Capitulo Nueve

1233 Words
Vamos, habla… mi helado se derrite. Lento, un lento y acalorado beso. Los ojos de Lucas destellaron al escuchar las palabras de Camila, sin embargo, se limitó a limpiarse con la servilleta para posteriormente ponerse de pie e invitarla al despacho mientras sus labios dibujaban una sonrisa ladeada que hizo estremecer a Camila. Ella dejó salir todo el aire de sus pulmones antes deponerse de pie y seguirlo pensando en qué demonios había pasado por su cabeza cuando acepto ayudarlo a cambio de dinero «Claro en el dinero» se dijo mentalmente y camino en silencio hasta el despacho, luego de entrar cerró la puerta y espero a que él abriera la boca de nuevo. La pregunta y el cambio de actitud de Camila dejó un poco desconcertado a Lucas, sin embargo, eso no fue razón para cambiar de postura. Era cierto que él necesitaba conocer un poco más a su supuesta esposa, pero ese no era el único motivo que lo empujaba a querer estar a solas con ella. Si no esa extraña sensación que no le daba tregua desde el momento que la conoció. La sonrisa que había visto desde lejos, la maraña de cabello cayendo en cascada a ambos lados de su rostro, el azul tan infinito y brillante de sus ojos, su piel clara, todo había conspirado desde ese momento para que él se sintiese atraído de una manera absurda hacía ella. Fijó sus ojos en ella y se cuadró de hombros antes de hablar: —¿En dónde está el padre de tu hija? ¿Representa un problema para nuestro trato? ¿Por qué no estás con él? —Lucas escupió las preguntas una detrás de la otra sin apartar la mirada de ella, por lo que a la mención del padre de Sofía, se dio cuenta de cómo el cuerpo de Camila se estremeció. Por su parte, Camila se arrepentía por vigésima vez de haber aceptado ayudarlo, Santiago no era un tema que quisiera tocar con un desconocido. La humillación, los golpes y los insultos estaban muy vivos en su memoria, no importaba cuánto tiempo hubiese pasado, ella no podía evitar sentir dolor, de verdad había amado al padre de su hija, para ella él había sido el sol que iluminaba su vida cada día y recordar como ese sol se apagó en menos de un segundo para enseñarle lo cruel y despiadado que podía ser provocaba que sus ojos ardieran con el escozor de las lágrimas. —¿De verdad necesitas saber eso? —indagó queriendo evitar esa conversación y bajo la mirada por temor a que Lucas se diera cuenta de cuanto le afectaba hablar del padre de su hija. —No te estoy pidiendo que seas específica, ni que me des sus datos o su dirección —aclaró acercándose a ella—, lo único que me importa es que esto salga bien y quiero estar seguro de que tu ex, sea quien sea, no implica un obstáculo en mis planes. —El aliento de Lucas impacto de lleno sobre el rostro de Camila que sin darse cuenta gimió involuntariamente. La tensión se sentía en el ambiente, el deseo de probar los labios del otro era palpable, unos pocos centímetros los separaba. Camila levantó su cara y Lucas inclinó la de él, de modo que solo hacía falta un pequeño movimiento para que el deseo quedará satisfecho. —Yo... —intentó decir algo, pero su cuerpo, siendo mucho más atrevido que sus palabras, se movió tan rápido que no le dio ni tiempo a reaccionar. Cuando quiso protestar su lengua ya bailaba con la de Lucas y sus manos se enrollaban en su cuello. Se colocó de puntillas para poder profundizar el beso. Por su parte, Lucas se sintió flotando en una nube, sus manos temblorosas sujetaron la cintura de Camila al tiempo que iba a su encuentro bajando más la cabeza para disfrutar mejor del delicioso sabor de su boca. El beso era lento y pausado, como si ambos temiesen que al dejarse llevar la rapidez con la que sus almas se consumían en ese momento, también se consumiesen en sí mismas las descargas eléctricas que corrían libres por sus cuerpos. Camila se sintió necesitada, con deseos de que Lucas llenase cada rincón de su piel, al tiempo que la cabeza del hombre que la besaba estallaba con cientos de preguntas y emociones que tenían un solo punto de partida, ella. De pronto y como un haz de luz que iluminó la cordura en Camila, esa parte del raciocinio que no se dejaba deslumbrar por un perfecto beso o quizás sí, y fue lo que provocó que ella terminara con el contacto de manera brusca. Sus pies retrocedieron un par de pasos, sus pupilas estaban dilatadas y su respiración era errática. —¡Esto no está bien! —dijo más fuerte de lo que pretendía. Su voz sonó llena de dolor, como si haberse dado cuenta de lo mucho que disfrutaba una herida se abriera en su pecho. La verdad es que el corazón de Camila aún no había sanado. Lucas, por su parte, lanzó un rugido desde lo más profundo de su pecho cuando el goce del que estaba disfrutando se desvaneció sin previo aviso. Las manos le hormigueaban, y su cuerpo estaba despierto, hambriento, con ganas de más. De mucho más. Lo que habían sentido había sido mucho más fuerte que la noche en la casa de Camila. Ella tenía el pulso acelerado y jadeaba, sentía un calor propagarse por su cuerpo desde su intimidad, él luchaba por controlarse, luchaba consigo mismo para evitar cometer una locura, aunque lo único que deseaba era continuar teniéndola entre sus brazos, desvestirla lentamente y hacerle el amor pacientemente, recorrer su piel, devorarla en vida y hacerla su mujer. —No podemos, no puede… —¿Qué te lo impide? —Salió de la boca de Lucas. —Tengo una hija —dijo sin entender ella misma—, lo nuestro es solo un trato, no puede ser diferente —agrego ilógica, o tal vez haciendo uso de la poca lógica que le quedaba para lanzar palabras que aunque eran las que quería pronunciar, salían de manera confusa. —No veo por qué no podamos hacer más atractivo el contrato, te puedo dar más dinero —decreto Lucas haciendo que la venda de la pasión se cayese de los ojos de Camila. Su cuerpo tembloroso recuperó el control, la tensión s****l que sentía se evaporó y las ganas que emanaban desde su centro se convirtieron en ira. La mirada que un segundo antes le dedicara ahora reflejaba: desdén, desprecio, odio. —No me voy a convertir en tu juguete nocturno por unos cuantos dólares —dijo con los dientes apretados y controlando las lágrimas que se peleaban por salir—, y ni te imaginas cuanto me arrepiento de haber aceptado trabajar para ti, eres despreciable… La voz se le ahogó, una lágrima rebelde al fin se escapó de sus ojos. Se sentía estúpida, humillada, sucia. Ni siquiera Santiago la había tratado como a una mujer de la calle, pese a que fue la amante, mientras estuvo viviendo bajo su engaño, él le había dado el lugar que ella se merecía. Lucas cerró los ojos con fuerza al darse cuenta de la idiotez que acababa de cometer y maldijo internamente el haberla tratado de esa manera.
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