verdad, tengo mucha ilusión, me encanta la idea de tener niños, unos diablillos que en más de una ocasión nos volverán locos— sonrió. Sin embargo, John, sufría por esa afirmación, era más fácil mentirse que aceptar la verdad de la situación, medito y respiró profundamente, debía de ejecutar su plan cuanto antes. Las semanas pasaron, John mejoró notablemente de semblante, pero la angustia y el desespero se hacían presentes en su rostro, para pesar de Ana, desde el alba hasta el ocaso éste se encerraba en el despacho trabajando y poniendo en orden sus cosas, o más bien anotando una serie de instrucciones con un destinatario en concreto: su hermano.  Ana, quien había hecho migas con Mary — la ama de llaves— le comentaba como era vivir en Bath y como era su Excelencia. —John desde muy niño siempre mostró respeto hacia sus mayores, de carácter compasivo y dulce, que ya en la edad adulta se mostraron con su sensatez y honestidad. En cambio Álex, era un espíritu libre, y a más de uno saco de quicio con sus tonterías—suspiró—Con la muerte de mi Señora, el Duque se recluyó en el campo y se trasladó a Hampshire, cosa que disgustó de sobremanera a Alex, que no quiso acompañarlos y prefirió irse a Viena, por más que el Duque le pidió que fuera a verlo este se negó, y solo le trajo malestares, debido al comportamiento disoluto que mostraba, se convirtió en un alcohólico y un jugador empedernido, que en más de una ocasión tuvo que ser ayudado por John, a ocultas de su padre. Ana sintió más curiosidad por saber cómo lucían aquellos dos, estaba apunto de preguntar cuándo Peter apareció. — Traigo una invitación de parte del Conde de Cavendish— replicó —Gracias—señaló Ana, extendiendo la mano, tomo la nota y la abrió. Era una invitación para pasado mañana en casa del Conde. Agradeció la compañía de Mary, y se retiró con ánimo de ir al despacho de John, justo cuando estaba por tocar la puerta escuchó un grito. — ¡Dooooonde está esa bendita dirección!— refunfuñaba y golpeaba aquel escritorio. Ana se alarmó, permaneciendo dubitativa detrás de la puerta para decidir volver luego. Se dijo así misma—muero de curiosidad de saber como luce Alexander, pediré a Mary que me lo describa ya que no había hallado en toda la casa su retrato adulto . John odiaba los retratos y más cuando se trataba de confundirlos a él y a su hermano, por lo que quito todos y los mando a poner en el desván de la casa. En el despacho, finalmente encontró la dirección la apretó entre sus manos, saco un pedazo de papel de uno de los cajones, tomó el tintero y se dispuso a redactar una carta. Ana, fue hablar con Mary, quién había salido un momento, su curiosidad debía esperar, giró con dirección al despacho, lo que tenía a John tan preocupado se disipó, siendo esto un alivio para ella, quien decidió esperar unos minutos más y entre tanto se fue a tocar el piano.  -------- París, 06 de marzo de 1820 Querido Alexander Como te mencioné en mis anteriores cartas, mi salud se deteriora a pasos agigantados, me tomó un tiempo encontrarte y grande fue mi sorpresa al saber que abandonaste la estancia familiar y te encuentras oculto en un burdel de mala muerte en Paris, estoy dispuesto ayudarte con una única condición que te la comentaré una vez que estés en Inglaterra. Un hombre irá a buscarte te entregará un salvo conducto y documentos falsos para que puedas ingresar al país. John Dobló la nota, salió del despacho y pidió a Peter que llevará con urgencia aquella carta y no hablará con nadie en el camino. Fue a buscar a su esposa, quién tocaba el piano como una diosa, él solo la admiraba. Ana volteó la cabeza y al ver a John, se detuvo, levantándose en su dirección , extendió el brazo y le entrego la nota. —Oh tenemos una cena, llega esta invitación en el mejor momento, la Esposa del Conde Cavendish, te caerá de maravilla. —Pero, no tengo vestimenta adecuada para la ocasión—murmuró —Claro que sí, mandé a que te confeccionarán unos hermosos vestidos que están listos para ser estrenados. Ana sonrió tomó del cuello a su marido, con el único fin de estamparle un beso. --------- El escenario era distinto en aquel lugar, las calles eran sucias, la miseria y el vicio se sentían en el aire. Se escuchaban risas se olía a sexo, los hombres desfilaban y las mujeres estaban más que dispuestas a complacer, la lujuria era dueña del lugar. Oculto en una habitación totalmente ebrio, se hallaba Alexander que desde su llegada no hacía más que beber, nadie recordaba cuando se lo había visto por última vez sobrio. Gritaba con llanto de arrepentimiento, lo estaba matando, consumiendo como una vela. Esa noche, un caballero inglés se hizo presente en el lugar, pidió hablar con Madame Claude, siendo conducido por una de las muchachas hacía donde se encontraba. — Bonsoir Monsieur, ¿ en que puedo servirlo?  —Se de buena fuente que aquí se encuentra un caballero inglés de buena cuna — Depende, ¿Quien quiere saberlo? —El hermano de dicho caballero. Lo miró a los ojos — Cualquier información no es gratis— sonrió maliciosamente. Aquel misterioso hombre, sacó una bolsa de dinero y se la entrego a la mujer. —Creo que esto es más que suficiente por la información— replicó La mujer tenía cierta maldad en los ojos, pero no se negó a dar información. —Es cierto, oculto a un hombre quien es hijo de Duque de Essex.... Alexander—Hizo una pausa—Sin embargo, aquel hombre es un alcohólico no hay un día que esté sobrio y se la pasa arrojando cosas. —Sabe usted, que trae así al caballero. Encogió los hombros en señal de negación —Sólo puedo decir, que un amigo mío, me pidió que lo ocultase, que habían muchas personas que querían verlo muerto, tiene algo que ver con un crimen. — Comprendo—metió la mano al bolsillo y sacó otra bolsa más de dinero —Para los gastos del caballero— y se retiró. Aquel hombre consiguió la información por la cual se habían solicitado sus servicios. Semanas antes... John, realizaba todos los preparativos para su matrimonio, le atraía la idea de verse casado con un diamante en bruto, como lo era Ana; mientras paseaba por su jardín, un hombre salió de los arbustos. —Señor, soy yo, Manson le tengo noticias. —Hombre, tremendo susto el que me has dado, dime qué conseguiste. — Le traigo la dirección del Burdel de Madame Claude en París, no pude ver a su hermano, pero esta mujer me aseguro que se escondía allí. —Ya veo, ¿sabe algo del altercado con mi hermano y que lo llevó a esa situación? —Comentó algo de un crimen, pero no entró en detalles, para que se quedará callada le di el dinero que dispuso para ese fin. —Gracias Manson, el otro asunto se ha arreglado?— preguntó algo impaciente —En unos días, se me entregaran los papeles y el salvo conducto, en cuanto los tenga me comunicaré con usted. Ahora sí me disculpa— desapareciendo tal como apareció, pero John tenía lo que quería la dirección.
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