A causa de lo que acababan de escuchar sus oídos, Kayla lanzó una carcajada y golpeó las palmas de sus manos. No puede creer que tiene frente a ella a un hombre al que acaba de conocer hace apenas unas horas, proponiéndole matrimonio. Le parece la broma más grande que le han soltado en su vida, por eso su reacción ha sido tan exagerada, y aún no ha podido dejar de reír.
—¿Es una broma cierto?— pregunta ella incrédula mirando hacia abajo.
Después de lograr calmarse, porque le había dado un ataque de risa imparable, sus ojos vuelven a chocarse con los del guapo hombre que está arrodillado frente a ella. Pero él no se está riendo, continúa en la misma posición, mirándola fijamente, y no luce como una persona que solamente quiere gastar una broma.
—Es lo más real que he dicho en mi vida— responde sin titubear —Quiero que te cases conmigo— agrega muy convencido de sus palabras.
Durante otros segundos, ella lo sigue mirando fijamente, sin tener idea de qué debería responder. Así que ahora solo piensa en qué tiene para perder, esta solo es una noche en la que quiere divertirse. Por lo tanto, comienza a asentir con su cabeza y sonríe como una niña.
—Sí, quiero casarme contigo— responde aumentando su sonrisa y fingiendo cierta emoción.
Extiende sus manos y simbólicamente Caleb hace como si pusiera un anillo en el dedo anular de la mano izquierda de Kayla. Luego se pone de pie, para observarla más de cerca. Ahora es él quien mira hacia abajo, ya que es un hombre muy alto y le gana en altura por unos cuantos centímetros. Poco a poco, comienza a acercarse más, pone una mano en la mejilla derecha de Kayla, quien nuevamente se estremece ante el tacto de ese hombre. Como por un reflejo cierra los ojos y siente el delicioso olor de su perfume tan varonil, un aroma que inunda todas sus fosas nasales haciéndola sentir un gran placer, no hay nada como un hombre que huele bien. Él continúa acortando la distancia, la acaricia suavemente, deja que sus respiraciones se mezclen, acerca sus labios a los de ella, pero tan solo llega a rozarlos, porque quiere hacerla desear. Ante ese leve toque ella separa un poco sus labios, y él sonríe al ver tal reacción, de todos modos sin querer resistirlo más, con un solo movimiento la atrapa. Sumidos en un beso apasionado, los dos han olvidado el resto del mundo, él acaricia la espalda y la mejilla de ella, mientras que Kayla disfruta de tocar el cabello del hombre que tiene tan cerca. No saben si es el alcohol, o qué es lo que está provocando esta sensación, pero para ambos, está siendo el mejor beso que han tenido en sus vidas. Como si hubiesen nacido para aprovecharlo, como si esta no fuese la primera vez que se ven y en un punto anterior de sus vidas ya se hubieran encontrado.
Finalmente, se separan, ella sonríe y él mantiene el semblante serio, porque ni siquiera el alcohol hará que ese hombre demuestre lo mucho que lo ha disfrutado.
—Deberíamos ir a celebrar nuestro compromiso— propone Caleb.
—Deberíamos hacerlo— acepta ella.
Consiguen un taxi y al cabo de unos minutos bajan en un hotel. Tras algunas palabras con la recepcionista, él consigue una habitación para ambos y al estar en la misma enseguida les llevan una copa de champaña. Él destapa la botella dejando que la tapa vuele por los aires, toma dos copas, sirve ambas y le entrega una a ella.
—Por la unión con una completa desconocida— sugiere Caleb alzando la copa.
—Por la unión con un completo desconocido— concuerda ella, haciendo énfasis en las últimas palabras, mirándolo con complicidad y chocando las copas para brindar.
Ambos toman el líquido de las copas y no tardan nada en volver a rellenarlas. Parece ser que todo lo bebido en el bar, no fue suficiente, que aún quieren seguir disfrutando de la noche.
Se sientan en la cama y mientras beben comienzan a conversar amenamente, pues con todo ese alcohol en sus sistemas, es más fácil hablar. Aunque no conversan sobre nada importante, porque parece que ninguno de los dos quiere tocar un tema de su vida personal. Aunque, al menos por este momento, no hace falta, no es necesario entrar en conversaciones incómodas que les hagan mal. No es la noche para recordar, sino, la noche para olvidar.
De pronto ella se pone de pie, comienza a caminar tambaleándose, ya que es la única forma en que puede hacerlo porque el alcohol se ha apoderado de su organismo. Se acerca al aparato de música y enciende la misma, primero pone una canción divertida, baila con la misma mientras Caleb la observa y ríe por semejante espectáculo. Pero al cambiar, suena un tema lento, así que ella camina hasta él y extiende su mano.
—Baila conmigo— propone, como una niña que necesita que le cumplan un deseo.
—Yo no sé bailar— responde seriamente.
—Nadie dijo que tenías que saberlo, además todo mundo sabe bailar.
