Virginia miraba las rosas en su mesa, pensaba en Octavio, si bien sabía que él no merecía su amor, su corazón no dejaba de reclamarle que lo extrañaba, cuando escuchó la puerta.
Su anhelo más grande era que fuese él.
Ella abrió la puerta, y los gemelos entraron, detrás Lyra y al último Sia.
—¡Hola, mamita!
Los ojos de Virginia los miraron con asombro, Octavio apareció un segundo después.
—Hola —dijo con una sonrisa.
—Hola, ¿Qué hacen aquí?
—Papito dijo que podíamos tener una pijamada con mami, porque es que te extrañamos muchísimo, mucho —dijo Dante
—¿Si podemos, mami? —dijo Sia con un puchero
Virginia no pudo evitar sonreír al verlos vestidos con su pijama.
—Claro que sí, vayan a la habitación y traigan mantas para ponernos ante el gran televisor y ver películas, juntitos.
—¡Sí
