Virginia tenía ojos enormes, dio un paso atrás, alejándose de él.
Octavio la miró ofuscado, la idea de que se alejara de él, no le gustó para nada.
—¿Qué dice? ¿Es una especie de mala broma?
«Pero, si este hombre es un copo de nieve, ¿cómo podría hacer siquiera una broma? ¡Ni siquiera lo he visto reír!», pensó
—¿Broma? No, señorita Zárate, en realidad, no me gustan las bromas.
Ella alzó las cejas, asintió.
—Se nota…
—¿Qué?
—¡Nada…! Quiero decir que… ¡No! Me niego.
Los ojos de Octavio se ensancharon, no esperaba escuchar eso.
—¡¿Cómo qué no?! —exclamó y dio un golpe sobre la mesa, que hizo que Virginia se asustara dando un leve brinco.
—Yo… no puedo engañar a su familia, ¡es demasiado, señor!
Él caminó unos pasos, ella retrocedió asustada, pero Octavio dio dos zancadas grandes
