Tanner
En cuanto entró Daniela, supe que algo era diferente. Era guapa, por supuesto, completamente apropiada con sus rizos castaños recogidos, lisa y elegante con blusa y falda. Pero el aire a su alrededor zumbaba de algún modo, incluso crepitaba, y sus ojos brillaban, burlándose de mí en cuanto entró en la habitación.
—Daniela, bienvenida—, le digo con suavidad, acercándole una silla. Mi escritorio es enorme, nada más que un gigantesco panel de cristal, lo bastante grande como para servir de mesa de conferencias si fuera necesario. La morena me sonrió cálidamente.
—Tanner, gracias por hacernos un hueco—, respondió, —Este es John Robinson, mi profesor.
Sonreí cortésmente, indicando la silla junto a Daniela. Daniela era tan magnética que apenas me había fijado en el hombre que estaba a