Sin estar dispuesta a aceptar un no por respuesta, se acerca más a él, toma ambas manos de Caleb haciendo que se ponga de pie. Posa una mano en el hombro de él, hace que este coloque la suya en su cintura, mientras que las otras quedaron unidas. De ese modo, ambos comienzan a moverse al compás de la música, lentamente, nuevamente sus respiraciones se vuelven a cruzar y el olor del perfume del desconocido la vuelve a inundar. Ambos lo están disfrutando más de lo que esperaban. Él hace que ella también rodee su cuello con sus dos brazos, y al tenerla abrazandolo, baja su mano hasta la cintura de esa chica. De este modo acortaron más la distancia. Sus cuerpos comenzaron a rozarse más que antes y sus labios volvieron a encontrarse, aumentando el deseo, las ganas, y nada más importó, porque al ser una noche para olvidar, este era un momento para disfrutar.
A la mañana siguiente, así como abre sus ojos, Kayla siente un dolor punzante en su cabeza, así que los vuelve a cerrar sin entender los motivos que la hicieron sentirse así. Pero pasados unos segundos, fragmentos de la noche comienzan a invadir su mente. El haber ido al bar, el hombre extraño que se le acercó, la larga conversación que tuvieron, pero no solo eso, sino que también la propuesta que él le hizo, la cual ella aceptó. Así que de un sobresalto se sienta en la cama y lleva sus manos a la boca, porque no puede creer todas las estupideces que hizo, no pude entender qué rayos fue lo que la llevó a comportarse de esa manera.
Mira hacia el otro lado de la cama y para su suerte se la encuentra vacía, ese hombre, ya no está en la habitación. Continúa mirando su alrededor y no observa notas ni rastros de él, seguramente también se dio cuenta de la tontería que hizo la noche anterior y por eso se ha marchado a otro lugar. Pero sin ganas de arriesgarse a verlo volver, busca su ropa esparcida por la habitación, rápidamente se la pone, se calza, ata su cabello en una cola de caballo y camina hasta la puerta para largarse de este sitio y olvidar la noche que la antecede.
Sin embargo, no logra su cometido, cuando está cerca de la puerta, la misma se abre e ingresa en la habitación el hombre con el que estuvo la noche anterior. Se queda estupefacta observándolo, sin saber qué hacer, pues claramente su plan de escapar y hacer como si nada hubiese sucedido, no va a funcionar. Sus ojos se chocan con los grises de él, los ojos más raros que ha visto en su vida, los que claramente, son muy lindos, aunque este, no es momento de pensar en ello. Ahora solo tiene que buscar una manera para irse de aquí.
—¿Planeabas escapar?— pregunta él.
Ella nerviosa, se pasa una mano por su cabello perfectamente acomodado, y sin darse cuenta se muerde el costado de sus labios, algo que suele hacer cuando está reflexionando o cuando no sabe cómo actuar.
—Tengo muchas cosas que hacer, mucho trabajo, por eso debería irme ahora.
—¿Trabajo en un sábado?— la interroga haciendo que se ponga aún más nerviosa que antes.
—Pues, mi jefe es un verdadero tirano— responde sin titubear, porque al menos no está diciendo mentiras.
—Por lo menos deberías desayunar algo.
Luego de decir eso, abre la puerta de la habitación y deja entrar un carrito con el desayuno para ambos. Ella se sorprende ante ese gesto y decide aceptar, que vayan a desayunar juntos, no quiere decir que pronto se vayan a casar ni nada por el estilo, además es probable que él haya olvidado lo sucedido.
Ambos se sientan y comienzan a comer juntos. Ella disfruta del desayuno, parece estar más relajada, más tranquila. Caleb la mira y confirma lo que ha estado pesando desde el momento en que despertó. Es la mujer ideal para lo que necesita, parece una chica tranquila, inteligente, una buena persona, divertida, con quien podría llevarse bien. Pero sobre todo es muy atractiva, ha conocido pocas mujeres tan bellas como ella, aunque para lo que quiere, eso no es necesariamente lo más importante.
—Lo que dije anoche— menciona él de pronto. Ella se asusta al escuchar esas palabras, pero en su rostro deja ver como si no tuviera idea de lo que él está hablando, así que Caleb decide continuar. —Quiero que te cases conmigo, que seas mi esposa— repite las mismas palabras que usó fuera del bar.
Volviendo a escuchar esa propuesta, ella escupe el jugo que estaba tomando, y se atora con la comida, así que se pone de pie y le da la espalda mientras continúa tosiendo. Él se asusta pensando en que algo podría llegar a pasarle y va detrás de ella alcanzándole un vaso de agua, el cual ella acepta. Pasan unos segundo hasta que Kayla se recompone y vuelve a mirarlo.
—No podría casarme contigo— responde dejando el vaso encima de la mesa.
—Pero anoche aceptaste mi propuesta.
