Virginia abrió los ojos, enderezó su postura y miró a ese hombre ahí, yacía en la cama, recostado a su lado.
Dormido, parecía tierno, no había un atisbo de la frialdad o el gesto imponente de antes.
Acarició con sus dedos delgados su rostro, escuchaba su respiración compensada, en calma.
«Mi copito de nieve, ¿ya ves que no tienes que ser tan gélido? Si eres fuego, la pasamos genial, te amo, por favor, no dejes que mi amor termine nunca, incluso si es un sueño, prefiero dormir para siempre», pensó.
Virginia abandonó la cama, sintió como su cuerpo dolía, observó las manchas de sangre sobre las sábanas, se avergonzó.
—Las limpiaré… —Murmuró, pero decidió antes ir a darse un baño
Virginia entró al cuarto de baño, era tan lujoso con un gran jacuzzi, estaba perpleja, había estado en la man
