Capítulo 1

1584 Words
Claire rebuscó nuevamente en las pocas posesiones que su esposo había dejado en la habitación que compartían. Desde hace un mes le había surgido una inseguridad que no sabía cómo explicar. Aunque nunca se había sentido completamente segura en su matrimonio con Vincent Hamilton, llevaba cinco años bajo una calma extraña, por lo que al sentir esa repentina inseguridad, se había empezado a cuestionar si se había acostumbrado demasiado rápido a su matrimonio. Claire observó el desastre que había hecho. Era la primera vez que hacía esto. Vincent nunca le había dado motivos para actuar de esta manera, pero sabía que el tenía a alguien a quien amaba, ella se casó con él aún teniendo ese conocimiento y siempre había vivido con el miedo de que este se apartará de ella y fuera a buscar a la persona que realmente deseaba tener a su lado. Pero no lo hizo, no porque no quisiera, sino porque ella había desaparecido sin despedirse. Claire se sentó en el borde de la cama. Tratando de calmar su respiración y parar los pensamientos obsesivos que la atormentaban. Tal vez estaba pensando demasiado. Quizás su esposo solo tenía demasiado trabajo y ella estaba actuando como una loca. Sintiéndose culpable se levantó y empezó a organizar todo como iba. Ahora tenía miedo de que su esposo se diera cuenta de lo que había hecho y que se enojara con ella. No sería algo nuevo, ya que su trato con él era totalmente cordial y distante. Luego de quedar embaraza, Vincent se había asegurado de no volver a tocarla ni por accidente. —Esto es absurdo... Luego de ordenar todo y ponerlo en el lugar adecuado, Claire salió de la habitación, paseando lentamente por los pasillos de la gran mansión que compartía con su esposo y su hija. Mientras iba caminado, está se detuvo un momento frente al estudio privado de Vincent. No había tenido la oportunidad de entrar. No estaba permitido para ella. La mujer, que llevaba su melena rubia suelta, enmarcando su rostro, los cuales brillaban con unos ojos azules empañados de tristeza, le dio la espalda a la puerta y avanzó en dirección a donde se encontraba su hija jugando. *** Claire se encontraba sentada mientras miraba la lluvia caer a través de la ventana, observando como está se estrellaba contra el cristal. Sus ojos se enfocaron en su reflejo, la imagen que podía apreciar de su rostro no era para nada interesante. No se reconocía del todo. Se había vuelto aburrida y sin vida. Era como si el episodio que había hecho hace horas atras hubiese quedado en el olvido. Había recuperado nuevamente su calma. Había pasado tanto tiempo desde que había sido genuinamente feliz, desde que se había sentido completa, que apenas podía recordar cómo era esa versión de sí misma. Ahora estaba atrapada en un matrimonio que parecía más una jaula que un hogar, en dónde su único alivio era su hija. Claire se levantó y se dirigió hasta la niña. Adeline, su pequeña hija, estaba sentada en el suelo de la sala, jugando con sus bloques de construcción. Su risa infantil llenaba el aire y, por un momento, Claire sintió que el mundo volvía a ser un lugar hermoso. Esa niña era su ancla, la razón mas importante por la que seguía resistiendo. —¿Qué estás construyendo, cariño? —preguntó Claire, arrodillándose junto a su hija. Adeline levantó la mirada y le mostró su pequeña torre de bloques de colores. —Es una casa, mami. Una grande, para que todos estemos juntos. Tú, papi y yo —respondió con una sonrisa llena de inocencia. El corazón de Claire se encogió al escuchar esas palabras. La sencillez con la que su hija expresaba sus deseos contrastaba con la complejidad y la frialdad que dominaban su matrimonio con Vincent. Ella también deseaba eso. Quería que está casa se convirtiera en un hogar, no en un escenario en dónde tanto ella como Vincent interpretaban un papel. —Es hermosa, cariño —dijo Claire, acariciándole el cabello—. Seguro que sería un lugar muy feliz. Adeline asintió y volvió a concentrarse en sus bloques. Claire se quedó mirando a su hija por un momento más antes de levantarse y dirigirse a la cocina. Necesitaba preparar la cena antes de que Vincent llegara a casa. Mientras picaba las verduras, su mente se llenó de recuerdos de los últimos años. Se había casado con Vincent cinco años atrás, en un matrimonio arreglado por sus familias. Ella había aceptado porque, aunque no era el cuento de hadas que había imaginado de niña, estaba dispuesta a construir algo real con él. Porque lo amaba. Pero desde el primer día de su matrimonio solo había sentido