Léa Galanis

1778 Words
Tengo una hora dando vueltas en la facultad a la espera de que me entreguen las notas del examen final de la última materia que me falta aprobar. La semana próxima me toca comenzar a trabajar en los últimos capítulos de la tesis. Ha sido extenuante esto de llevar varias responsabilidades al mismo tiempo. Todas con igual nivel de importancia. Llevo al mismo tiempo la Coordinación de uno de los últimos proyectos de la empresa donde tengo dos años trabajando, la Directora me lo asignó por mi desempeño, los exámenes finales y la tesis. Siento que voy a enloquecer. No he dormido casi estas dos últimas semanas, y eso me tiene casi enferma. Nunca antes había logrado agotarme tanto, y eso que soy de las que tiene energía, me cuesta mantenerme tranquila por varias horas seguidas en un mismo lugar. Por esa razón tomé la decisión de estudiar fuera de Mykonos, en contra de la opinión de mis padres. Aunque es una isla con mucho movimiento, el simple hecho de tener a mi padre todo el tiempo detrás de mí, me tenía asfixiada, me hacía sentir que vivía a medias. Lo adoro, pero era tanta su sobreprotección que chocaba con mi espíritu libre, no sirvo para llevar una vida limitada, una vida basada en las reglas que la misma sociedad impone. No soy libertina ni ninguno de los apelativos que me cuenta Adere, algunas personas de la isla usan para referirse a mí, todo porque no temo decir lo que pienso ni hacer lo que me provoca. Como cualquier joven de mi edad me gusta divertirme, pero sin caer en los excesos, eso no lo saben quienes hablan mal de mí y se han dedicado a angustiar a mis padres. Poco me ha importado lo que digan. De los que si me ha preocupado que piensen, es mis padres. Bueno, ahora solo mi padre, pues mi madre falleció hace un año en un accidente de automóvil. Ha sido difícil reponernos de esta perdida repentina. En mi caso, evitando caer en depresión decidí no volver a visitar Mykonos por un tiempo, me da mucha tristeza regresar a casa y no encontrar la energía de mi madre, recibir un abrazo de su parte y ni se diga de su constante deseo de que regrese a casa al lado de ellos. ¿Vivir allá nuevamente? No, para mi no está planteado. Lo veo como un retroceso. Tengo otras aspiraciones que no incluyen un retroceso a la isla. Mi mayor deseo es terminar de graduarme para ver si logro hacer una especialización en Canadá. Si a mi padre no le agradó la idea de venirme a vivir a Atenas, mucho menos recibirá con buena impresión el que me vaya al otro lado del mundo. Es un padre controlador, piensa que solo bajo sus cuidados he de lograr salir adelante. Esta noticia lo golpeará, ni modo. Es un mal necesario. Se recuperará en algún momento. Él ya me conoce y sabe que cuando algo se me mete en la cabeza, no hay poder humano que me saque de allí. Quiero mi total independencia, y si para ello debo poner kilómetros de distancia entre él y yo, he de hacerlo. La vibración de mi teléfono en el bolsillo de atrás del jean me sobresaltó. Aún distraída lo sacó y al llevarlo al frente de mis ojos, en la pantalla veo que es precisamente la persona que ha venido ocupando mis pensamientos en estos últimos minutos. —Papito de mis ojos —Lo saludo con emoción. Siempre es así. Me emociona escucharlo y verlo. Solo que parece que no podemos estar en el mismo espacio por su nivel de posesividad hacia mí. —La niña de mis ojos, luz de mi existir —Me responde. Así me ha dicho desde que tengo uso de razón. Es la forma que adoptamos para comunicar en los saludos, el amor que nos tenemos, bueno de mi parte. porque en su caso, además del saludo, se excede en atenciones, al punto de sentirme como atada a una camisa de fuerzas. —¿Cómo estás papito? —Le pregunto, pues se que desde el fallecimiento de mi madre no ha vuelto a ser el mismo. —Bien, mi niña —Me contesta con ternura. —¿Y Adere? —Le inquiero. Adere es mi hermana mayor. Ella si vive en Mykonos, pero con su familia. Esta casada desde hace tres años y tiene una preciosa niña de dos años. Isis, mi adoración y del resto de la familia. —No la he visto hoy, supongo está bien mi niña —Responde y hace una breve pausa—. Léa, mi lucecita, te llamo porque me llamó Antonio Georgiou, el abogado, para informarme que pasado mañana es la lectura del testamento que dejó tu madre. ¡Wow! Esta noticia trastoca todo mi cronograma. Apenas lo dice y ya me siento colapsar por todo lo que tengo pendiente hacer. —¿Es necesario que yo asista? —Pregunto innecesariamente, pues sé que toda la familia debe estar presente. Adere es abogada y de sobra conozco algunos temas legales. —Sí mi luz, sin ti no será abierto —Me recuerda. —Si no tengo más opción, mañana en la noche estaré allí —Le informo. A lo lejos escucho que por el altavoz me llaman por mi nombre. «¡Al fin, lo que estaba esperando!» Pienso mirando