Es dulce y amargo, como el sabor de tus labios luego de que las lágrimas los bañen. El corazón me arde por el abrazador calor de lo que tú produces en mi interior y ni todo el helado del mundo puede apagar este incendio que se propaga en todo mi ser.
Primero soy madre
Lucas mantenía la mandíbula apretada y sus manos se habían convertido en puños luego de que Camila le contara lo que había sucedido esa tarde en su trabajo, el deseo de salir en busca de Santiago y partirle la cara le subía por la garganta, sin embargo, se mantenía en el mismo sitio por orden de ella.
—Tienes que dejar ese trabajo, no puedo estar siempre a tu lado y si ese tipo te hace algo soy capaz de…
—Tú no harás nada y tampoco voy a dejar mi trabajo, no puedo hacerlo —exclamó Camila con las mejillas enrojecidas, por lo que acababa de escuchar.
—¡Claro que puedes dejar ese trabajo mediocre! —gritó saliendo de sí y entonces se dio cuenta de lo que había hecho.
—Lamento no ser la directora general de una gran empresa, aunque no lamento tener el puesto que tengo gracias a mi trabajo honesto y dedicado. —Tragó saliva para deshacer el nudo que se había formado en su garganta—. No me hizo ni me ha hecho falta mentirle a mi jefe para que confíe en mí, nunca he aparentado ser algo que no soy y si soy mediocre por eso, entonces no me queda más que llevar mi título de mediocre con orgullo.
—No quise decir eso… yo solo intento hacerte entender que tu seguridad y la de Sofía es mi responsabilidad ahora.
—Te agradezco, pero lo mejor es que evitemos hablar sobre Santiago, solo yo tengo que resolver mis problemas con él, tú simplemente eres mi jefe en mi segundo empleo.
Esas palabras le dolieron a Lucas en lo más profundo de su pecho, donde sentimientos que él deseaba evitar ya habían echado sus raíces.
—Por favor… —pidió, pero no sabía que exactamente era lo que pedía.
—No, tú y yo tenemos un acuerdo y así debe seguir, permitirnos sobrepasar una línea significa que alguno de los dos sufrirá y yo tengo una hija de cinco años en la que debo pensar, primero soy madre.
Lucas intentó decir algo, pero sus labios se resecaron y de su garganta no salió ni un solo chirrido. Asintió en su dirección y ahogo en su pecho toda la ira que sentía hacia Santiago por lo que había hecho ese día.
»Gracias por querer ayudarme, pero es mejor así... ya haces mucho por nosotras —añadió Camila intentando suavizar la tensión, pero Lucas la miró con los ojos apagados y juntó los labios en una fina línea.
—No hago nada por ustedes, es tu p**o —dijo sintiendo que el corazón golpeaba con fuerza dentro de su pecho—, tú lo acabas de decir, existen límites que no debemos sobrepasar y lo mejor para evitarlos es recordarnos a cada momento que esto es solo una transacción laboral. —Se dio la espalda y se marchó hacia su despecho.
No huía de Camila o lo hacía para hacerla sentir peor de lo que él ya se sentía, simplemente odiaba ver como sus ojos se cristalizaban cada vez que él se comportaba como un imbécil con ella.
Camila se quedó de pie viendo como Lucas se alejaba, las lágrimas contenidas le quemaban en los ojos, el pecho le dolía y respirar le ahogaba, se tuvo que sostener del respaldo de un mueble para evitar caerse. Últimamente, su vida se mantenía en un sube y baja de emociones que estaba por hacerle explotar la cabeza, por un lado, estaba todo lo que Lucas le hacía sentir, el deseo que él la abrace y la bese a plenitud y por el otro lado el temor a que la historia que vivió con Santiago se repitiera.
Nunca supo si Sofía había visto cuando Santiago la estaba golpeando, jamás había tenido el valor de preguntarle, la niña estaba muy pequeña y es posible que si presenció la escena su mente demasiado inocente lo haya transformado en otra cosa, aunque no podía asegurarlo y tampoco quería comprobarlo haciéndola pasar por una situación semejante. Ella no conocía realmente a Lucas y no podía juzgarlo del todo solo por los pequeños momentos agradables que han compartido ni por las situaciones en las que la hace querer irse lejos.
Subió a la habitación de su hija cuando se hubo calmado, los pies le pesaban y se sentía cansada de cargar con el peso de la mentira, la aparición de su ex y no habérselo contado todavía a Sofía. Tocó la puerta y esperó a que la niña le diera permiso de entrar.
—Mami mira —dijo Sofía alzando delante de su madre un libro de matemáticas para niños de catorce años—, en la escuela me dieron esta guía y me pidieron resolver los problemas sencillos solamente y los difíciles dejarlos para hacer en clases, pero los hice todos —añadió, pero Camila únicamente la miraba a ella.
—Sofía, tenemos que hablar con respecto a tu papá —formuló y esperó la reacción de la niña.
Sofía bajó el libro y lo dejó sobre el escritorio de estudio para luego girarse en el asiento y quedar de frente a su madre. Camila soltó el aire de sus pulmones antes de hablar:
»Santiago nos encontró y quiere que volvamos con él. —Los ojos de la niña se llenaron de un sentimiento poco común en ella.
—Yo no quiero volver a vivir con él —decretó con seguridad Sofía.
Entonces Camila obtuvo la respuesta a la pregunta que siempre había tenido entre ceja y ceja.
—Es tu padre, ¿por qué no quieres que vivamos con él? —Camila tampoco quería regresar con su ex, pero necesitaba escuchar de los labios de su hija lo que ella ya sabía.
Sofía la observó con ojos grandes y vidriosos, negó, pero Camila insistió. Tal vez era cruel hacerla hablar de algo que le causaba tanto dolor, pero si de algo estaba segura era de que hablarlo era la única forma de superarlo sin importar la edad que se tenga, siempre lo mejor es hablar con alguien que te escuche.
—Sé que no te caíste ese día, él te pegó —susurró tan bajito que de no haber estado tan interesada, Camila jamás habría descubierto lo que esas palabras encerraban.