Tae Young había agradecido mentalmente en el momento que la Dama Kim se le acercó preguntándole si estaba cansado y deseaba retirarse, y él respondió que sí, anunciando que se iría.
No estaba seguro de cuántas veces se arrepintió de haber decidido asistir, porque si bien, hubo entretenimiento y comida agradable, terminó aburrido ya que el Emperador apenas y le dirigía la palabra y cada vez que su mirada se posaba sobre él, parecía haber un poco más de enojo, y a parte de él nadie más parecía que pudiera hablarle.
El camino de regreso le pidió de igual manera a la Dama Kim que lo guiara y esta no parecía con intenciones de cuestionarlo otra vez, mientras que él ahora se preocupó por intentar recordar los pasillos en los que giraba, dándose cuenta que en realidad el lugar en el que vivía quedaba bastante lejos del salón principal.
Cuando llegaron de regreso a su alcoba, las dos mujeres lo ayudaron a cambiarse y luego se sentó frente a un espejo mientras de su cabello eran quitados todos aquellos adornos, haciéndole sentir su cabeza más ligera.
Ahora sabía que a la mujer más joven que permanecía a su lado la llamaban doncella Jo, así que él también comenzó a llamarla de esa manera.
Así mismo pudo notar que todos lo trataban con especial cuidado como si fuera a romperse, y escuchó que la razón por la que estuvo en cama ese día era debido a que estuvo enfermo por varios días, que realmente el médico no creía que se fuera a salvar de su extraña y repentina enfermedad, la cual lejos de los oídos del Emperador, parecía un veneno silencioso y difícil de detectar.
Sin embargo, la Dama Kim sospechaba que ese hecho tenía algo que ver con la concubina Shi, no obstante no era algo que se podía probar, además de que la mujer era la preferida del Emperador y por lo tanto este trataría de protegerla si era acusada, más si no habían pruebas que la incriminaran, y cuando siquiera hubo el indicio de que alguien lo quisiera sugerir, él había atribuido todo a que se debía a la mala salud que por lo general el Rey Tae Ho tenía.
Además de que ninguno de los días que estuvo en cama lo había ido a visitar, no hasta ese día cuando despertó, y aunque ninguna de las dos mujeres lo dijera directamente, Tae Young entendió la parte implícita en sus palabras de que al parecer el Emperador estuvo a la espera de que esta vez su enfermedad lo matara.
—Majestad —habló la doncella Jo.
Su rostro lucía preocupado y Tae Young lo pudo ver a través del espejo frente a él, mientras la mujer seguía peinando su cabello castaño, el cual llegaba hasta casi su cintura, y solo en ese momento agradeció tener alguien haciendo eso por él, ya que en su lugar él hubiera preferido cortarlo porque era más sencillo de peinar.
—Mañana es el día de la visita del príncipe Won Goo.
—¿El príncipe Won Goo? —su ceño se frunció ligeramente.
—Si su Majestad prefiere no verlo, puedo informar que todavía está indispuesto —dijo la Dama Kim.
—¿Quién es el príncipe Won Goo? me lo aclaran, no lo recuerdo.
—¡Majestad! —la Dama Kim sonó alterada —e-está bien si no lo quiere ver —bajó su voz hasta casi ser un susurro —pero si alguien más lo escucha expresarse así de su propio hijo, no creo que sea bueno.
Aunque su rostro no lo demostró, Tae Young estaba sorprendido por saber que tenía un hijo, y se regañó a sí mismo por ser imprudente y preguntar demasiado directo sobre quién era el príncipe Won Goo, pero en realidad no pensó en aquella posibilidad, es decir, nadie lo había mencionado antes hasta ahora y no lo había visto a su alrededor tampoco, así que creyó que de quien hablaban era alguien externo al palacio y que podía considerarse normal que no lo recordara.
—Eh... —dudó.
—Mañana informaré que la visita del príncipe debe posponerse por su salud.
La Dama Kim sonaba comprensiva.
—No, lo recibiré.
—¿Está seguro?
—Sí.
Pudo ver como las cejas de la doncella Jo se movieron un poco en sorpresa, pero ella no dijo nada, sino que continuó peinando su cabello. Tae Young no le dio gran importancia, no creía que algo pudiera ir mal si tuviera que ver a su propio hijo.
Ese hecho ahora le hizo preguntarse sobre cuántos años exactamente estaba casado con el Emperador, ¿su hijo era un niño, un adolescente o un hombre?, y a pesar de su pregunta comenzaba a creer que eran las dos últimas, ya que el príncipe permanecía lejos y al parecer sólo lo veía durante sus visitas.
Suspiró mientras veía su rostro en el espejo, éste todavía lucía joven, sin embargo, si tenía un hijo ya adolescente le hizo considerar dos opciones, o se casó demasiado joven, o no aparentaba su verdadera edad, aunque él creía que era la primera opción. Antiguamente eso era tan común, y si al parecer él y el Emperador no se casaron por amor, lo más probable era que su matrimonio fue arreglado por sus padres cuando tal vez ellos eran adolescentes o desde sus nacimientos.