la frialdad de Vincent. Él amaba a otra mujer. Lo supo incluso antes de que se casaran. Pero Claire había creído, ingenuamente, que el tiempo y su dedicación podrían cambiar eso. Pensó que si demostraba ser una buena esposa, él eventualmente la miraría con otros ojos. Pero no fue así. La puerta principal se abrió, sacándola de sus pensamientos. El sonido de los zapatos de Vincent resonó por el pasillo, y Claire se apresuró a limpiar sus manos y salir a recibirlo. —Vincent —dijo, esforzándose por mantener un tono amigable. Él apenas levantó la mirada de su teléfono, asintiendo con un murmullo. —Llegas temprano hoy. ¿Cómo te fue en el trabajo? —preguntó, intentando iniciar una conversación. —Lo mismo de siempre —respondió Vincent con indiferencia, dejando su maletín sobre la mesa del comedor. Su mirada era distante, como si estuviera en otro lugar. Claire sintió cómo el silencio comenzaba a llenar el espacio entre ellos, como un peso invisible que los alejaba aún más. No era la primera vez que intentaba hablar con él y se encontraba con un muro de indiferencia, pero eso no hacía que doliera menos. Adeline corrió hacia la puerta en ese momento, rompiendo la tensión. —¡Papi! —exclamó la niña, extendiendo los brazos para que la cargara. Vincent dejó su teléfono a un lado y se inclinó para levantarla, su expresión suavizándose un poco. —Hola, princesa. ¿Qué hiciste hoy? —Construí una casa grande con bloques para que tú, mami y yo podamos vivir juntos —dijo Adeline con entusiasmo, abrazándolo con fuerza. Claire observó la interacción con una mezcla de amor y tristeza. Era evidente que Vincent quería a su hija, pero no podía evitar preguntarse por qué no podía mostrarle a ella, al menos un poco de ese cariño. —Eso suena increíble, Addy —respondió Vincent, sonriendo ligeramente. —¿Te quedas con nosotros a cenar? —preguntó la niña, su voz cargada de esperanza. La pregunta golpeó a Claire como un puñal. Vincent casi nunca cenaba con ellas. Siempre tenía una excusa. Trabajo, reuniones, compromisos. —No puedo, princesa. Tengo algo que atender —dijo Vincent, su voz llena de esa distancia habitual. Adeline hizo un puchero, pero no insistió. Claire, por su parte, sintió cómo la frustración y la tristeza se acumulaban en su pecho. —¿No puedes quedarte una vez, Vincent? —preguntó, intentando mantener la calma en su tono—. Adeline siempre espera cenar contigo. Yo también, pensó mientras miraba y se grababa la imagen de su esposo. Él suspiró, colocando a Adeline de nuevo en el suelo. —Tengo responsabilidades, Claire. —¿Y tu familia no es una de ellas? —respondió ella, sin poder evitar que un tono de reproche se filtrara en su voz. Vincent la miró, sus ojos fríos como el hielo. —No empieces, Claire. Ella cerró los ojos por un momento, intentando contener la furia que ardía en su interior. No quería discutir frente a Adeline. —Está bien. —dijo finalmente, tomando a su hija de la mano y regresando a la cocina.— Haz lo que quieras. Mientras preparaba el resto de la cena, Claire no pudo evitar sentir que algo dentro de ella se rompía un poco más, al ver la cara triste de su hija. Había pasado tanto tiempo luchando por mantener a flote un matrimonio que claramente no le importaba a Vincent. Estaba cansada, agotada de intentar, de amar sin ser correspondida. Pero sobretodo, de ver como su hija crecía con un padre ausente. Después de unos minutos, escuchó la puerta principal cerrarse de nuevo. Vincent se había ido, como siempre. Adeline levantó la mirada y la fijó en su madre. —¿Mami, papi ya se fue? —preguntó con un tono decepcionado. Claire dejo a un lado lo que estaba haciendo y se inclinó para abrazarla, besando suavemente su cabello. —Sí, cariño. Pero estamos tú y yo, ¿verdad? Vamos a cenar juntas y luego te leeré un cuento. ¿Qué te parece? Adeline asintió, aunque su expresión seguía siendo triste. Claire sintió un nudo en el estómago. No podía seguir viviendo así, no solo por ella, sino por Adeline. Merecían algo mejor que un hogar vacío y un amor unilateral. Esa noche, después de acostar a Adeline, Claire se sentó sola en el sofá, mirando la lluvia que seguía cayendo afuera. Sabía que no podía cambiar los sentimientos de Vincent, pero aún no estaba lista para rendirse del todo. A veces, amar a alguien significaba seguir luchando, incluso cuando parecía imposible. Pero otras veces, significaba saber cuándo dejar ir. Claire no sabía cuál era su respuesta todavía, pero sentía que el momento de decidir estaba cerca.

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