CAPÍTULO 2

1562 Words
—Me alegra que cambiaras de opinión —dijo Adriana sonriendo. Minutos atrás me había encontrado haciendo eso que le había dicho, a ella y a Lucy, que no haría otra vez. —La capacidad de adaptación del ser humano en serio no tiene límites, o es lo que me parece ahora —dije. Era verdad, tras todo un día de ser nodriza de esa pequeña que, se suponía, cuidaría Lucía, ni siquiera me avergonzaba demasiado ser descubierta en el acto. Aunque la verdad es que seguía sintiéndome incómoda. —¿Me aceptas el trabajo? —preguntó la tía de esa pequeña que dormitaba entre mis brazos. —Voy a decir que sí, aunque siento que estoy cayendo en su trampa. Era así, y, tal como ella dijo al querer librarse de la acusación, yo sabía que todo había sido parte de un plan orquestado por la que me avergonzaba llamar mi mejor amiga, pues, al parecer, ella había elegido apoyar el otro bando, aunque ella alegara que estaba apoyando mi economía. Era cierto que hacía tiempo nada grande había ocurrido en mi trabajo. El último había sido casi un mes atrás, luego de eso lo que me mantenía eran las ventas por catálogo, cosas que en serio solo me daban para pasar el día; y que detestaba hacer. El comercio no era lo mío. » ¿Puedo cuidarla en mi casa? —pregunté intentando deshacerme del mayor número de incomodidades posibles. —Me temo que no será del todo posible —dijo—, el trabajo es de veinticuatro siete. No creo que a mi hermano le agrade la idea de que ella duerma en casa de una desconocida, de día creo que no habría problemas. —¿Qué es lo que hace la diferencia? —pregunté—, igual soy una desconocida, y ella pasará el día entero conmigo. ¿No es mejor si me siento cómoda? —La noche es complicada, supongo —dijo e hizo una pausa mientras pensaba en algo—…, déjame preguntar. Adriana tomó su teléfono y marcó un número del cual le contestaron hasta el segundo intento, ella dijo “Es sobre el cuidado de Mary” y no dijo más, escuchó algo y luego miró con asombro, que en segundos se convirtió en cansancio, su teléfono; y miró hacía mi con una sonrisa un poco difícil de explicar. » Dijo que me haga cargo de todo, así que probemos. Te traeré más ropa de la niña y, ¿necesitas algo más que ropa? —preguntó. —Artículos de higiene personal, supongo. —¿Un moisés? —No, pero supongo que un portabebés no estaría de más. Si va a pasar tanto tiempo en casa, necesitará donde dormir durante el día. Para la noche ambas usaremos mi cama, será práctico. —Muy bien, iré por todo y te lo traigo en un rato, también te dejaré una tarjeta para los gastos de la niña, y alguna emergencia. —De acuerdo, igual las emergencias van a tener que atenderlas mi compañera de piso, por hacer planes macabros a mis espaldas. Adriana sonrió, hice lo mismo. Hablar de una amiga, a sus espaldas, era refrescante. La usaríamos a ella mientras trabajaba el turno de noche. La mujer salió de mi casa y yo miré a una pequeñita que parecía no me daría demasiados problemas. Ilusa e ignorante que era. Cuando Adriana volvió con todo lo que había pedido, Mary seguía dormida, también lo estaba cuando se fue, pero, de rato, luego de despertar para comer de nuevo, no logré que se durmiera, a pesar de que parecía tener sueño, lo que la puso irritable y la hizo llorar. Me sentía desesperada. Una situación nueva y completamente ajena a mis conocimientos estaba volviendo realidad, uno a uno, todos los temores que ni siquiera sabía podía temer. Temí que le hubiese picado un bicho, por lo que le busqué por todo el cuerpo una señal de algo, sin saber qué buscaba en realidad y sin encontrar nada también. Temí que estuviera lastimada. Era la primera vez que cargaba a un bebé, ni conocimientos ni práctica, mucho menos maña, aunque estaba segura de haber sido cuidadosa, y cómo no, si cada vez que lo hice estuve temerosa. La moví lentamente para ver si su llanto aumentaba al detectar su lesión, pero ella lloró todo el tiempo, deduje que no había nada mal, o que se estaba desarmando y estaba mal todo. También temí que ella estuviera enferma, e intenté tomarle la temperatura sin siquiera tener idea cuánta era la temperatura ideal y sin tener un termómetro, solo pegué mi rostro