Cinco

2139 Words
Deslicé mis dedos lentamente en la áspera escalera que caía del techo. Por fin había encontrado el lugar que pensaba emplazar de maletero, aunque debo confesar que esperé más bien un sótano en lugar de un gélido y oscuro ático. Era bastante extraño el pequeño detalle del papel tapiz, ¿Por qué lo habían puesto? Después de todo lo poco que se mostraba de techo tras el rasgado del papel no parecía dañado a diferencia del de mi habitación que crujía como si estuvieran desgarrándolo —Aunque mi techo tampoco lucía viejo— Supuse que eran problemas externos, como alguna teja dañada o algo así. Era obvio que el tío Jacob no sabía sobre esto, de lo contrario me hubiera relatado la historia antes de fallecer de cómo lo cubrió para que nadie lo encontrara, porque sí, él solía contarme sus historias fantasiosas sobre sus vivencias aquí, así fuera un cuento corto o poco significante... ¡Eso era! Alguien lo había ocultado pero ¿Por qué? ¿Y quién? La curiosidad dentro de mi estaba a punto de estallar, podía imaginarme mientras recorría el espacio con alguna vela encendida como en las películas de terror donde la chica pregunta ¿Hay alguien ahí? Sacudí mi cabeza y sonreí de medio lado, estaba inventándome una película en mi cabezota. Ese era uno de los efectos colaterales de vivir sola, me aburría y mi imaginación se salía de control, después de todo al parecer no habían vecinos agradables que me hicieran el día entretenido, así que terminaba divagando o simplemente llorando al recordar como David había arruinado mi vida. Mi celular vibró contra mi bolsillo, lo saqué del pantalón y atendí sin ver quien llamaba. —Sabía que algún día volvería a escuchar tu voz, maldita. Sonreí de lado y negué con la cabeza de forma casi imperceptible. Sólo Louisa Haider, a quien consideraba mi mejor amiga me llamaba maldita cuando se enojaba. O bueno, digamos que nos llamábamos así molestas o no. Mi abuela diría: La confianza da asco. En fin. —¡Louisa Haider! ¡Cara de chola! —respondí en un exclamo con mi mejor tono voz, de alegría extrema, porque realmente estaba feliz de escucharla.— Estoy muy muy bien ¿y tú? —Me colgaste, perra, me colgaste y eso es imperdonable. —Debía irme, perdía el vuelo y estaba enojada contigo. De hecho aún lo estoy. —Eres una rata inmunda. —Dijo lentamente, acariciando cada palabra y haciendo énfasis en inmunda.—Yo quería ir a despedirme de mi mejor amiga, de mi hermana, de mi... —Sí, sí, sí.—interrumpí con una sonrisa dibujada en el rostro. Sabía que la pelirroja se enojaría si volvía a interrumpirla.— ¿Y por qué minutos antes en lugar de días antes? —Leia, sabes que soy un completo desastre. Me había ido a fiestear con Noah y no regresé sino hasta las cuatro de la mañana ¿Cómo esperabas que fuera a tu casa tan temprano? Ese era el problema. Él. —Pues entonces vete a llamar a Noah. —chillé. No me parecía justo que la persona a quien llamaba mejor amiga le valiera tres pelos de axila que me mudara y prefiriera irse de fiestas con su ex novio —Y vaya, qué ex novios que eran.— Creí que el enojo con la pelirroja había acabado, sin embargo me sentí explotar al escuchar su descarada respuesta.— O mejor, vete a coger con Noah, después de todo siguen siendo algo ¿no? Porque el cuentico ese de que están separados no se lo cree nadie... Él es lo único que importa desde que empezaron, todo es Noah, Noah, Noah. Ya Leia quedó en el olvido ¿Pero quién te abraza cuando peleas con el idiota? ¡Leia! ¿En qué casa te quedabas cuando te deprimías? ¡En la de Leia! Estaba muy enojada y estaba soltando todo por el celular sin darle tiempo a la pelirroja de que respondiera. —Estás celosa. —Rio haciéndome enojar aún más. —Pú-dre-te. —¡Leia está celosa! ¡Leia está celosa! —No, no lo estoy. Sólo estoy decepcionada, Louisa, creí que el cariño era recíproco. —Y lo es ¡No seas maldita! —Chilló con fuerza.