—¿A dónde carajos vas? —preguntó Hunter siguiéndola. Agnes se colgó el bolso y comenzó a caminar por la acera. —A caminar. Hunter miró el cielo. No estaba estrelladlo. Era grisáceo. —Lloverá —le dijo siguiéndola—. Entra al auto. Hunter no vio que Agnes se detuviera, ni redujera la velocidad con la que caminaba por la acera. Agnes necesitaba un minuto para pensar a solas, sin tener que escucharlo. Hunter la siguió por la acera transitada, disculpándose por llevarse un par de hombros en el camino. Hunter la vio cruzar la calle hacia un pequeño bulevar de comida que se encontraba al otro lado. —Agnes, entra al auto —le dijo mientras cruzaban. Un hombre le tocó el claxon a Hunter y él se disculpó. Una vez en la acera. Hunter volvió a repetirle que subiera al auto, que hablaran lo qu
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