a su piel terminando en comprobar lo que deducía, no tenía idea de qué estaba haciendo. Al borde de las lágrimas le marque a Lucía, ella me había metido en eso, ella tenía que ayudarme y, entre carcajadas que se burlaban de mí, explicó que estaba bien, que los bebés lloraban por todo y por nada, que tal vez lloraba porque desconocía el lugar en que ahora estaba y que, seguramente, yo encontraría pronto algo que la calmara y luego ella se dormiría de nuevo. Hice de todo para que ella se calmara, la tomé en brazos, la mecí, la puse en el portabebés, la mecí, la dejé en la cama, le canté pedazos de ridículas canciones que había visto en dramas y películas, pero nada hizo que ella dejara de llorar. La moví tanto que, al final, se me olvidó cuánto temía el lastimarla al tocarla. Lucía me encontró, a las siete de la mañana, con la niña sobre mis piernas flexionadas, que se levantaban y bajaban en un rítmico movimiento, y mis ojos fijos a la nada al punto de la desesperación. —Te supliré un rato —dijo tomando a una pequeña que ya no lloraba. La última vez se había dormido en esa incómoda posición, para mí, y temí que se despertara al moverla, por eso tenía rato soportando un calambre y el hormigueo en mis piernas. Durante toda la noche, ella había llorado intermitentemente; a veces comía y dormía, otras veces comió y lloró hasta quedarse dormida. Fue una noche desgastante, sobre todo mentalmente. » ¿Hace cuánto comió? —preguntó mi amiga luego de tomar a la niña. —Como quince minutos —dije un poco aliviada, pero un mucho de preocupada, de que alejara a esa pequeña de mí. —Bien, te despertaré en una hora. Descansa amiga, que habituarte a ser mamá sustituta va a tomarte un tiempo. —Te odio —le dije y rio a carcajadas, luego rio más fuerte al ver mi cara de susto al pensar que despertaría a una que ni se inmutó a pesar del estridente y horrible ruido que era la risa de Lucía. No me dormí, al menos no como me hubiera gustado. Desperté a cada ruido que escuché, pero no dejé la cama hasta que entró Lucía a “despertarme” para que me diera un baño y me refrescara. Cuando salí del baño escuché la voz de mi amiga que hablaba para alguien. Imaginando que no le diría a Mary que sobreviví la noche, aunque le había marcado como mil veces, fui a la cocina donde se escuchaban las voces. —No te ves tan mal —aseguró Adriana al verme entrar a la cocina—, mi primera noche fue tan mala que yo estaba llorando cuando mi madre fue a rescatarme. —Yo también lloré —confesé acercándome al comedor para tomar una silla—, solo que nadie vino a rescatarme y nadie se dio cuenta. Sonreímos, a pesar de su preocupación y de mi terrible dolor de cabeza. —Vas a acostumbrarte —aseguró Lucía—, luego podrás dormir cuando ella duerme y estarás menos agotada. Mis ojos se abrieron enormes. Pensar en dormir mientras nadie vigilara a la bebé me sonaba impensable. Sería porque no era mía, en realidad, y debía darle cuentas a alguien más, pero sentía que no debía quitarle los ojos de encima en ningún momento. ¿Qué haría yo si algo le pasaba? Lucía sonrió. » Es normal tener miedo —dijo—, en serio que te vas a adaptar. Pronto vas a ver que es improbable que le pase algo solo por quitarle la vista de encima medio segundo, así que parpadea, o se te van a resecar los ojos. —Sí te habitúas —apoyó Adriana—, yo lo estaba haciendo. Esta última semana no fue tan mala como la primera, y solo hay tres semanas de diferencia entre ambas. —¿La cuidas desde hace un mes? —pregunté y Adriana asintió. —¿Puedo preguntar qué pasó con la mamá de la bebé? —cuestioné recibiendo de buena gana el desayuno que mi amiga había preparado, desayuno que su amiga ya estaba consumiendo. Adriana me miró, luego a Lucía y, después de suspirar, volvió a mirarme para responder mi pregunta. —Ella murió —dijo apenada—, voy a explicarte todo bien, pero será más tarde. Necesito ir a trabajar ahora. ¿Te parece si ceno con ustedes? La última pregunta no fue hecha para mí, así que no fui quien respondió. Lucía dijo que pediría algo y ahí terminamos una charla que se había sentido demasiado incómoda para haber sido tan corta. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD