Cierra la boca o se te meterán las moscas.
Mejor… tu deja caer las barreras y…
Inevitable atracción
Camila resopló ahogada con todo lo que estaba viviendo en ese momento, lo único positivo que había resultado de todo era que su hija estaba recibiendo una educación acorde a sus capacidades intelectuales, pensar en eso le hacía respirar un poco más aliviada, sin embargo, al ver el rostro de Lucas su estrés aumentaba de grados instantáneamente.
Se sentía atraída, ya no podía negarlo, sobre todo después de haber despertado durante la noche sudorosa, con la respiración agitada y sintiendo los estragos del orgasmo que había experimentado mientras dormía. Maldijo en silencio al sentir como su cuerpo reaccionaba con solo pensar en sus aventuras nocturnas.
Su lengua se paseó por su labio inferior antes de tragar saliva.
Sacudió la cabeza y espantó sus pensamientos antes de pararse delante del espejo y observar su imagen. El vestido se le ajustaba perfectamente al cuerpo, el escote profundo ayudaba a que su cintura se marcara debajo de sus senos. No llevaba brasier, y aun así su pecho mantenía firmeza, se recogió el cabello en un moño de medio lado y adornó su cuello con un fino y delicado collar.
No parecía ella misma, debajo del maquillaje y, sin embargo, sonrió a la hermosa mujer que le regresaba la mirada.
—Te ves muy bonita mami —pronunció Sofía sentada en la cama observando a su madre.
Aunque a Sofía le había gustado su vestido, declinó a la idea de asistir a la fiesta, prefería quedarse en casa y entretenerse en sus deberes escolares o leyendo alguno de los libros que había en la biblioteca de Lucas.
—No sé, no estoy acostumbrada a vestirme, de esta manera —respondió dubitativa y se balanceó de uno a otro lado para observar cada detalle en su imagen—. ¿Segura de que no quieres ir? —preguntó de nuevo.
Sofía quiso responder de nuevo: "No", pero en ese momento Lucas tocó la puerta provocando que Camila diera un respingo.
—Adelante —tartamudeó y se preparó para ver su reacción, no obstante, el corazón le martilleaba con fuerza dentro del pecho.
La puerta se abrió. Lucas entró y al instante se quedó mudo. Las palabras se extinguieron en sus labios, el rostro le mudó de gesto, su mirada se nubló. Tuvo que tragar saliva aunque su boca se había quedado seca. Por un instante, un eterno instante, su mirada no se pudo apartar del cuerpo de Camila, lo recorría de arriba a abajo una y otra vez, obligándose a detenerse en sus ojos.
En esos ojos que le hacían perderse en lo profundo de un abismo.
Separó los labios para decir algo, sin embargo, de su boca no salió ningún sonido. Una risilla se dejó oír y ambos adultos giraron la cabeza hacia la fuente del sonido que los devolvía a la realidad.
—Tú también te ves muy bien, Lucas —señaló Sofía ignorando las miradas de ambos.
La niña negó con la cabeza y se puso de pie para irse.
—Gracias —atisbó a decir antes de que la niña desapareciera.
Devolvió la mirada hacia Camila que le observaba con las mejillas encendidas.
—¿Cómo me veo? —musitó ella bajando la mirada.
—Perfecta —jadeó, he hipnotizado por ella, se acercó un poco hasta donde estaba.
Elevó su mano y acarició el rostro de Camila, que cerró los ojos disfrutando del contacto. El tiempo se detuvo en ese momento, sus corazones se sincronizaron y el deseo se hizo presente; fuerte e intenso.
Lucas acercó su cara a la de ella, pero en vez de ir directo hacia su boca, bajó a un costado y saboreó la suave piel de su cuello.
—No sé qué es lo que estás haciendo conmigo, pero te juro que me tienes como a un maldito perro a tus pies —confesó en un susurro muy cerca de su oído.
A Camila las palabras le sabían a dulce, a pesar de no haber sido el cumplido más elegante de la historia. Las manos de ella se aferraron a las solapas del saco de Lucas con timidez, precipito su cuerpo un poco más hacia el de él, sentía la necesidad de entregarse, de hacer realidad su fantasía, más hizo un esfuerzo más allá de su capacidad para resistirse y esta vez cambiar la posición de sus manos por una de resistencia.
—Creo que es mejor que salgamos —objetó con un tono de voz tan débil e indeciso que Lucas tuvo que luchar contra sí mismo para no ignorar la petición que le hacía la parte razonable de ambos. Ella.
Pasaron varios segundos antes de que Lucas soltara la cintura de Camila y se alejara de ella un par de pasos. Le dolía el cuerpo por el esfuerzo. Al cruzar sus miradas un gemido escapó de los labios de Camila, los orbes negros de Lucas estaban dilatados y se veían mucho más oscuros de lo normal, el infinito se reflejó en ellos y ella ansió perderse en esa profundidad.
—Si no salimos ahora mismo, no sé si pueda continuar comportándome como un caballero —decretó con la voz ronca.
En el rostro de Camila podía verse la duda, el miedo y el deseo.
—Estoy lista, podemos irnos —balbuceó y se apuró a tomar su bolso antes de salir de la habitación.
Sentía que sus piernas eran de gelatina, se tambaleaba a cada paso que daba y no estaba segura de poder llegar hasta la entrada sin caerse, sin embargo, no solo llegó, sino que tuvo la resistencia suficiente para llegar hasta el auto que los esperaba.
Ella subió luego de que su esposo le abriera la puerta y se mantuvo en silencio reflexionando sobre lo que acababa de suceder y lo que había pasado con ella la noche anterior. Era obvio que sus hormonas estaban desatadas, desde que dejó a Santiago se había dedicado a cuidar de su hija, nada en el mundo era más importante para ella.
Por su parte, Lucas pensaba en el juramento que se había hecho hacía tanto tiempo, no entendía lo que le pasaba con ella, no era una simple atracción, pasar una noche con ella no sería suficiente para satisfacer el deseo que se despertaba en su interior, además estaba ese sentimiento extraño que se apoderaba de él cuándo compartía con las dos. Su casa, por tanto tiempo: fría y solitaria, ahora se sentía calidad.
El auto avanzaba por la carretera con la misma velocidad que el pensamiento de ambos cambiaba de una idea a la otra, sin apartarse nunca del punto central de todas sus inquietudes; el de ella, su hija, Sofía; el de él, mantenerse alejado del amor y avanzar en su carrera.
La mansión del señor Roberto, estaba ubicada en el corazón de Woodland Hills, sobre media hectárea de terreno. Una hermosa propiedad que había sido renovada por la señora Miller y que contaba con todas las comodidades posibles. El baile se llevaría en el patio trasero, la esposa del jefe de Lucas había mandado a instalar dos toldos cerrados juntos que se abrirían a media noche, más una tarima en la que los invitados podrían bailar sin dificultad.
—Tienes que usar esto —dijo Lucas rompiendo el silencio.
Camila giró la cabeza al escuchar la voz de su acompañante. Una sonrisa se formó en sus labios al ver los antifaces.
—Podrás dejarlo de usar luego de media noche —aclaró—, cosas de la esposa de Roberto —añadió luego de estragarle el de ella y tomar el suyo.