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La Promesa del CEO

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Blurb

Kayla Beckett, una chica independiente e inteligente, ha vivido toda su vida de manera normal, luchando por conseguir todo aquello que desea.

Caleb Dankworth, un hombre dominante, frío y estúpidamente millonario, que durante toda su vida ha hecho lo que ha querido.

Ella será engañada por la persona en quien más confiaba y él verá en esa chica vulnerable la oportunidad de conseguir lo que necesitaba.

Kayla llegó a ese bar sin saber que al salir, su vida no volvería a ser la misma nunca más.

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Capitulo 1
En su trabajo, todos los días son agotadores, todo el tiempo Kayla tiene una lista enorme de tareas para hacer. Siempre ha sido una mujer muy ocupada y a pesar de que a veces se siente explotada, no se queja, pues le gusta mucho lo que hace, ama el sentirse útil y es por eso que a pesar de todo no presenta quejas. Pero hoy, era un día diferente, no tenía ganas de seguir trabajando, ni de quedarse hasta altas horas de la noche en la oficina. Así que terminó todos sus pendientes temprano, porque tampoco le gusta dejar las cosas a medias. Se despidió de sus compañeros, quienes se sorprendieron de verla marchándose a esa hora. Y al llegar al estacionamiento se subió en su coche destartalado para emprender camino a su casa. ¿Por qué esta decisión repentina? Pues hace unos días se cumplió un año desde que ella y su novio están juntos, una de las relaciones más duraderas y estables que ha tenido en su vida. Pero el día de su aniversario no pudieron celebrarlo juntos, pues ella tenía un proyecto muy importante en su empresa, el cual no podía dejar a un lado. Al saberlo, al principio él se molestó, pero luego acabó por comprenderla, ya que en lo referente a su empleo siempre la ha apoyado. En consecuencia de ello, hoy, Kayla ha tenido la idea de darle una sorpresa. Llegar a casa temprano, para que puedan pasar el resto del día juntos, una cena romántica, un paseo por la noche, tomados de la mano bajo la luz de las estrellas, cualquier cosa con tal de que solamente sea para ambos. Llega a su casa, se baja del carro, tranca la puerta del mismo, cosa que solo hace por costumbre, ya que no cree que alguien quiera robar ese carcacho. Comienza a caminar, ingresa en el edificio y sube al ascensor mientras rebusca en su cartera las llaves del apartamento que comparte con Jackson. Un lugar pequeño en el que vivió sola durante un tiempo, hasta que él decidió mudarse a su lado. Quizás una decisión un poco apresurada para el poco tiempo de relación, pero de todos modos le venía bien la ayuda económica para mantener la casa. Ingresa en su hogar y ve dos copas de vino en la mesa de la sala, cosa que le sorprende demasiado, él no tendría cómo saber que ella vendría temprano. Se adentra un poco más y ve un bolso encima del sofá, uno que claramente no le pertenece, porque conoce bien las cosas que tiene. Continúa caminando por el pasillo que va hacia la habitación y se encuentra con un par de tacones rojos ¿Quién rayos usa ese tipo de zapatos a esta hora? Pero no es momento de pensar en eso, así que continúa, se acerca hasta la puerta de su habitación y siente ruidos, risas. A medida que avanza, más desagradable parece ser lo que va a encontrar. Cierra sus ojos, se arma de valor, y decide abrir la puerta. Al ver lo que hay del otro lado, queda en shock, pues aún mantenía la esperanza de que no fuera lo que estaba suponiendo, pero lo que ha encontrado es justo lo que imaginaba. Quien se supone que es su novio, está sin camisa, con los pantalones a medio bajar, besando a una mujer hermosa, que trae su cuerpo de modelo tan solo en ropa interior, alta, morena, la mejor manera de describirla es decir que es perfecta. Sin poder creerlo, Kayla se queda estupefacta observando la situación y en el momento en que ellos se dan cuenta de su presencia, Jackson aleja a la morena de su lado y se queda sorprendido observando a Kayla, pues es claro que no la esperaba. —Kayla, ¿Qué haces aquí ahora?— pregunta él descaradamente y ella niega con la cabeza. —¿En mi casa te refieres?— pregunta incrédula. La morena, que no parece tener ganas de ver una pelea de novios, comienza a recoger la ropa que tiene esparcida por toda la habitación. Sin decir nada, ni mirar a Kayla pasa por su lado y se marcha del lugar, dejándolos a los dos solos, quienes han dejado de presentarle atención y solamente se están mirando el uno al otro. —Esto no es lo que parece— dice él subiéndose los pantalones y poniéndose la camisa que también se encontraba en el suelo. Al escuchar esas tontas palabras, ella lanza una risa irónica porque no puede creer hasta donde llega su hipocresía. —Es justo lo que parece, porque lo acabo de ver. ¿Desde cuándo Jackson? ¿Desde cuándo me engañas?