—Es la única vez que diré esto, pero espero que estemos casados —dijo Hunter, sentado junto a Agnes en su cubículo—. Si es así, podremos divorciarnos, pero mantendré mi trabajo. Agnes tecleó lo que buscaba. Para ganar la apuesta de que despidieran a Hunter, debía probar que no estaban casados, o de lo contrario, tendría que darle una propuesta de un reality a Amanda antes de que acabara el día. Hunter no paró de repetir que no quería cambiar de trabajo, que él no era la vaca de un trueque, ni la camioneta que rifaban. Era una persona que no merecía que lo rifaran como un tiquete de lotería. —Eres un gigolo. Trabajarás en cualquier esquina. Y no, no estamos casados. —Agnes giró el monitor—. Revisa por ti mismo. A Hunter le tembló la voz cuando miró el computador. Agnes, por el video que