ARMANDO ALCAZAR Estoy acostado mirando el techo en la misma habitación que me es asignada siempre que vengo de visita a la capital. Aunque físicamente estoy cansado, mi mente se niega a apagarse y permitirme el descanso que tanto necesito. No solamente ronda en mi cabeza la satisfacción de saber que Amalia ya no será forzada a tomar los hábitos y que muy seguramente el padre Ramón pagará formalmente por su atrevimiento, sino que también sus miradas, su tacto y sus formas de mujer, son quizás la razón principal de mi insomnio. No me importa la fuerte contribución que he tenido que hacer a la iglesia para que todo funcione, siempre y cuando gracias a ella, el Obispo pueda financiar la investigación en contra del padre Ramón. Monseñor no está muy convencido de la veracidad de lo que Fernand