CAPÍTULO VMientras más se preguntaba Teresa qué debía hacer, más confusa se sentía. Todo parecía haberse roto en mil pedazos a su alrededor y no sabía cómo unirlos de nuevo. Cualquier camino que tomara era riesgoso, pero lo era más aún no tomar ninguna medida. Si al menos el conde no estuviera hospedado en el Castillo, tal vez el engaño pasaría desapercibido por mucho tiempo. La gente veía, casi siempre, lo que esperaba ver, y el Duque, debía estar ya tan familiarizado con su cuadro, que no era probable que lo examinara muy de cerca. En cambio, era seguro que el Conde, al estar de visita en el Castillo, querría admirar, como buen conocedor, los tesoros artísticos que decoraban el estudio y discutirlos con el Duque. «Debo hacer algo», se dijo Teresa. La pregunta era… «¿El qué?». Cont