— Eres mi mejor amiga y como prueba de ello estaré en Trensville en menos de lo que canta un gallo. —Lou, no tienes ni para comprar un caramelo. Eso era otra cosa, Louisa nunca tenía dinero pero siempre iba a fiestas con el bendito Noah. Suspire exasperada, estaba esperando la típica respuesta de: ahorraré, amiga mía, y después de eso seguro que se enamoraba de alguna cartera o de algún par de zapatos y ¡Zas! Adiós ahorros. —Ahorraré, amiga mía. —Dijo al otro lado del celular. Y solté la más grande y escandalosa carcajada de mi vida.— ¿Qué? ¿De qué te ríes? —Pues nos vemos en las navidades del dosmil ochenta y nunca. —¡Vamos, Leia! Sabes que cuando me propongo algo lo logro. —Eso sólo funcionó con el reto de irte a la cama con Noah. —Hablas como si fuera una zorra. —Refunfuñó haciéndome reír.— Además, Noah y yo terminamos siendo novios, eso no cuenta como putería. —Lou, amiga ahorradora y zorra. —respondí, de inmediato escuché su gruñido al otro lado de la bocina.— Ahora tengo cosas más importantes que hacer ¿Sabes? —¿Me estás cortando? —Sí. —¿Es en serio? —Oh, muy en serio. —miré una vez más hacia arriba, buscando alguna pista de lo que pudiera haber en el escondido ático. —¿Al menos quedamos en paz? —Sí, sí... Eres mi mejor amiga ¿Qué más da? —La única, maldita. —Sí, sí, como quieras. Colgué y sonreí al hacerlo. No me gustaba estar de malas con Louisa, ella era mi mejor amiga y hermana de la vida, y aunque fuera una perra irresponsable la amaba. La amaba como si fuera de mi propia sangre. Apagué la luz de la habitación antes de salir de ella, ya era algo tarde y aún no comía, moría de hambre. Podía investigar el ático después de llenar mi estómago, bien dicen que barriga llena corazón contento. Bajé a la cocina para prepararme mi ensalada favorita, ya al día siguiente iría a la tienda más cercana para hacer mi primer mercado en Trensville, con sólo de pensarlo me emocionaba. Creía que la vida perfecta de universitaria independiente en otro estado llegaría a mí por fin. Qué tonta, Leia. °°°   No dejaba de estornudar, ya tenía los ojos rojos y mi nariz picaba. Increíble mi capacidad para las alergias. Encendí la linterna para mirar mejor y estornudé una vez más. ¡Cuánta cantidad de polvo y telarañas había! Si mi madre hubiese estado allí de seguro le daba un infarto —Ella siempre tan fanática de la limpieza—. Fue una gran misión llenarme de valor para subir por esas viejas y espantosas escaleras, pero después de dar tantas vueltas lo hice, hasta me estremecí de solo pensar  en tropezar, caer y romperme la cabeza. Me sacudí para evitar imaginar esas estúpidas escenas no ocurridas. Las pisadas que daba eran llenas de desconfianza, el ático parecía muy viejo, pero especialmente más viejo que la mismísima casona, sólo de mirar los muebles podía sacar mis conclusiones, y les aseguro que el lugar estaba en funcionamiento cuando George Washington era adolescente o algo así; soplé con fuerza sobre un pequeño armario de madera opaco haciendo que las partículas de polvo volaran y se expandieran en el aire, haciéndome estornudar de nuevo. Maldita suciedad. —pensé irritada. Espanté las partículas de polvo que veía gracias a la luz de la linterna con la mano y tosí un poco, entrecerré los ojos para observar mejor, pues no llevaba mis anteojos conmigo ¿Quién me mandaría a dejarlos sobre la colcha de la cama? Habían cajas apiladas a los largo de las paredes y unos antiguos muebles en medio del espacio, alumbré las paredes en busca de algún interruptor hasta que lo encontré, camine hasta él y lo moví, obviamente nada sucedió porque no había electricidad allí, pero probar no me costaba nada ¿Cierto? Iluminé el techo con la linterna  para mirar el tipo de bombillo que debía comprar para iluminar todo otra vez, y así seguir con mi recorrido sin riesgo alguno, no quería arriesgarme a caer y romperme una pierna por andar de curiosa con una linterna en un lugar que