Tanner
Mierda, las cosas se me han ido de las manos. Esa reunión con el profesor de inglés no fue nada, eso no es lo que me preocupa. Es todo el asunto del guardián y la pupila. Me había preparado para reconocer al señor Robinson como la competencia, como otro hombre que compite por la atención de Daniela cuando me sorprendí a mí mismo. ¿Qué me pasaba? Estaba a mi cargo, por el amor de Dios. Claro, ahora tenía dieciocho años, pero eso no significaba que estuviera preparada para tratar con un hombre veinte años mayor que ella, y mucho menos con uno que se suponía que era su protector.
Y los acontecimientos de la semana pasada volvieron a cruzar mi mente. Dios, ¿Qué mierda me pasaba? Había sido tan ilícito, cómo me había enseñado su coño en la mesa, esas partes rosadas brillantes y húmedas
