Capitulo Doce

1278 Words
Se cayó tu helado y lo besó el diablo. Encuentros indeseables Al bajar del auto ambos llevaban puestos sus antifaces a juego, el de ella era en tonos dorados y rojizos, el de él en el mismo tono dorado con algunas líneas negras formando figuras por toda la superficie de la misma. Camila sintió una descarga eléctrica cuando Lucas la tomó de la mano para entrar, un extraño hormigueo se extendió por su abdomen provocando que sus piernas se sintieran débiles al instante. Atravesaron el espacio con el corazón latiendo muy rápido, porque no solo ella había sentido la descarga, Lucas también se encontraba luchando internamente para poder controlarse esa noche y no echar a perder todo. —Sonríe —musito Lucas y automáticamente ella curvó sus labios dejando al descubierto una perfecta hilera de dientes blancos. Lucia hermosa y feliz de estar al lado de su esposo. La atención de algunas personas se fijó en ellos y no se apartó hasta que los vieron acercarse a la pareja Miller y saludar. Una en especial continúo sobre ellos, una que hallaba algo familiar en la sonriente mujer que se pavoneaba encantada al lado del nuevo CEO de LS Electronic. El dueño de esta mirada apuró el trago que sostenía en su mano y se acercó hasta las dos parejas que mantenían una conversación bastante amena. —¡Supongo que este es el caballero del que tanto me has hablado! —El timbre de voz hizo que el cuerpo de Camila se pusiera tenso al instante, su sonrisa natural un segundo antes se convirtió en algo rígida y sus ojos semi ocultos por el antifaz se abrieron como platos. —¡Santiago! —Saludó de nuevo el jefe de Lucas al ex de Camila—. Te presento a Lucas Cromwell y a su linda esposa, Camila Cromwell. Camila se tuvo que sostener del brazo de Lucas cuando sintió que el aire le faltaba, se tambaleó ligeramente al tiempo que toda la sangre de su cuerpo se agolpaba en su pecho. Una línea de sudor bajaba por su escote cuando tuvo que tragar para pasar el mal sabor de boca. —¿Te sientes bien? —Se apresuró a preguntar Lucas al notar la reacción de Camila. Aun con el antifaz puesto se podía notar la palidez de su rostro y la mirada asustada que se pintaba en sus orbes azules. Camila no respondió, no podía hacerlo, se había quedado tan muda como una estatua, sus pulmones habían dejado de funcionar, retrocedió un paso ante la preocupación de todos y sin poder evitarlo sus ojos se cerraron. Lucas la sostuvo antes de que pudiera tocar el suelo. —¡Santos cielos! —Exclamo la señora Miller—. Llévala adentro, pediré que nos lleven algo para hacer que despierte —Roberto subió con Lucas para mostrarle el camino mientras su esposa se perdía con dirección a la cocina. Por su parte, Santiago se quedó observando cómo se llevaban a su esposa, porque ya no le quedaba duda, esa era su mujer fugitiva. De pronto sintió ira al imaginar que otro disfrutaba de su cuerpo, que otro la hacía gemir de placer. Camino hasta la barra y pidió un trago sin hielo y se lo tomó de un solo golpe antes de ir por su esposa para largarse del lugar. Tenía que pensar en lo que debía hacer ahora que había encontrado a la madre de su hija. Definitivamente, la quería de vuelta, no le importaba como. —¿Por qué nos vamos? La fiesta apenas comienza —se quejó su esposa mientras era remolcada por él. —Por qué se me da la gana —bufó sin dar más explicaciones. —¡Pero yo no me quiero ir! —insistió la mujer. —Bien, quédate. Pero yo me largo —sentenció al tiempo que llegaba su auto. Rodeo el vehículo luego de recibir las llaves, su esposa subió rápidamente antes de que él se largara y la dejara tirada, no comprendía que era lo que había sucedido, todo estaba bien hasta que se acercó a su amigo y esa mujer se desmayó, es imposible que algo como eso le hubiese cambiado tanto su humor. »Roberto le habrá dicho algo que no le gustó —pensó, pero no tenía modo de saberlo. Lucas depositó a Camila en una de las habitaciones de la mansión y a los pocos minutos apareció la esposa de su jefe trayendo consigo alcohol y un algodón. Estaba preocupado por ella, cuando habían salido de la casa ella lucia bien, de hecho cuando llegaron ella no mostró ningún síntoma de malestar, solo hasta que ese tipo se acercó a ellos. —No quiero ser muy optimista Lucas, pero mi esposa solo se enfermaba así de pronto cuando estuvo embarazada de nuestra hija —dijo Roberto y él tuvo que sonreír incómodo, porque de ella estar embarazada no sería de él, además hasta donde sabía ella no estaba con nadie. —No te apresures querido, seguro fue el calor, tuve que haber mandado a abrir los toldos hace rato, pero me entretuve con los invitados —expuso la mujer y Lucas se mostró más conforme con esa hipótesis. Lucas se acercó de nuevo a la cama cuando vio que su esposa empezaba a reaccionar. Tosió un poco y luego abrió los ojos con lentitud. En ese momento él sintió que volvía a vivir. —Vamos querido, démosle espacio —susurró la señora Miller conmovida por el amor que se reflejaba en los ojos de Lucas. Roberto asintió y salió con su esposa de la habitación. —El amor todavía existe entre los jóvenes —dijo una vez estuvo a fuera y rodeó la cintura de su esposa con una mano. —¿Qué se hizo? ¿En dónde está? —cuestionó ella como si hubiese visto a un fantasma minutos antes. —¿A quién te refieres? —Al hombre que se acercó a saludar a Roberto, es el padre de mi hija —dijo con la mirada temblorosa. Lucas cerró los ojos y agachó la cara. Lo que no quería que sucediera ya estaba pasando y no podía hacer nada para contener el avance del destino. —No me siento bien, por favor vámonos —suplicó—, necesito estar con mi hija —Lucas Asintió y llamó a Roberto para pedirle que lo ayudara a salir sin ser visto, su esposa no se encontraba bien y prefería llevarla a casa. Se disculpó por tener que retirarse y le prometió estar el lunes a primera hora en la empresa. —No te apures, la esposa es siempre primero, ve y cuida de ella y si necesitas más tiempo no dudes en decirme. —Gracias Roberto, pero te doy mi palabra de que el lunes estaré en la oficina, no quiero aprovecharme de nuestra amistad. —Como quieras, pero mi propuesta se mantiene. Se dieron un apretón de mano como despedida y Lucas se marchó llevando a su esposa con él. Camila iba sumida en sus pensamientos, como si no pudiese apartarse en ese momento de los recuerdos. Una lágrima resbaló por su mejilla y sin ningún motivo le dolió a Lucas ver que ella sufría por otro hombre. En poco tiempo llegaron a casa, ella corrió al cuarto de su hija y en silencio se metió en su cama, la niña despertó, pero Camila la envolvió con sus brazos y la arrullo hasta que ambas se quedaron dormidas de nuevo. Lucas las observaba desde la puerta y comprendió que ella no lloraba por él, sino por su hija, tenía miedo de que se la quisiera quitar.
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