Punto de Vista Xavier
Llegamos a los pasillos del centro comercial, y Julia parecía una niña pequeña haciendo compras, pidió una buena cantidad de ropa, un centenar de accesorios, maquillaje y perfumes, a mi no me incomodó en absoluto, el dinero no era problema, lo que si era problema, era esa extraña sensación que tenía desde la primera vez que vi a Julia.
Alguna vez mi mejor amigo me dijo que la química existía y si conoces a una persona que la tenga contigo, está destinada a convertirse en tus pensamientos las veinticuatro horas del día, pero no se lo creía, tengo treinta años y jamás me pasó con alguna mujer.
Y allí estaba ella, la pobre mujer típica engañada, despechada, preciosa, huérfana, pobre y desolada, a la espera de que un hombre como yo, la sacara de su desdicha. Yo era el candidato perfecto para ser su salvador.
Entramos a un lujoso almacén de vestidos, iba a comprar la ropa que se colocaría el día que la iba a presentar en casa de mi padre, y estaba emocionada.
—¿Puede darme su opinión por favor? —Me preguntó apenas entramos
—¿Opinión? No entiendo exactamente
—Si Xavier, que me ayude a escoger el vestido que más se acomode a la ocasión.
—¿Yo? —Le pregunté confundido, nunca hice eso con ninguna mujer antes.
—Si, usted —Julia se fue corriendo hacia los mostradores y comenzó a escoger vestidos.
Uno por uno se los fue midiendo, yo me senté en una silla frente al probador, cuando ella comenzó a modelarme cada uno de ellos, extrañamente comencé a sentirme a gusto, pues su figura era espectacular, tiene una cintura pequeña, unas caderas no muy excéntricas, y unos senos redondos.
Soy un maldito desgraciado por aprovecharme de las vistas que ella me daba, pero era inevitable.
—¿Este le gusta? —me preguntó con el cuarto vestido que se probaba
Negue con la cabeza
—No, pruébate otro —Le ordené, aunque todos los vestidos me gustaron, solamente quería ver como desfilaba con ellos frente a mí, ver su tono de piel blanco bajo los tonos fuertes o pálidos de los vestidos que se probaba, era una gran fascinación.
¿Qué locura era esa?
Ella siguió probándose vestidos, lo hizo con unos diez más y mi respuesta fue la misma, aunque por mí, que se hubiera llevado desde el primero; cansada suspiró y se sentó a mi lado.
—El problema no son los vestidos Xavier, el problema soy yo— Recostó sus codos sobre sus rodillas y puso su cara en medio de sus manos, el escote del vestido se expuso más y aproveché que yo era más alto, para ver hacia allí adentro, apenas se apreciaba el borde rosado de sus pezones.
Trague saliva desesperado, yo no era ese tipo de hombre morboso o descabellado que miraría a una mujer con discrepancia, era demasiado caballeroso, pero ¿Cómo resistirme a las dos horas de desfile? Me levanté de la silla, y me apreté el entrecejo tratando de disimular.
—Llévelos todos y sorpréndame ese día
—¿Qué? —Ella levantó su cabeza y negó confundida.
—Si, todos están bien —Respondí con seriedad, debía volver a mi lugar —Vámonos tenemos cosas que hacer— le dije con seriedad
Ella simplemente asintió con la cabeza, rápidamente me fui hacia la vendedora, y pagué todo lo que ella se probó, fueron una seis horas de compras que había disfrutado, pero que también, me excitaron y necesitaba alejarme de ella.
Gerónimo, ella y yo cargamos las docenas de compras hasta la limusina, nos subimos y salimos del parqueadero.
Tuve que evitar hablar o dirigirle la mirada, estaba nervioso y claro, mi pequeño pajarito reaccionaba al más mínimo estimulo.
—¿Está enojado conmigo Xavier? —Julia me preguntó unos minutos antes de llegar a la mansión.
—Claro que no, tengo cosas que hacer, volveré en la noche ¿Está bien?
—Si, por supuesto, no tengo nada que decir —Ella me sonrió.
Le ayudé a bajar todo cuando llegamos a la mansión, la deje dentro con Dennis acomodando las cosas, y me fui.
—Gerónimo, lléveme a las Vegas. —Le ordené a mi conductor
—Entendido señor.
Me coloqué mis lentes oscuros y me fui para uno de mis lugares favoritos, el único lugar en donde todos mis oscuros deseos eran concedidos, lo único que necesitaba allí, era mi dinero.
Unos treinta minutos más tarde, estaba frente a una puerta de madera maciza, por fuera parecía un excéntrico club de golf, pero adentro, todos los hombres más pudientes de la ciudad y sus alrededores se reunían para dar rienda suelta a su imaginación.
Cruce las puertas, y a pesar de estar en plena luz del día, todo era perdición.
—Gregory, mi amigo —Salude al único amigo sincero que había tenido en toda mi vida.