—Anoche estaba totalmente alcoholizada, eres un completo extraño, ¿Cómo podría casarme contigo?
—Nos conoceremos después, ahora solo tienes que decir que sí.
—No, no voy a hacerlo, estás loco, no pretendo casarme con un desconocido, no lo haré— niega rotundamente.
De pronto ya no parece ser una chica tan tranquila, sino que más bien, una muy decidida, alguien que no planea cambiar de opinión, pero él, necesita que ella acepte. Así que trata de dejar su temperamento de lado para intentar convencerla.
—Está bien, te dejaré sola para que lo pienses. Termina de desayunar y luego hablamos.
Dice esas palabras y enseguida se da la vuelta para marcharse del lugar, sin darle tiempo a que pueda protestar.
Una vez sola Kayla se sienta en el sofá, bufa y lleva sus manos a su cabeza, no puede creer lo que ha pasado. Un hombre al que antes nunca había visto, le está proponiendo matrimonio, mientras que quien era su novio, con quien tenía planes para un futuro, la ha tratado de la peor manera y ni siquiera la ha tomado en cuenta.
Cuanto más se esfuerza en asimilarlo, más descabellado le parec lo que está sucediendo. Lo único que sabe es que es una locura, una estupidez, así que se pone de pie y está decidida a marcharse de aquí cuando su celular comienza a sonar. Mira la pantalla y ve el nombre de su madre en la misma, así que no duda en responder.
—Mamá, te he echado de menos— dice al poner el celular en su oído. Si su madre supiera la locura que está viviendo ahora mismo.
—Y yo a ti hija ¿Será que podemos hablar?
—Mamá, ahora mismo no es el momento más adecuado— dice ella rebuscando en su bolso y dándose cuenta de que no encuentra las llaves de su coche.
—Por favor, hija, es muy importante— insiste su madre, entonces por su voz se da cuenta de que algo no anda bien, así que decide escucharla, luego podrá marcharse.
—Está bien mamá, te escuchó— dice ingresando nuevamente a la parte de la habitación donde está la cama, pone el altavoz y deposita el celular encima de la misma. Ya que está sola, de ese modo podrá escuchar a su madre y al mismo tiempo buscar las llaves.
—Recuerdas el accidente que tuve cuando apenas eras una niña.
—Como olvidarlo, si fueron de los días más tristes de mi vida— responde. El dolor que pasó en ese momento, aún lo guarda, porque fue de las peores sensaciones que experimentó alguna vez.
—Siempre supimos que ese accidente podría dejarme secuelas— dice su madre y en ese momento ella piensa eureka porque ha encontrado las llaves de su auto, pero al escuchar lo siguiente enseguida la sonrisa se le borra. —Y esas secuelas han llegado hija, estoy muy enferma y necesitaré un tratamiento para lograr sobrevivir.
—Lo haremos mamá, haremos ese tratamiento y todo saldrá bien.
—No lo entiendes Kayla, es muy costoso, necesitaríamos un dinero que ni tú ni yo tenemos, los costos son demasiado elevados. No creo que me quede mucho tiempo, si no logro empezarlo ahora, por eso es que quería hablar contigo.
Al escuchar eso siente que el mundo entero se le viene encima, durante toda su vida, ha visto a su madre haciéndose múltiples estudios, cuidando su salud, porque cualquier mínima cosa podría ser el detonador de un caos. Pero nunca imaginó que ese caos llegaría tan pronto, y sin poder resistirlo, una lágrima comenzó a caer por su mejilla.
—Encontraremos una manera mamá.
—No supongo que haya una manera hija, siempre supimos que esto sucedería.
—Lo solucionaremos mamá, debes confiar en mí, lo prometo.
Su madre cuelga la llamada dejándola con algunas cosas por decir, así que Kayla se da cuenta de que no puede quedarse con los brazos cruzados, está dispuesta a pedir un préstamo a quien sea, no planea dejar que su madre se vaya sin recibir ayuda. Esta vez sí, decidida a irse de este lugar, camina para marcharse, pero al atravesar la primera puerta se encuentra con Caleb parado del otro lado de la habitación, observándola con compasión, casi como si sintiera lástima por ella.
—¿Cuánto has escuchado?— pregunta al no saber cuánto tiempo él llevaba ahí.
—Lo suficiente como para saber que necesitas de mi ayuda— responde sin titubear.
—¿Cómo podrías ayudarme tú? No tienes pinta de ser un doctor.
—No, tal vez no lo soy, pero mira a tu alrededor, tengo más dinero del que te puedas imaginar, puedo conseguir los mejores especialistas para ayudar a tu madre.
—No pareces ser la clase de persona que quiera ayudarme sin esperar nada a cambio.
—Cásate conmigo y moveré cielo y tierra para salvarla, lo prometo.
Ante esas palabras, sin saber qué decir, ella solo se queda observándolo, atónita porque los últimos acontecimientos la están superando.