—¡Necesito una esposa por contrato! —exclamó Octavio Hesser su mano fuerte golpeó el escritorio, frustrado, era el CEO de la empresa True Colors, el número uno en la industria de cosméticos.
—¿Qué dices, Octavio? ¡Cualquier mujer querría ser tu esposa sin necesidad de que sea un contrato! —exclamó Nelson, su amigo y vicepresidente de finanzas.
—¡Claro! Excepto cuando saben que tengo cuatro hijos, que soy viudo y tengo a una suegra tras mis pasos todo el tiempo —Octavio se levantó y caminó por la oficina—. Necesito una esposa por contrato, o de lo contrario perderé a mis hijos, Paulina quiere llevarlos consigo, ¡No lo voy a permitir!
—¿Qué harás? ¿Pondrás un anuncio en el periódico o en las r************* ? —dijo burlón.
—No sé qué haré, estoy desesperado —aseveró
Octavio alzó la mirada y vio a Franco Sosa, uno de los ejecutivos de finanzas, tras la puerta entreabierta.
—¿Qué haces aquí? ¿Acaso no sabes que se debe tocar para entrar? —exclamó Octavio furioso.
—Yo… lo siento, señor Hesser, he venido a que firme el inventario de los gastos de viáticos del mes.
Octavio le hizo una señal para que pasara a la oficina.
—Bueno, te veo en un rato, debo atender una junta —dijo Nelson y salió de ahí
Franco dejó el informe en el escritorio. Octavio tomó la hoja, revisó y firmó con rapidez.
Luego le devolvió el informe.
—¿Es todo?
—Sí, señor.
—Bien, vete ya.
Franco dio media vuelta, caminó a la puerta, estaba por irse, se detuvo y pensó un segundo en la idea que estaba revoloteando en su cabeza desde que escuchó esa conversación.
—¿Señor?
Octavio alzó la mirada, sus ojos eran severos.
—¿Qué quieres?
—Lamento escuchar su conversación privada, pero, sé de su problema, tengo también la solución.
Los ojos de Octavio se abrieron enormes, se levantó, su gesto fue rabioso por saber que alguien más conocía su problema, peor aún, que era un empleado de segunda categoría.
—¿Qué has dicho? —exclamó con las manos en un puño de rabia.
—Conozco a la mujer perfecta para ser su esposa por contrato.
Octavio se quedó perplejo, no esperaba tal respuesta.
En la mansión Hesser, la niñera estaba asustada, intentaba salir de la casa, pero los cuatro niños no se lo permitían.
—¡Por favor, no se vaya, señorita López! Le juramos ser buenos —exclamaron los gemelos al unisonó.
—¡No! —exclamó la mujer.
—¡Por favor! No llame a nuestro padre, ¡Se lo suplicamos! —dijo Lyra, la mayor de los cuatro niños.
—¡Por favor! —dijo Sia la pequeña de cuatro años arrodillándose ante ella.
—¡No! —sentenció la mujer, y gritó al ver que el hurón corría hacia ella, todos gritaron, la mujer abrió la puerta y salió corriendo.
Los niños se sentaron en el suelo, resignados a perder a su quinta niñera, el hurón fue abrazado por la pequeña Sia.
—¡Papá va a estar muy molesto! —exclamó Lyra, mientras sus hermanos estaban sentados a su lado.
Empresa Hesser
—¿Quién se cree usted para darme alguna solución a mi problema, Sosa? —exclamó Octavio severo
Franco Sosa tragó saliva, tuvo miedo, pero decidió jugarse todo por el todo.
—Señor, yo estoy para servirle, es por eso por lo que le pido que considere mi oferta, la mujer que lo haría es… mi prima.
—¿Su prima? —exclamó
—Sí, señor, es una chica buena, es decente, ella necesita mucho dinero, además es discreta, y hasta un poco bonita.
Octavio Hesser estaba por echar a Franco de su oficina, cuando escuchó llegar ese mensaje en su teléfono, leyó y se quedó perplejo, supo que debía actuar o perdería a sus hijos para siempre, y ellos eran lo que él más amaba.
—Está bien, pero antes de aceptar, quiero entrevistarme con esa chica —el hombre escribió en un papel el nombre de un restaurante—. La veré hoy por la noche, en este lugar, que pregunte por una reservación a mi nombre a las ocho de la noche.
Franco tomó el papel, asintió, salió de ahí tan rápido como pudo, esbozó una gran sonrisa.
Cuando las puertas del elevador se abrieron, Virginia sonrió al ver a Franco, ella intentó ir hacia él, abrazarlo, pero el retrocedió, como si ella lo quemara.
—¿Qué sucede contigo? ¡esto es el trabajo, Virginia! Nadie puede saber que somos algo.
—¿Algo? ¡Somos novios, Franco! Además, ¿Qué importa? Vamos a casarnos el siguiente año.
—Todo depende de mi madre, ¿Lo recuerdas? —exclamó con severidad
Ella hundió la mirada, claro que lo recordaba, ella era quien pagaba de su sueldo el tratamiento de la señora Pilar, no solo eso, ella también era quien la llevaba a cada cita médica, y por eso sus últimas llegadas tarde que hacían que el CEO Hesser siempre la regañara, aunque estaba acostumbrada a su odio.
—Lo sé, verás que pronto me autorizarán el préstamo para la operación de tu mamá.
—¡¿Cuándo, Virginia?! ¡Nunca! Llevas tres meses diciendo que lo conseguirás, y te lo negaron, ¿Qué te hace pensar que esta vez no tendrás una negativa?
Virginia se puso tras su escritorio, al notar lo severo que estaba Franco, lo podía entender, pensó que estaba desesperado por la salud de su madre.
—Tengo fe, Franco.
—Mi mamá no vivirá por fe, Virginia.
—No seas injusto, he hecho mucho por ti.
—¿Ahora me lo echarás en cara?
—¡No! Franco, no seas injusto.
Él bajó la mirada, recordó que necesitaba a Virginia, tratarla mal no serviría de nada.
—Virginia, tengo una oferta de trabajo para ti, si lo aceptas, mi madre podrá tener pagada su operación, pero, depende de ti —Franco tomó su mano entre la suya—. ¿Me ayudarás?
Ella lo miró intrigada
—¡Claro que sí! ¿De qué se trata el trabajo?
—¿Harías lo que sea por salvar la vida de mi madre?
Ella lo miró asustada, de pronto sintió algo de duda ante su pregunta.
—¿De qué se trata el trabajo? —exclamó
—Debes hacerte pasar por la prometida falsa del CEO Hesser.
Virginia abrió ojos enormes, incrédula de sus palabras.