CAPÍTULO VIITeresa caminó por los jardines de la Villa Caravargio, en Roma, deslizándose entre las exquisitas estatuas que se destacaban contra el fondo de los cipreses. Llevaba puesto un hermoso traje de gasa azul, que la hacía parecer un personaje desprendido de un cuadro renacentista, y que armonizaba con las flores que crecían en profusión sobre la balaustrada de piedras y alrededor de las estatuas. Era el momento en que el sol iba a ponerse y una luz dorada envolvía a la ciudad de Roma y, al mismo tiempo, parecía brotar de ella. Llegó a la parte del jardín desde donde podía contemplarse una de las vistas -más bellas del mundo. Tenía a sus pies la ciudad entera, empequeñecida de tal modo por la distancia que parecía de juguete. A lo lejos, la silueta de la cúpula de San Pedro se reco
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books