— pregunta dolida y él baja la mirada, así que en ese momento ella lo entiende todo. —Han sido tantas veces que ni siquiera puedes decirme en qué momento comenzó— responde por él, se pasa la mano por la cabeza y comienza a caminar en la habitación porque no puede terminar de asimilar lo que está sucediendo. —Tú jamás estabas Kayla. Cumplimos un año de relación y ni siquiera te dignaste a aparecer. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Que te esperara como un idiota? —responde alzando el tono a medida que va hablando. —No, tuve que salir a buscar lo que contigo no tenía. Entonces, escuchando lo descarado que él es, ella detiene sus movimientos, se para en seco y lo observa. Mientras lo ve, una rabia inmensa comienza a crecer por todo su ser, porque nada de lo que ha pasado le da el derecho de hacer lo que hizo. Así que a toda prisa camina en su dirección, sin detenerse, sin meditarlo por un solo segundo, le propicia cachetada tan fuerte que resuena en toda la habitación, provocando que él gire el rostro y se lleve la mano a la mejilla. —¡No te atrevas a decir que fue mi culpa!— exclama enfadada. —Porque yo no te forcé a revolcarte con esa mujer. —Pero tampoco te acostabas conmigo, así que con alguien tenía que hacerlo. Hecha una furia, sin poder creer hasta donde va su cinismo, comienza a empujarlo fuera de la habitación, sin parar hasta llegar a la sala, donde él se mueve rápido, se aleja y se da la vuelta para mirarla. —¡Lárgate de mi casa!— grita enfadada. —No quiero que te vuelvas a aparecer por aquí. Sin decir nada, Jackson se da la vuelta, camina hasta la puerta y abre la misma, pero antes vuelve a observarla para decir unas últimas palabras. —Tú no eres tan inocente, si no tuvieras una obsesión con tu estúpido empleo, nada de esto habría sucedido— así vuelve a girarse y se marcha de la casa. —¡Imbécil!— grita, sabiendo que él lo escuchará y estampa un almohadón contra la puerta. Sin poder resistirlo más, las lágrimas, comienzan a correr por su rostro. Siente un dolor inmenso, el dolor de haber sido traicionada de una forma en que ni siquiera se esperaba, porque jamás imaginó que él pudiera hacerle algo así. Vuelve a la habitación, abre el armario y comienza a sacar todas las prendas de Jackson, pues ya no quiere ver ninguna de esas porquerías en su espacio, ya no quiere nada que sea de él. Va a la cocina, busca unas bolsas de basura, vuelve a la habitación y pone todo en las mismas, ahora repudia cualquier cosa que venga de ese imbécil. Enseguida se levanta, toma las bolsas en sus manos, y las deja fuera, en la recepción, por si él decide venir por ellas. Nuevamente, vuelve a su cuarto y se tira en el suelo, sin poder contener el llanto, pues le ha entregado un año de su vida, a una persona que no ha sabido valorarla, a alguien que durante mucho tiempo solo ha estado jugando con ella. La ha utilizado mientras ella salía a trabajar para mantenerlos, en busca de un buen futuro, la vida que siempre ha soñado, pero a él nada de eso le ha importado y se lo ha pagado trayendo a su propia casa a otra mujer. De pronto siente que su celular suena, entonces ve que la pantalla se enciende, lo toma en sus manos y en el mismo ve el nombre de su supervisor. Sin muchas ganas desbloquea el teléfono y ve un texto en el cual le indica que deberá hacer una presentación del proyecto en el que han estado trabajando. Estaba segura de que sería más adelante, es muy poco tiempo el que le queda, pero ya conoce cómo son las cosas con ese señor, siempre hace lo que se le viene en gana. Es consciente de que si quiere terminarlo a tiempo, deberá ponerse a trabajar desde ya, porque es mucho trabajo para tan poco tiempo. Así que se pone de pie, y va al baño donde se da una ducha, para refrescarse, para ver si puede quitarse el dolor de encima, pues ya no quiere pensar en nada de lo que ha pasado. Sin embargo, la ducha no funciona, pues no dejan de pasar por su mente imágenes de los momentos que ha vivido con quien ahora es su ex, y tampoco deja de revivir la escena que hace unas horas percibió. Así que al salir del baño, se da cuenta de que lo que menos quiere en este momento es ponerse a trabajar porque no tiene cabeza para ello, lo único que quiere ahora mismo, es olvidar, olvidar el año que ha desperdiciado, olvidar el dolor que ese idiota le ha causado. Entonces, decidida a hacer algo que nunca hace, va a su armario, se pone un pantalón ajustado que realza sus curvas, una blusa ceñida al cuerpo que deja ver una línea de su abdomen, en los pies unas botas negras. Acomoda sus