Cada día que pasa, siento que soy capaz de interpretar un poco mejor las expresiones en el rostro de Armando. A pesar de que para muchos en este momento pueda parecer un hombre calmado, algo en su mirada me grita el nerviosismo que este momento le genera. Mi mirada curiosa se clava en sus bellos ojos grises, mientras espero pacientemente que él haga algún gesto que me haga entender lo que está pensando y conocer lo que quiere entregarme. Extiende una mano hacia mí, solicitando silenciosamente que le entregue la mía. El ambiente entre nosotros se vuelve tenso de repente, como si este momento tuviera una importancia especial entre todo lo que hemos compartido. —Hoy tendremos una cena especial —dice Armando, rompiendo el silencio con su suave voz. Me guía con gentileza hacia la sala de est