Sí, Acepto

Capitulo Treinta

El amargo aroma de tu dolor lo voy a endulzar con las caricias y los besos que noche tras noche voy a dejar sobre tu piel y en cada una de tus lágrimas fugitivas.

Ya son novios

Su corazón empezó a arder, su alma le reclamaba que se quedara con ella, que la protegiera y le mostrara que ella valía mil veces más de lo que el mismo podía suponer, el deseo de acabar con Santiago reverberaba en su pecho, los puños le hormigueaban por ir por el imbécil que había golpeado a su mujer, pero la necesidad de protegerla, de tranquilizarla, de hacerla sentir segura eran más fuerte.

—Tú no eres la responsable de nada, fue él quien no te supo valorar, es el quien desprecia a las mujeres y las manipula a su conveniencia, solo un poco hombre puede jugar con los sentimientos y el amor de alguien que le entrega todo sin pedir nada a cambio. —Se dio la vuelta y la envolvió entre sus brazos.

Mientras se refugiaba en los brazos de Lucas, Camila se preguntaba porque no podía mostrarse igual de segura y fuerte que cuando estuvo delante de Santiago, estaba consciente que otras ocasiones también mantuvo una actitud desafiante con Lucas, sin embargo, algo había cambiado desde que decidió darse una oportunidad con él, desde que le dio paso a sus sentimientos todo había cambiado en su interior y solo podía sentirse a salvo estando a su lado.

—No haré nada que te angustie, pero te prohíbo que vuelvas a verlo estando sola y esto no se trata de desconfianza, sino de seguridad, ese imbécil es capaz de hacer cualquier cosa que te ponga en peligro y la verdad dudo que algo pueda hacerme razonar como una persona si esto vuelve a suceder. —Aunque se forzó porque sus palabras sonaran suaves, Camila podía sentir el latido fuerte y acelerado de su corazón, así como el temblor en sus miembros, sabía que él tenía razón, ella no podría hacerlo entrar en razón una segunda vez.

—Te lo prometo —musitó antes de sorber por la nariz.

—Ahora vayamos a la cama. —La soltó y la tomó de la mano para conducirla—. Descansa, te veré en la mañana. —Dejó un beso sobre su frente y dio un paso atrás.

—Quédate —pidió con un hilillo de voz.

Lucas no se hizo de rogar y en menos de un minuto ya estaban acostados los dos, él la abrazaba desde la espalda, envolviéndola con su calor mientras dejaba un reguero de besos sobre su mejilla. No hizo falta que sus cuerpos se desnudaran, o que él entrara en ella, para que ambos hicieran el amor en silencio. Fue suficiente el hecho de estar juntos, de complementarse mentalmente, de ser el apoyo que cada uno necesita en su vida, de saber que siempre que se necesiten estarán ahí.

—¡Sí! —Lucas y Camila se despertaron alarmados por el grito que resonó a su lado—. ¡Ya son novios! —Sofía daba saltos delante de la cama, tenía una sonrisa que le partía la cara y la felicidad de ver a su mamá y a Lucas durmiendo abrazados se reflejaba en sus pequeños ojos.

Camila se dejó caer sobre la almohada mientras Lucas se reía contagiado por la niña.

—No somos novios, pequeña, recuerda que tu mamá y yo estamos casados, ella es mi esposa —dijo Lucas con una sonrisa.

—Sí, pero no se querían y ahora sí. —Lucas enarcó una ceja al tiempo que le extendió la mano para invitarla a la cama con ellos.

Camila suspiró resignada a que su secreto ya había dejado de ser secreto, pero no pudo negar que se sentía en paz y completa al ver a su hija sonreír de esa forma. Esa imagen era la que le faltaba para aceptar por completo, que no se estaba equivocando al darle cabida a Lucas en su vida y en la de su hija.

Luego de media hora de estar los tres en la cama, Lucas se levantó y fue a la cocina para pedir que les llevaran el desayuno a la habitación. Era la primera vez que él empezaba el día de esa manera y se sentía bien, al volver a la habitación se detuvo en la puerta para escuchar como Camila interrogaba a su hija sobre lo que pensaba de que ellos estuvieran juntos y no pudo evitar sonreír al escuchar a la niña decir que era lo más increíble que a ella le había pasado en su vida.

—En un momento traen el desayuno —dijo entrando de nuevo a la habitación.

—Puedo quedarme en casa y pasar el día con ustedes —preguntó Sofía entusiasmada. Lucas y Camila intercambiaron mirada, él se encogió de hombros dejando la decisión en sus manos.

—No, tú tienes que ir a clases y, Lucas y yo debemos ir a nuestros trabajos. —Sofía hizo un puchero que no sirvió para hacer cambiar de parecer a su madre, Lucas se divirtió viéndola a las dos interactuar hasta que decidió intervenir.

—Cuando tu mamá salga de su trabajo, podemos ir a caminar al parque y a comer helado. —Camila rodó los ojos al tiempo que la sonrisa de su hija se ensanchaba.

—Vas a tener que aprender a realizar mejores negociaciones con ella, no la puedes malacostumbrar si no siempre vas a tener que estarla complaciendo con ese tipo de soluciones —advirtió Camila dispuesta a dejarlo establecer su propio método con la niña.

Después de un rato ya todos estaban listos, Lucas las dejó a cada una en su destino para luego dirigirse a su trabajo, donde no le podía estar yendo mejor. Su jefe, el señor Miller, estaba complacido con su desempeño, y estaba seguro de que no pudo tomar la decisión más correcta al haber dejado a Lucas a cargo de todo como CEO. Los empleados estaban satisfechos con el trato que les daba Lucas y los números estaban subiendo, el balance de la empresa estaba un óptimo estado, por lo que ese día se presentó en la empresa para hacerle una invitación a su empleado estrella.

—¡Roberto, qué sorpresa tenerte por aquí! —exclamó al verlo entrar en la oficina.

—Vine a ver cómo te estaba yendo —respondió al tiempo que estrechaba la mano que le ofrecía Lucas—, pero no creas que desconfío de tu desempeño —añadió enseguida.

—Esta es tu empresa Roberto, puedes venir cuando desees —afirmó Lucas sin recelo.

—La verdad, no vengo solo por la empresa, sino para hacerte una invitación, mi esposa quiere que lleves a tu esposa a cenar a nuestra casa…

La invitación fue una sorpresa para Lucas, pero le daba gusto, debido a que esta vez no estarían fingiendo ser una pareja amorosa.