Dos sombras se hicieron presentes en mi campo de visión. La pared que dividía las escaleras del pasillo se interponía y no me dejaba ver a quienes pertenecían. —¿Dónde está? —No pudo haber ido muy lejos, maldita sea. —Esa voz era femenina y sonaba inyectada en ira.— Es sólo un maldito humano. Las manos de mi opresor se presionaban con fuerza sobre mi boca, evitando que algún ruido se me escapara a mí, cosa que me hizo pensar que tal vez el desconocido quería ayudarme y no hacerme daño. Pero estaba muy asustada, y me mente no estaba conectando tan rápido ciertas ideas, estaba a segundos de gritar con toda mi fuerza, algún vecino debía escucharme. Fue entonces cuando escuché nuevamente las voces pertenecientes a los sujetos de las sombras. —Puedo olerla aún. No está muy lejos. —Deberías