—Le repito, fue una broma —dijo Agnes. —Sea o no una broma, no quiero estos espectáculos en mi edificio —comentó, mirándolos desde su escritorio—. Hunter, serás promovido a presentador del noticiero. Tienes que dar una buena imagen. Y Agnes, ni siquiera sé qué haces en el edificio, pero fastidiarme la vida no es algo que quiero de ti. Agnes decidió que no debía tomárselo personal. Eso la afectaría. —Lo siento, señora —se disculpó. Amanda Morgan era una mujer imponente, de clase privilegiada desde que era una niña. El edificio fue un regalo de su padre, el multimillonario magnate de las cadenas hoteleras en la costa de Miami. Su dinero era tanto, que como regalo del cumpleaños veinte de su amada hija, le regalo un edificio y le dijo que hiciera lo que desease con él. Amanda estudió p