Narra Renzo
No tenía idea de Clara, tuviera un cuerpo como el de una diosa del sexo, pero es en todo lo que puedo pensar mientras camino de regreso a mi oficina.
Cuando contraté a Clara Sorrento, lo hice basándose enteramente en su invisibilidad. Apenas llamó la atención, no parecía interesada en el funcionamiento interno de la empresa y me pareció una mujer que haría bien su trabajo sin meter las narices donde no debía. Casi me olvido de que existía hasta que apareció el lunes por la mañana con ese brillante cabello castaño oscuro y rizado y esos grandes ojos verdes. Siempre ha sido bonita, pero olvidable: la chica tiene la habilidad de desaparecer en un segundo plano.
Ella es eficiente. Hace bien su trabajo. A todo el mundo le gusta, o al menos nadie se ha quejado nunca.
Y sus senos son absolutamente fantásticos.
Pezones firmes y rosados que piden ser chupados. El vientre plano de alguien que claramente hace ejercicio y se preocupa por su apariencia, a pesar de los suéteres holgados y aburridos que usa todo el tiempo. Sus labios carnosos presionados hacia adelante, rogando que un pene se deslizara en su bonita boca.
Que carajo.
Estoy duro cuando cierro la puerta y me siento detrás de mi escritorio. Estoy jodidamente pensando en los senos de mi gerente de oficina y esa boca y el pequeño gemido de vergüenza que hizo mientras intentaba cubrirse, lo que de alguna manera solo la hacía mucho más sexy.
Debería estar enojado. Está usando una oficina para tomar fotografías sucias, pero una parte extraña de mí siente una sacudida de posesión celosa.¿Qué clase de hombre merece una chica así? Estoy tentado de regresar a esa oficina, agarrarla del cabello y besarla hasta que me diga exactamente a quién está tratando de impresionar.
Entonces le mostraré que no necesita esforzarse por nadie más que por mí.
Lo cual es evidentemente una locura.
No tengo ningún derecho sobre esa chica. Apenas hablo con ella y olvido que existe la mayoría de los días.
Y hay que considerar a mi futura esposa.
No, en todo caso, debería amonestar a la chica por usar la oficina de la empresa para algo obsceno. Excepto que obtuve un buen espectáculo y sospecho que ella está lo suficientemente avergonzada como para que no vuelva a suceder.
La pequeña y mansa Clara tomándose selfies sexys.
Jodidamente irreal.
Intento sacar de mi cabeza la imagen de sus senos, pero no puedo dejar de pensar en ella. Esa piel suave, flexible y encantadora, y sus diminutos cogollos rosados. Me pregunto si le gusta que le chupen, muerdan, aprieten y molesten los pezones. Podría follarla con los dedos profundamente en ese apretado y encantador coño suyo, chupar esos senos, hacerla gemir mi nombre.
Tranquilízate, Renzo, idiota.
Respiro profundamente unas cuantas veces y las suelto lentamente. Ya no puedo tener estos pensamientos, desde que acepté un compromiso con Allegra Rinaldo, hija de Don Rinaldo, la princesa de la mafia que se supone solidificará mi posición y devolverá el prestigio a mi familia.
Un matrimonio concertado. No es algo que alguna vez haya imaginado para mí, pero tengo el deber de hacer lo que sea necesario para la organización.
Suena mi teléfono. Lo levanto y la voz de Saul suena al otro lado de la línea.
—¿Cómo va tu tarde, hermano?
—No está mal—pienso en los labios de Clara, el arco de su cuello, el miedo en sus ojos. Mi sangre late como fuego—.Trabajando en el caso Spires.
—Están cerca de venderse, ¿verdad? ¿Hiciste nuestra oferta?
Empujo el archivo que tomé de la oficina de Lisa con mi nudillo.
—Repasando los números ahora. Snell ha estado investigando el tema y dice que tiene un gran potencial.
Saúl no parece feliz.
—Hubo un día en el que cualquier puto promotor de Filadelfia rogaría venderle a la familia Roscoe
¿Qué diablos pasó?
—Papá murió— Pobre Guido Roscoe, adelantado a su tiempo, el más respetado de todos los Don—.Dios lo tenga en su gloria.
—Sí, sí, que Dios descanse y toda esa mierda. ¿Qué diablos vamos a hacer? Si una de las otras familias consigue el control del contrabando fluvial, importar nuestras cosas será un infierno.
Hago una mueca y me froto la cara.
