En ese momento comenzó a dolerme la cabeza. Quité mi mano de la de Anderson para abrir mi bolso y tomar una de mis píldoras con el agua que estaba en la otra copa. —¿Se encuentra bien señorita Miller? Al parecer ya no tiene más píldoras ¿Necesita que la acompañe a comprar más?—se ofreció Anderson. Lo miré extrañada por su ofrecimiento. —No me diga que tiene mi receta médica señor Anderson—le pregunte de forma sarcástica. —La tengo, de hecho tengo un par de frasco nuevos en mi casa por si decide mudarse conmigo—respondió sin titubear. Su respuesta me dejó con la boca abierta, no me imaginaba que dentro de su investigación estuviera mi estado de salud. Eso significaba que él tenía el conocimiento de que sufría de un síndrome llamado: Trastorno de Afectividad, esto provoca que me den a