Después de haber dicho que no recordaba a su propio hijo, Tae Young se llenó de valor para preguntar por la edad del príncipe, al parecer si hacía eso no podía ser peor que decir que no lo recordaba, pero las palabras no alcanzaron a salir de sus labios cuando las puertas de su alcoba se abrieron, dejando ver la figura imponente del Emperador ahí, este parecía furioso mientras lo observaba.
—Majestad —las dos mujeres hicieron una reverencia.
—¡Fuera! —ordenó con voz firme.
Tae Young no las vio dudar ni un segundo sino que obedecieron, y solo por un momento llegó a preguntarse sobre la lealtad de ellas hacia él, ¿era real o si el Emperador daba una orden que significaba traicionarlo lo harían? ¿lo traicionarían así de rápido como salieron en ese momento?
—¿Puedo preguntar cuál es la razón de tener el honor que el Emperador esté mi alcoba? —inquirió sarcástico cuando las puertas se cerraron.
También ahora sabía que el Emperador no lo visitaba en su alcoba hace mucho tiempo, al menos no de una manera íntima, y él se dijo que eso estaba bien, haría las cosas más fáciles para él, es decir, aunque el hombre tenía un rostro guapo y si no se equivocaba, su cuerpo también estaba en buena forma, no le gustaba la idea de intimar con el esposo de alguien más, porque así estuviera en su cuerpo, ese no era su pareja.
Tae Young se levantó de su lugar y caminó con pasos lentos, tenía una pequeña sonrisa burlona en sus labios. Durante el banquete había disfrutado tanto verlo enojado. Lo que no esperó fue que el Emperador levantara su mano y con el dorso de esta lo abofeteara.
El golpe fue tan fuerte y lo tomó desprevenido que terminó en el suelo, sosteniendo su mejilla que ahora estaba roja.
—¡¿Qué pretendía su Majestad al presentarse hoy en el banquete y humillarme?!
El tono usado era duro, y Tae Young odió la manera tan imponente en que el Emperador se veía parado a un lado suyo y él teniendo que mirar desde el suelo, por lo que se levantó tan rápido como pudo, e intentó ocultar el hecho de que la bofetada realmente dolió.
—¿Qué pretendía yo?, más bien, ¿qué pretendía su Majestad al invitarme si no quería que fuera?
El Emperador apretó sus puños resistiendo a aquel deseo de volver a golpearlo e, intentando no mostrar la sorpresa que le provocaba la manera en que el Rey Tae Ho le estaba respondiendo, cuando en su lugar lo normal hubiera sido que lo escuchara y bajara su cabeza, aceptando todo lo que él tuviera que decir, pero al parecer ese día quería actuar demasiado valiente.
También parte de lo normal era que el Rey Tae Ho en último momento decidiera que no quería asistir al banquete y le enviara a avisar que no iría, y más si estaba la concubina Shi, y las pocas veces que era visto sentado a su lado era cuando había asuntos oficiales que tratar y su presencia era requerida por una imagen que guardar.
—Para una próxima vez, si su Majestad no me quiere a su lado en un banquete es más fácil que no me invite
—¿Cómo se atreves a hablarme así? —gruñó
—¿Qué? ¿Herí los sentimientos de su Majestad? ¡Imagínese cómo me sentí yo si al llegar al banquete encuentro a una concubina en el lugar que me corresponde a mí!
Tae Young se mostró lo más firme que pudo, y se dijo mentalmente que el dueño real del cuerpo debía de agradecerle que exigiera sus derechos. Si bien, él nunca había sido una persona que le gustara menospreciar a otros por un estatus social, en ese mundo era el único respaldo para no permitir que lo humillaran.
—Si su Majestad cree que tiene el derecho de reclamar un lugar, me parece que también debe recordar sus obligaciones.
La mandíbula del Emperador estaba tensa, y Tae Young sabía que eso podía significar todo el esfuerzo que hacía para quizás no lanzar un segundo golpe, así que dio un paso atrás.
—¡Guardias! —gritó el Emperador.
No pasó ni un minuto y los guardias habían irrumpido en la alcoba, haciendo una reverencia.
—El Rey Tae Ho no podrá salir de su palacio y el príncipe Won Goo lo visitará tres veces a la semana durante un mes.
El tono usado era como quien dictaba una condena, y si bien Tae Young entendía que el no salir de su palacio podía ser considerado un castigo, no comprendía la razón de que en la misma línea estuvieran las visitas del príncipe Won Goo, por lo que su ceño se frunció ligeramente, lo que fue tomado como su desacuerdo y eso hizo que el Emperador se volviera a sentir poderoso antes de irse.