a los lados. —Papito de mis ojos, te llamo en la noche, estoy en la Universidad esperando me entreguen una nota, y finalmente creo que ya está lista —Le digo ansiosa. —Esta bien, mi luz —Acepta—. ¿Quién te quiere más? —Es la forma de despedida que él adoptó con Adere y conmigo. Ahora intenta que Isis la continúe. —Tú papito de mis ojos. Te amo. —Le digo con ternura y cuelgo la llamada. Volviendo a ser yo, la Léa acelerada, volví a guardarme el móvil en el bolsillo de atrás del jean y corrí por el pasillo hasta el área de control de estudios que estaba abarrotada de personas, pero al verme se hicieron a un lado para darme paso. Conozco a la mayoría de los que están aquí, y por esa razón tienen cierta consideración conmigo. En seguida me entregaron la nota, Ver el resultado me generó una especie de reacción explosiva, necesaria de unos cuantos gritos de emoción. —¡Qué dicha! —dije en un grito alzando el papel en el aire. Los que me conocen y están en el área celebraron conmigo este logro. —No sé tú Léa, pero esto merece una celebración —Me dice Carlos, unos de mis compañeros de la asignatura. También pasó. —Cuenta conmigo, si es hoy —Le advierto. —Pero es jueves —Se queja. —Y mañana viernes —Le digo sarcástica—. ¿Qué importa el día si celebraremos un logro más en nuestra carrera? —Le pregunto arqueando una ceja—. ¡Qué fastidio las personas que se ciñen a una rutina para encajar! —Esta bien, vamos hoy —Accede Carlos y otros tres se animan. —Los veo esta noche —Les digo guardando el papel donde tengo asentada la nota del examen—. Me voy, debo ir a la constructora. —Bueno ¿Y dónde quedó eso de que no te gusta la rutina? —Me pregunta Sergio, otro de los que está con Carlos. —Este es uno de esos pocos casos donde me sacrifico, en la sociedad constructora es la única donde por ahora quiero encajar, en esa hay buenos dividendos y ni hablar del reconocimiento —Le contesto guiñándole un ojo. —Léa es pequeña, pero ambiciosa ¿No? —Aduce Carlos en broma. —¡Cómo te explico! —Expreso abriendo los brazos a modo de conformidad. Salgo apresurada hasta el estacionamiento donde dejé estacionado mi Wolksvagen Beetle Dune, con adaptaciones propias para las personas con mi condición. ¿Mi condición? Ah, sí. Olvidaba decirlo, soy Léa Galanis, de 24 años de edad, estudio el último año de Arquitectura, y me encuentro empleada en una pequeña empresa en crecimiento dedicada al ramo de la construcción de complejos habitacionales exclusivos aquí en Atenas, lugar donde resido sola desde hace cuatro años. Físicamente soy de talla baja, término con el que hoy en día suelen distinguir a las personas que padecen del mal llamado enanismo, medicamente denominado acondroplasia. Esto último seguro les parece terrible ¿Verdad? Pues a mí, no me lo parece. Verán, lo digo porque no es algo que me limite, aunque mi padre piensa lo contrario. Bueno, de mi padre ya medio les he contado. Volviendo a mi descripción, que por cierto no es muy objetiva que digamos, pero ahí voy, les puedo decir que adicionalmente soy piel blanca, ojos negros, cabello castaño claro largo, de contextura rellena por mi condición física. De mi personalidad les puedo contar que es totalmente desinhibida, pasando por ser, para algunas personas, un tanto irresponsable por mi forma de llevar la vida, soy despreocupada de los protocolos sociales, pero eso sí, soy cariñosa a más no poder con quien se lo merece, justa, trabajadora, amante de las cosas bien hechas si con ello puedo ayudar a quienes lo necesitan, procuro sonreír siempre, ya bastantes problemas me representa sobrellevar la relación con un padre controlador, por lo que no me permito situaciones que amarguen mi día; otra de mis habilidades es que soy buena en la cocina, aunque no tenga tiempo para ello, domino el inglés, además del griego y el español. Soy un alma libre. Contrario a mi hermana Adere, siempre busco la manera de hacer algo, no puedo permanecer tranquila, sino siento que la vida se me va en la nada. Por esa razón, además de hacer el trabajo propio de elaborar planos para los proyectos que me han asignado, voy todos los días a una de las obras a supervisar el trabajo. Así es mi día a día, entre carreras por el trabajo y la Universidad. Vivo en un apartamento que mis padres finalmente me compraron en una zona exclusiva de Atenas, después de terminar de comprender que no podrían ir en contra de mis deseos de estudiar en esta ciudad. Se abrumaron, sufrieron por un tiempo y después tuvieron conformidad más no desistieron de la idea de que regresara a Mykonos. Mi madre falleció con ese deseo, y mi padre continúa repitiéndomelo cada vez que tiene oportunidad. Espero que en este viaje no me atormente con la idea. Sé que es inevitable ante la soledad en la que vive.
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