Capitulo Diecisiete

1055 Words
Mi sabor favorito es el de café: amargo, dulce y fuerte. Es el licor del triunfo, es el líquido que mis labios estarán saboreando cuando te vea caer… cuando los vea caer. Planes Mientras Camila, Lucas y Santiago formaban sus planes, los tres ignoraban que alguien más acechaba desde las sombras sin que ninguno supiera de su existencia, a pesar de estar delante de todos, fingiendo con su mejor sonrisa que nada sucedía, que nada que le afectaba. Sin embargo, la realidad era muy distinta a la que creían estar viviendo y todo porque esa mano invisible ya había empezado a entretejer los hilos a su antojo. Sentada cerca de la ventana de un café desde donde podía apreciar todo lo que sucedía en la calle, se encontraba Bárbara, la complaciente esposa de Santiago. Solo le bastó fijarse en el cambio de su esposo para darse cuenta de lo que estaba sucediendo y habiendo sido mucho más rápida que él, tenía en su poder toda la información necesaria para llevar a cabo su plan. Nunca antes una amante había sido tan difícil de eliminar, aunque debía de reconocer que esta vez no se trataba solo de una simple amante, Santiago había tomado todas las precauciones posibles porque Camila no se enterara de que él ya estaba casado, aun así, ella jamás permitiría que su perfecta vida se desmoronara por las debilidades de su marido. Tomo su taza la taza de café que reposaba sobre la mesa y la llevo a sus labios. —Si tengo que perder, al menos me voy a quedar con todo y tú saldrás de la ecuación querido —susurró para sí misma. Luego de que viera a Santiago marcharse pago la cuenta y salió del lugar. A Bárbara le importaba mucho el que dirán, cuando se casó se juró a sí misma nunca divorciarse y por esa razón se había convertido en ciega y sorda ante las infidelidades de su marido, pero esta vez intuía que las cosas se saldrían de control por lo que decidió tomar las riendas de su propio destino y en este punto únicamente le importaba conservar la posición económica que siempre había disfrutado además de quedar como la víctima de toda la situación. Monto en un taxi y se dirigió hacia donde había dejado su auto, una vez detrás del volante tomó el teléfono y escribió un mensaje, espero algunos segundos antes de que el móvil empezara a sonar con una llamada entrante, sonrió de medio lado y contestó. —¿Estás segura de lo que quieres hacer? —preguntó la voz masculina al otro lado de la línea. —Muy segura, no pienso quedarme de brazos cruzados viendo como Santiago destruye todo lo que he construido con años de mutismo y sumisión. —Fijó la mirada al frente—. Merezco salir de su mierda sin que me salpique. —Pero tú no has sido una santa del todo… tú y yo estamos conscientes de eso. —Los labios de Bárbara se curvaron. —Digamos que he sabido jugar mis cartas… pero no te pedí que me llamaras para hablar de nuestras correrías, sino del único asunto que importa ahora. —Me voy a encargar. —Perfecto, por ahora lo mejor es que nos mantengamos alejados por un tiempo, no nos conviene que nos vean juntos. —Detesto esta parte del plan, pero entiendo que es necesario. Se despidieron luego de un par de segundos y Bárbara se puso en marcha hacia su casa. Su plan era sencillo, destruir a la mujer que destruyó su matrimonio y acabar con el hombre que nunca la ha respetado, Lucas era solo un daño colateral muy necesario. Al llegar a su casa escucho el grito de su esposo llamándola desde el despacho, se escuchaba irritado. Por lo general, Santiago la utilizaba cuando algo le salía mal, sobre todo cuando sus amantes le hacían perder la cabeza. Nunca le había hecho el amor, al menos no como ella había deseado cuando se había convertido en su esposa, tardó un poco en darse cuenta de que la vida de casada que llevaba era solo la fachada perfecta para darle una a él una imagen de hombre confiable y respetable con el cual se pueden hacer negocios sin ningún cuidado. —¿Sucedió algo en el trabajo cariño? —cuestionó con voz sumisa. —Sí, necesito que me ayudes a liberar tensión —pronunció al tiempo que la tomó del brazo y tiro de ella con fuerza. Sus cuerpos chocaron bruscamente, pero ella no se quejó, por el contrario, siguió los movimientos de su pareja de manera tan natural que Santiago jamás podría imaginarse que entre sus manos se encontraba la tormenta que pronto lo destruirá por completo. Ambos se entregaron a la pasión, a la lujuria envuelta en pensamientos tan distintos y alejados el uno del otro que a ninguno les importo que en su encuentro apasionado el amor fuese un sentimiento relegado a los intereses económicos que realmente constituían ese matrimonio. Bárbara provenía de una familia adinerada, su madre siempre le dijo que debía callar por el bien de su matrimonio, sobre todo cuando Santiago llego a la familia, el padre de ella enseguida lo acogió como un hijo más y lo impulso a formar su propio negocio, ella no tenía nada a su nombre, lo único que poseía era el respaldo económico de su marido, pero eso iba a cambiar pronto, se convertiría en la dueña de todo, recuperaría la herencia que su padre le había dejado a Santiago y entonces su vida empezaría de nuevo. —Eres la mejor de todas —dijo Santiago sacándola de sus pensamientos—, siempre sabes complacerme como me gusta —agrego acariciando su cuerpo con libertad. —Eres mi esposo, se supone que debo estar para ti cada vez que me lo pidas —contestó complaciente y chupó el dedo que su esposo le presentaba. —No me he relajado del todo, pero estoy seguro de que tú podrás resolverlo. —Bárbara, sin pronunciar ni una sola palabra, se deslizó por el cuerpo de su esposo hasta quedar de rodillas en el piso mientras él se mantenía sentado en un sillón, hundió la cabeza entre las piernas de él y se encargó de hacer lo que le había ordenado.
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