—Cuidado—le advierto. Saúl debería saberlo mejor. Se supone que no debemos hablar de negocios como este por teléfono. Papá nos enseñó eso hace mucho tiempo: los federales siempre están escuchando. No importa a cuántos sobornemos, no importa qué tan profundo incrustemos a nuestros informantes, siempre existe la posibilidad de que utilicen algunos cargos de mierda para hundirnos a todos.
Di algo incorrecto en una línea intervenida y estarás en una cárcel por el resto de tu vida.
Sólo a través de la vigilancia y una planificación cuidadosa podremos sobrevivir—.Lo sé—Saúl gruñe en respuesta. Mi hermano es sólo un par de años menor, pero su personalidad no podría ser más diferente. Donde estoy tranquilo y sereno, él es todo fuego y azufre.
—Simplemente tengo ganas de hacer algo. El negocio ha ido lento.
—Cuando me case con la chica Rinaldo, muchos de nuestros problemas desaparecerán. Una alianza entre las dos organizaciones más poderosas de la ciudad será más que suficiente para mantener alejados a los buitres.
—Espero que estes bien. Sabes que todo el puto pueblo está hablando de los rumores, ¿verdad? Suena como si estuviera sonriendo—.El gran y malo Renzo Roscoe, playboy extraordinario, nuevo Don de la Familia Roscoe, nunca pudo mantener a una chica en su cama por más de una noche, casándose.
—No estoy contento con eso.
—¿Sí? Lástima, es algo bueno. Todo el mundo especula sobre quién es la chica.
—Mantén su nombre cerca del cofre por ahora. Sé que Rinaldo está tratando de mantenerlo en secreto hasta que todo esté resuelto y sea oficial.
—Yo puedo manejar eso.
—Cuando esté casado con ella, las cosas serán más fáciles. Verás— miro por la ventana hacia los edificios del centro de la ciudad que se alzan como montañas. Más allá de ellos, el sur de Filadelfia desaparece en un grupo de casas en hilera, parques y almacenes. Mi pueblo, mi gente. Mi familia ha dirigido este lugar durante generaciones, desde mi bisabuelo. Mi papá era el más fuerte de los Don Roscoe y nos llevó del tercer o cuarto lugar en el orden jerárquico a la cima.
Pero desde que falleció, ha sido una lucha. No tengo el historial comprobado que tiene mi padre y me resulta difícil lograr las cosas que él logró con facilidad. Conseguir que los otros jefes de familia moderen sus impulsos competitivos, por ejemplo, o presionar a los sindicatos y a los promotores para que concedieran a mis frentes legales acuerdos favorables debería haber sido cuestión de aplicar un poco de presión. En cambio, me encuentro con resistencia por todos lados.
Incluso mis capos están expresando sus problemas. Afirman que los soldados quieren más producto para sacar a la calle. Lo cual sería posible si tuviera una forma más sencilla de importarlo. En este momento, los oleoductos habituales están torcidos y el flujo de heroína y metanfetamina desde México se está agotando hasta convertirse en un hilo.
Por eso necesito el río. Un nuevo método de importación. Una nueva fuente de ingresos.
Eso, combinado con mi matrimonio, me hará ganar el prestigio que necesito.
Una esposa, un heredero y dinero. Eso es todo lo que un hombre como yo debería querer.
En cambio, sigo pensando Clara.
La pequeña y mansa Clara con su hermoso cuerpo.
Saúl interrumpe mis dulces pensamientos.
—Muy bien, escucha, hermano, tengo que llevar a mamá a su cita con el médico.
—Actualízame sobre cómo va eso.
— Ella está bien hoy, ¿sabes?
—Por lo general lo es hasta que se hace tarde.
— Jodidamente cierto— Saúl se aclara la garganta. Atender las citas de mamá ha sido su papel principal en su vida y lo agota durante horas después de cada una. No soporta lo que está pasando, como si quisiera negar la verdad. Quiero que mis otros hermanos tenga su vida sin tanta responsabilidades.
Lo que significa que tengo que hacerme cargo del trabajo del día a día. No es una carga, amo a mi familia, pero es otro elemento en una lista que solo crece.
Saúl cuelga. Me quedo solo en mi oficina, mirando por la ventana. Intento concentrarme en el trato con Spire, excepto que sigo volviendo a Clara.
Quiero esa foto.
Demonios, quiero más: quiero que ella tome un álbum, cientos de imágenes sucias, miles de ellas. Quiero realizar todas mis fantasías sucias con esa chica.
En lugar de eso, aprieto la mandíbula, pienso en mi prometida concertada y leo el expediente por enésima vez.
Las cosas que hago por la familia.