no conocía. Ya me disponía a marcharme cuando algo captó mi total atención en el ático, se trataba de una puerta deteriorada al final del espacio, se veía de un color marrón opaco. Algo en ella, quizás el aspecto tenebroso o su aspecto sombrío, me llamó la atención en demasía, era como si una fuerza me atrajera a ella, o una voz me llamara. Con mucho cuidado de no tropezar con algún objeto me puse en marcha, el espacio en general era macabro ¿pero esa puerta? Esa puerta parecía sacada del mismísimo infierno, diabólica, incluso mientras más me acercaba más nerviosa me ponía, también podía ver rayones en ella, como si hubiesen sido causadas por alguna navaja, o algún otro objeto filoso. Suspiré intentando mantener los nervios a raya y me repetí a mí misma que nada de lo que veía en televisión era cierto. Coloqué mi mano en el pestillo girándolo, pero estaba bajo llave ¡Que sorpresa! Me frustré un poco, algo contradictorio lo sé, pero en el fondo quería ver lo que había del otro lado. —Estúpida puerta. Le di una patada y fue así como ésta se entreabrió un poco, resultó ser que algo detrás de ella era lo que impedía el fácil acceso, comencé a empujar y a patear hasta que un pequeño espacio se formó, por allí podía pasar, después de todo tampoco estaba tan gorda. Intenté meter primero una pierna pero me vencí cuando vi que no resultó. Era mejor intentar luego, cuando fuera de día... Pero para entonces era tan terca como una mula así que volví a intentar, hasta que logré entrar por completo. El próximo problema iba a ser como salir, pero eso sería más fácil si quitaba lo que impedía el libre movimiento de la puerta. Mi linterna con los forzados movimientos cayó al suelo, me arrodillé tanteando el terreno con las manos, todo estaba en n***o salvo por un pequeño rayo de luz que entraba del suelo. Cuando por fin la cogí alumbré de inmediato. El espacio era gigante, a unos cuantos pasos de mí se encontraba una pequeña grieta en el suelo por donde entraba un poco de luz, caminé hacia ella y me arrodillé para mirar a través de él, y al hacerlo palidecí, la vista daba justo a mi habitación, sobre la cama exactamente. Y eso quería decir que el ático era del mismo tamaño que la segunda planta y entonces no habían motivos para que el techo crujiera de noche si ninguna rama de los arboles daba contra él, si sucedía era porque un algo lo hacía crujir. Como un mapache por ejemplo. Tal vez había uno dentro de la casa, después de todo el lugar estuvo solo por mucho tiempo. Sin embargo, fue inevitable no imaginar a un demonio con cachos y ojos naranjas rasgando el suelo del ático con sus uñas para no dejarme dormir, y riéndose al verme dar vueltas por toda la cama. Mi sistema nervioso autónomo simpático hizo de las suyas porque enseguida mi ritmo cardíaco se aceleró, sentí temor. Sacudí mi cabeza, comenzaba a perder el control de mis nervios, y no quería entrar en colapso y arrancar a gritar, debía mantener la calma porque probablemente todo estaba en mi imaginación, ya había pasado con el asunto de la puerta rota que nunca lo estuvo. Seguía arrodillada en el suelo, mirando el orificio. Tragué saliva y cerré los ojos, conté hasta diez y al abrirlos vi que la grieta seguía ahí. No había desaparecido como sucedió con la puerta. Me puse de pie y alumbre el suelo para salir del salón, quería volver abajo y llamar por teléfono o dormir, no lo sé, el ático comenzaba a espantarme, y sólo quería salir de allí. Subí la linterna para iluminar la puerta y poder apartar lo que sea que impidiera el libre acceso y fue entonces cuando lo vi. Grité de terror cayendo de trasero al suelo sin dejar de iluminarlo. Maldición. Horribles ojos negros como el azabache me miraron de forma fría, sus afilados dientes se veían llenos de algunas manchas negras. Era gigante y horrible. ¿Cuánto tiempo tendría allí?
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