Mis piernas se sienten casadas de correr detrás del camión de helados, aunque la verdad lo persigo para huir del demonio que me sigue desde las sombras.
Error
Habían pasado dos semanas desde que Camila se había convertido en la señora Cromwell, sin embargo, en su acta de matrimonio figuraba que tenía más de un año casada con Lucas. Cuando lo supo no quiso pedir una explicación, era obvio que había pagado para poder hacer que los registros cambiaran de esa manera, porque si de algo estaba segura era de que esta vez sí se había casado de verdad.
Camila se encontraba en su trabajo, era encargada de una tienda que vendía todo lo necesario para decorar un evento: desde una fiesta infantil hasta una boda. Camila se encontraba distraída con la lista de pedidos para surtir el negocio cuando todo su cuerpo se estremeció y su corazón amenazó con salírsele del pecho.
—Así que aquí es donde trabajas… no recuerdo que hayas tenido necesidad de esto cuando vivías en mi casa —dijo Santiago detrás de ella.
A la semana de haber firmado el acta de matrimonio, Lucas le sugirió dejar de trabajar, pero ella se negó a complacerlo, porque le gustaba su independencia económica, pese a que era bastante limitada.
—Y ese fue un error que no pienso cometer de nuevo mientras tenga vida —declaró ella reuniendo en su pecho todo el coraje que le era posible.
Obligó a su cuerpo a mantenerse firme, a no temblar como una hoja seca delante del padre de su hija, sabía que ahora contaba con el apoyo de Lucas, aunque no estuviese en ese momento a su lado.
—El único error fue no haberte domesticado dese el principio, pero admito que fue mi error uno que voy a corregir ahora mismo. —La tomó del brazo y tiró de ella con fuerza queriendo sacarla del lugar, no obstante, ella se resistió, forcejeó con él para evitar que la llevara a donde quería.
—Suéltame, no iré a ninguna parte contigo —afirmó retrocediendo, pero Santiago era mucho más fuerte que ella.
Sin embargo, pronto estuvieron rodeados de otros empleados que encararon a Santiago poniéndose de lado de Camila.
—¡Ella es mi mujer y me la llevo ahora mismo conmigo! —decretó y tiro con tanta fuerza que Camila rodó y se lastimó las ropillas al tocar el piso.
Uno de los compañeros de trabajo de Camila se adelantó y empujo a Santiago al tiempo que se cuadraba en caso de que tuviera que utilizar los puños.
—Se larga ahora mismo de mi establecimiento o voy a tener que llamar a la policía —dijo el jefe de Camila que también se acercó atraído por los gritos y el bululú de personas
Santiago clavó de nuevo su mirada en Camila que continuaba tirada en el piso, sus ojos se cruzaron con los de ella y se dio cuenta de que ya no ejercía ningún tipo de sentimiento o emoción en ella.
—Vas a regresar a nuestra casa, quieras o no —afirmó, antes de darse la espalda y salir exhalando irá por cada poro de su piel.
Solo entonces Camila se permitió flaquear, su cuerpo empezó a temblar convulsivamente, las lágrimas contenidas salieron a borbotones y el aire le empezó a fallar.
—Llévenla a mi oficina, Jessy, por favor, tráele un vaso con agua —pidió su jefe.
Arturo Rodríguez, el jefe de Camila, era un hombre amable, atento y caballeroso, servicial con sus empleados y siempre dispuesto a apoyarlos en todo lo que estuviese a su alcance, como la vez que p**o el tratamiento de la hija de Jessy, quien contrajo una infección de la piel bastante seria.
—¿Te encuentras mejor? —pregunto Arturo luego de que las lágrimas de Camila dejaron de correr y su respiración se volvió regular.
Camila tomó una respiración profunda antes de hablar.
—Lamento que esto haya pasado señor Rodríguez, ese hombre es el padre de mi hija y…
—Y quiere que vuelvas con él —concluyó su jefe, ella asintió—, si quieres un consejo —dijo y tomó su mano—, la felicidad, la paz y la tranquilidad no valen un hombre como él, eres una mujer fuerte que no se da por vencida tan fácil, el día que un hombre tome tu mano, debe hacerlo con respeto, con la intención de cuidar de ti y de tu hija, y entender que tú no necesitas de nadie para salir adelante. —Una nueva lágrima brotó de su mirada empañada, pero esta vez fue por agradecimiento—. Sal a trabajar cuando estés lista. —El señor Rodríguez salió de su propia oficina para darle un poco de privacidad, aunque también aprovecho para ir a ver a los otros empleados y agradecerles por haber defendido a Camila.
Ella no quería dejar su trabajo, le gustaba, pero tampoco quería ocasionarle problemas a su jefe con Santiago, sabía de lo que ese hombre era capaz o al menos podía imaginarlo, luego de lo que ella había vivido a su lado y lo que había visto en sus últimos encuentros.
—No quiero vivir con miedo ni huyendo cada vez que Santiago aparece en mi vida —dijo alzando la vista al cielo, aunque sus ojos solo veían el techo blanco de la oficina.
Luego de cinco minutos salió, agradeció a sus compañeros y retomó sus actividades, pero mientras Camila intentaba hacer que el resto del día fuese normal, la verdad era que cada vez que escuchaba que la puerta se abría su cuerpo se estremecía involuntariamente.
Por su parte, Santiago se quedó frente al establecimiento dentro de su auto, en tiempo récord logró descubrir que: Camila tenía menos de un mes viviendo con Cromwell, además de que consiguió que el arrendatario de la casa donde ella vivía antes le permitirá entrar y hurgar entre las cosas de Camila, aunque la verdad no tenía nada que buscar ahí, su incursión había sido solo para confirmar que efectivamente era en ese lugar donde ella y su hija vivían.
Se quedó esperando hasta que ella saliera, tenía intención de subirla al auto a la fuerza, sin embargo, cuando los empleados empezaron a salir, vio a Lucas llegar por ella, la primera en bajar y correr hacia el interior del establecimiento fue Sofía. Cerró los puños y golpeó con fuerza en el volante repetidas veces, pero por mucho que golpeara eso no liberó la furia que sentía reverberar en su interior.
—Vas a ser mía de nuevo, por las buenas o por las malas, voy a tenerte de nuevo solo para mí —sentenció observando como ella y su hija se marchaban con el imbécil que se las había robado—, Sofía siempre ha sido tu debilidad, será esa maldita mocosa la que te traiga hasta mí… es hora de volver a ser el padre amoroso. —Sus labios formaron una sonrisa tan siniestra que, de haberla podido ver Camila, habría sufrido un ataque al corazón.