largos, ondulados y rubios cabellos, delinea sus ojos verdes, se maquilla un poco, pero no demasiado porque nunca ha sido buena para ello. Se mira en el espejo, se da el visto bueno porque luce muy bien y decide salir de la casa, no tiene nada más que hacer, hoy solo quiere olvidar. Luego de conducir por algunos minutos llega a un bar, se baja de su coche e ingresa en el mismo. No duda un solo segundo en caminar hasta la barra y pedir el primer trago, está tan triste, tan casada, que en este momento el alcohol le parece su mejor aliado para olvidar todos los problemas que tiene. Un trago tras otro le sirve el bar tender, no suele beber de esta manera, no es propio de una chica como ella, pero esta noche, nada de eso le importa. Hoy no quiere tener estereotipos que cumplir, no quiere complacer a nadie, solamente quiere ser una chica ordinaria que está en un bar. De pronto siente cómo un extraño se sienta en el asiento que hay a su lado. El mismo le hace una seña al bar tender quien le pone dos vasos enfrente, él toma uno y el otro se lo pasa a ella, entonces Kayla mira al extraño, quien la observa atentamente y le propicia una sonrisa. Por un instante ella se queda perdida en los ojos de ese hombre que acaba de conocer. No sabe si es por el alcohol o si es real lo que está viendo, pero es el hombre más guapo que ha visto alguna vez. Nunca había visto unos ojos de ese color, marrones o grises, puede jurar que cambian de color. Su barba que cubre todas sus mejillas, aun así, se nota que está bien cuidada, pues claramente, si midiera los bellos serían todos del mismo tamaño. Su sonrisa es perfecta, hermosa, sus manos enormes. Un hombre como ese no lo había visto en otro lugar, y se sorprende de que justamente ahora le esté sonriendo a ella. —Gracias— dice ella poniendo el vaso en sus manos y dándole un trago a la bebida que él le ha ofrecido. —Caleb Dankworth— dice él extendiendo su mano. —Kayla Beckett— responde ella. Lo duda por un segundo, pero al final decide aceptar el gesto y estrecha la mano del extraño que tiene enfrente. Al sentir su tacto, siente que una electricidad recorre por su brazo, por todo su cuerpo, mientras sigue perdida en los ojos del desconocido que ahora tiene un nombre. También él siente lo mismo, algo extraño, desde hace un largo rato la lleva observando, nunca había visto una mujer como esa, por eso no ha dudado en acercarse. Y ahora, que está tomado de su mano, no cree haber sentido antes una piel tan suave, una mirada tan honesta, y una sonrisa tan angelical. La mujer más bella que ha visto en su vida y la ha encontrado en un bar. —¿Por qué alguien como tú, está aquí, bebiendo de esa manera?— pregunta intrigado porque le parece muy extraña la actitud que ella está teniendo. La ve y sabe que está bebiendo para olvidar. —Quizás no lo sepas, pero la vida es dura Caleb, muy dura— responde ella y de un solo trago se toma toda la bebida que quedaba en su vaso. Ante esa respuesta, él se ríe, le pide al bar tender que rellene el vaso de la chica y se acerca más a ella para que puedan seguir conversando. De este modo, el reloj comienza a moverse, entre tragos y risas los problemas que aquejaban a Kayla han desaparecido. El hombre que se ha acercado, ha logrado distraerla completamente, atraparla. Nunca antes lo había visto, pero de algún modo es como si lo hubiese conocido de toda una vida. Se siente cómoda a su lado y disfruta mucho de la conversación que están teniendo. También para Caleb, esto es agradable, se siente relajado, divertido, el estar un poco ebrio lo está haciendo comportarse de una forma en que no suele hacerlo. O quizás no sea culpa del alcohol, tal vez la mujer que tiene enfrente, posee cierta magia que lo hace ser un tanto diferente. Ninguno de los dos tiene respuestas para lo que está sucediendo entre ambos, pero lo que sí es evidente es que hay una química innegable entre ellos, que tampoco se puede ocultar de quienes los observan a la distancia. Se hace tarde, y ambos deciden salir del bar, llegan a la calle y ven como la noche está hermosa, aunque un poco fresca. Enseguida, Kayla se estremece por el aire frío que toca su piel y como están tan conectados, Caleb lo percibe, así que se saca su chaqueta y ayuda a que ella se la coloque. Ante un gesto tan lindo, ella agradece y le sonríe sinceramente. Entonces, al ver esa sonrisa, él se da cuenta de que es la oportunidad perfecta, de que ella lo está atrayendo demasiado, de que es la persona ideal para lo que necesita. Por ello, no lo piensa más, se pone de rodillas frente a ella y dice lo siguiente. —Cásate conmigo Kayla Beckett, sé mi esposa— propone él y ella lo mira extremadamente sorprendida.

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