—Mi hermano, gusto en verte Xavier —Me saludó con su toque francés.
—Necesitaba venir, tengo una gran urgencia —Le dije en un tono burlón.
—No imagino esa urgencia amigo, aunque yo también lo deseo, mi esposa y su abultado vientre no me permite fantasear.
Me giré y lo miré con algo de enojo.
—No soy quien para juzgarte Gregory, pero deberías cuidarla más, no está bien que vengas a comerte una pu**, mientras ella está por parir.
—Cuando nazca el crio las cosas serán diferentes, ella es mi reina, ¿Cuándo te vere casado mi amigo? Me encantaría un ahijado —él me cambio los papeles.
—Muy pronto hermano, muy pronto.
—¿Qué? —Sus ojos me miraron con sorpresa.
—Como lo has escuchado, pero es solo un matrimonio por contrato, luego te cuento por ahora, ¡Que traigan el wiskey! — Grité eufórico.
—¡Hay que celebrar que mi amigo se casa! —Gregory me siguió el juego emocionado.
Unas copas más tarde, un par de rubias de curvas pronunciadas y senos enormes estaban sentadas en nuestras piernas.
Chantal, la mujer que me estaba atendiendo esa noche, tenía unos senos gigantes, y su pezón rosado sobresalía por el cubre pezón que llevaba puesto, apenas tragué entero, pues recordé de inmediato la mínima vista que tuve de los pezones de Julia, y me sentí fatal.
Pues estaba deseoso por estar con una mujer por culpa de ella.
—¿Qué cariño? ¿Te gustan mis pechos? —Me preguntó Chantal mientras se los apretaba con sus manos, arqueándolos directo a mi boca, saboree mis labios con mi lengua y la mire.
—Si, tienes unos pechos preciosos
—Hmm, cariño, la tarifa de esta noche son 2000
—Te doy 10.000 y dejas que te los folle.
La mujer encantada me lamió la mejilla con su lengua, y mi m*****o se levantó de inmediato.
Chantal se levantó y me guiñó un ojo para que la siguiera, embelesado me fui detrás. Su gran trasero se movía con compas, y quería estar dentro de ella, una de las cosas que compraba el dinero, era el placer, y yo lo adquiría las veces que se me diera la gana.
Llegamos a una habitación, con una cama cubierta por una sabana de seda roja, Chantal se quitó el cubre pezones y la diminuta tanga que llevaba, quedando completamente desnuda frente a mis ojos.
Aunque su cuerpo estaba formado por cirugías, era deseable, no acostumbraba a besar a las mujeres que se acostaban conmigo, solamente desfogaba mis ganas, pero la motivación de ese día hizo que la boca se me hiciera agua, y deseara chupar sus senos.
—Arrodíllate—Ordené
Chantal hizo lo que le pedí, desabotonó mi pantalón, y con fuerza mi pequeño amigo dio un salto.
—¡Wow! —Exclamó Chantal —Me gusta mucho lo que veo, ¿Quieres que te lo chupe? —Preguntó pretenciosa.
—Para eso te p**o —Sin pensarlo dos veces, la tomé de la cabeza y hundí mi entrepierna en su boca, haciendo que diera fuertes bocanadas dándome placer, apenas bajé mi mirada para ver como ella me succionaba, y pude notar que mi m*****o era demasiado grande para su garganta.
Pero no me importó y aumente los movimientos, la mujer apenas me miraba de reojo, haciendo obediente lo que yo pedía, una lagrima escurría por la comisura de su ojo, cada vez que yo la embestía más fuerte.
—¡Oh! —Gemí al sentir el rigor que me causaban sus mamadas. Así que la detuve
—¿No te gusta? —Preguntó con decepción, su maquillaje estaba corrido, y su boca parecía descompuesta.
—Me fascinó, pero quiero follar tus tetas.
La mujer apretó sus enormes pechos, y comenzó a moverlos alrededor de mi m*****o, yo me moví a su compas, y la miré fijamente, deseaba llegar sobre ellos, pero pasó algo que me desconcertó.
A mi cabeza vino la imagen de Julia, de sus rosados pezones, y la cantidad de vestidos que se midió delante de mí, mostrándome su figura, y mi excitación se elevó a un máximo nivel.
Mientras follaba los senos de Chantal, vi la imagen de Julia frente a mí, y moví más rápido mis caderas, gemí tan fuerte, que pudieron haberme escuchado afuera, pero no me importó, de repente sentí como las venas de mi m*****o se contrajeron y un chorro caliente salió disparado, cayendo directo en la cara de Chantal.
¡Había tenido el orgasmo de la vida!
Recupere mi respiración, la mujer limpió mi glande con su boca, y de nuevo nos fuimos a la acción, folle con Chantal pensando todo el tiempo en Julia, no comprendía que estaba pasando pero ella me confundía.
Esa noche, me embriague con Gregory, estuve con otra mujer más tarde y desahogue todos mis deseos, era como una especie de despedida de soltero.