Las mejillas de Tae Young estaban sonrojadas, dejando escapar un suave suspiro al sentir los labios del Emperador sobre su cuello, así como sus manos habían sido rápidas al deshacerse de su cinturón para desnudarlo; acciones que ya no le sorprendían al doncel porque se habían repetido tantas veces que perdió la cuenta de ellas, así como su resistencia iba siendo menor cada vez que ocurría. No importaba cuantas veces Tae Young le había dicho a la Dama Kim que tuviera vigilancia sobre su comida y que nada extraño fuese colocada en ella, porque los sirvientes del Emperador siempre encontraban la manera de alterar lo que comía, y él había intentado evitarlo, negándose a comer en ocasiones, pero al final el hambre podía más cayendo en una trampa ya conocida. Tae Young a veces creía que esa er