Un fuerte estruendo se sintió a causa de la tormenta que caía esa mañana. Ana permaneció en silencio mientras sus ojos brillaban de asombro y se posaron directamente en el rostro de Alexander, quién comenzó a inquietarse desviando la mirada hacia Paul, que a su vez la dirigía hacia na. Ninguno de los dos sabía cuanto había escuchado, pero una palabra en falso y el teatro se caía. —Que es lo que ocurre, querida—. Dijo Alexander, apoyando la mano sobre una escultura que estaba cerca la ventana, Paul no dijo nada se abstuvo de cualquier comentario. Ana dió unos pasos hacia Alexander y se quedó unos minutos parada frente a él, hasta que le tomó la mano. —Odio las tormentas, me recuerdan varios eventos tristes en mi vida— con tono melancólico. Alexander sintió una punzada de alivio, ya qu