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Intentó detener el beso, pero las manos de Sergio más estrechaban su cintura, por más que lo intentaba no podía. —No quiero… —dijo ella y rompió en llanto, eso estremeció los nervios de Sergio, quien alejó las manos de ella, miró su rostro. Ella cubrió su cara con sus manos, verla así era doloroso. «July, nunca quise hacerte sufrir, no quiero perderte», pensó. Sus manos acariciaban sus brazos subiendo de arriba abajo. —July, por favor, no llores por mí, no quiero perderte, no quiero que te alejes de mí. —Déjeme ir, por favor —suplicó y sus palabras fueron dagas en su pecho. Tragó saliva, la soltó, estaba dispuesto a irse, pero sintió como si sus pies estuviesen pegados al suelo, pesaban como cemento, regresó a ella. Su mano tomó su barbilla, ya que ella tenía la mirada hundida, has