Alejandro sorprendido por lo ágil que se movió su muñeca, él se queda inmóvil. Samira está muy cerca de su cuerpo, su bata de ceda, roza su pecho desnudo, rozando sus pezones.
—¿Samira dónde estás?¿Con quién hablas?—pregunta su abuela, desde su puerta, ella se extrañaba porque pensó que la voz estaba en la cocina y no la veía ahí.
En ese momento, otro trueno retumba en el cielo, Alejandro aprovecha y rodea por la cintura a Samira, al ver qué se espanta.
—Ahh, no abuela, estaba hablando por teléfono con Paola del apagón, estoy aquí en mi habitación— le responde sin abrir la puerta—todo está bien está todo oscuro, regresa a tu habitación.
—Bien que descanses—le dice y Samira escucha cuando cierra la puerta.
Alejandro sigue enganchado a la cintura de Samira, lo que la ha puesto muy nervi
