Capítulo 18: Pura tentación

1190 Words
Tadeo Cuando llegué a lo profundo del bosque, me encontré con la caliente supervisora en plena orgía, con un grupo de hombres lobo y algunos mestizos de vampiros. Me quedé rondando a su alrededor esperando ver algo nuevo, lo cual por cierto no sucedió, y tras aburrirme me quedé dormido, perdiendo la noción del tiempo. Al despertar ya era la hora de que Cindy se fuera a cumplir con su jornada en la biblioteca. —Uy belleza, ya es hora de que te vayas a trabajar… —le dijo uno de los mestizos mientras miraba la hora en su reloj de oro. —Tranquilo mi amor, conseguí que la nueva me cubriera —le respondió Cindy, a la vez que sacudía la tierra que quedó en su cuerpo desnudo. —¡Entonces vamos por otra ronda! —continuó otro de los presentes, saltando sobre la supervisora, haciendo que caigan todos en el suelo. Me pareció una divertida escena que merecía ser contemplada, pero luego caí en cuenta de que cuando dijo “la nueva” se refería a mi exquisita pastilla del placer, y sin pensarlo dos veces, me apuré en ir al campus para poder verla. Tras llegar a la biblioteca, desde donde estaba parado, pude apreciar su presencia por el trasparente vidrio de la entrada principal. Pese a la distancia, y que aún no había atravesado las puertas, su simple imagen me generó una gozosa sensación por todo el cuerpo… ¡Y ni hablar de los gestos que hacía! Al cruzar el umbral, el olor de sus mojadas partes íntimas y el de su orgasmo sostenido, me golpearon como una ola marina, y la manera en que manoseaba todo su cuerpo me tentaba por mucho; creo que hasta un simple humano hubiera sentido lo prendido de sus feromonas. Estoy seguro de que estaba reviviendo lo que sucedió con Eloy; no hacía falta tener mis dones para deducirlo, cualquiera que hubiera sido testigo de lo que hicieron pensaría igual. La sensual muchacha estaba tan concentrada en su fantasía, que no se percató de mi presencia. —¡Delicioso! —le dije para despertarla, ya no podía aguantar las ganas que me provocaba. Por supuesto que sabía que existían mejores maneras de anunciarse, pero también sabía bien que ya tenía un mal concepto de mi persona; como a mí no me afecta en nada parecer un pícaro, prefiero continuar así y ahorrarme explicaciones innecesarias. Luego de todo el parloteo infructífero, comencé a provocarla lentamente, lo cual tampoco era muy difícil porque le gusta jugar a la mala conmigo; además estaba previamente prendida. Después de que delatara sus pensamientos, intentó disimularlo en vano, pero debo admitir que se veía muy tierna mientras lo intentaba. Tratando de que se relajara frente a mí, comencé a masajear sus hombros para reducir su estrés, y paso a paso fui probando sus límites y los míos. No puedo asegurar si fue porque accedí a darle la información que tanto deseaba, o si fue por mi toqueteo, pero estaba muy excitada. Tampoco le dí mucha importancia, mientras los dos salgamos ganando, no importaban los motivos de ninguno. —¿Qué quieres a cambio? —me dijo. En cuanto oí esas palabras de su boca, supe que no habría reticencia alguna en nada de lo que quería probar con ella. Como lo dije anteriormente, esta mujer es algo peligrosa y especial, por eso decidí ir probando de a poco los efectos de ella en mí. Podía ver en su rostro que tenía ideas erróneas sobre lo que deseaba, así que para dejarla más tranquila le aclaré que no me pasaría de ciertos límites; lo cual ayudó a que su cuerpo se terminara de relajar, y se dejara llevar por todo lo que hiciere. Tenía muchas ganas de arrancarle toda la ropa y hacerla mía de una sola vez, pero eso no era algo bueno para ninguno de los dos. Cuando por fin logré desnudarla casi por completo, no podía creer la belleza de mujer que tenía frente a mis ojos, y casi lloré por lo hermosa que se veía. Pese a que cuando la vi por primera vez no parecía tener esta clase de físico, una vez que la tuve expuesta, descubrí que cada milímetro de su cuerpo era perfecto y natural; cada parte de ella era tal cual me imaginé que sería la mujer de mis sueños. Es dueña de un majestuoso cuerpo, tipo reloj de arena con unas pronunciadas y prolijas curvas, con sus pechos que no caben en mis enormes manos. ¡¿Y su trasero?! ¡Por Favor que nalgona! Sus pompis eran redondas y bien sostenidas; y por sobre todo, tan suave al tacto como la sedosa piel de su rostro. Sin dudas una mujer muy sensual y tentadora por donde la mire… Luego de apreciar su excitante cuerpo, abrí sus piernas y continué con mi experimento. Con tan solo reposar mi lengua sobre sus delicados y tersos genitales, mi m*****o se volvió loco a punto de estallar, y cuando finalmente agregué mis dedos, no pude evitar acabar por lo apretado que estaba. Pero ella tampoco se quedó atrás, con solo unos cuantos movimientos en su interior y su superficie, logré que se viniera gloriosamente; sin dudas soy bueno dando esta clase de placer. Cuando digo que los lobos somos buenos para el sexo, es porque los licántropos necesitamos ser buenos para ello; si deseamos continuar con la línea ancestral de nuestra especie, tenemos que saber bien cómo dar placer. A una pareja de sangre pura, les cuesta mucho concebir juntos, y solo cuando la hembra llega a lo máximo de su orgasmo, existe una mínima posibilidad de que esta quede embarazada. Volviendo al relato de mi experimento… Pese a que nunca se me había antojado antes, no pude evitar probar de sus jugos y disfrutar de lo fuertes que se veían sus espasmos; hasta que la última gota cayera, me quedé observando en detalle todo el conjunto. Pero lo que debo destacar es lo genial de su gemido, fue melodioso y completamente atrapante, tanto que hizo que me venga junto con ella una vez más. Luego de haber compartido semejante placer, volvió a ser la misma chica ruda de siempre. Mientras aún se retorcía disimuladamente, comenzó a apurarme para que le dijera todo lo que quería saber, fingiendo que no lo gozó de la forma en que lo hizo. Su manera de hablar me dejó atónito, no podía terminar de deducir a quién ofendía más, si a ella por darme acceso a su cuerpo a cambio de algo de información, o a mí que terminé dando todo, sin nada particular a cambio más que darle placer. Evité pensar de más, y aún negando con la cabeza, la ayudé a terminar de vestirse. Por supuesto no soy todo caballerosidad, dado que me molestó su actitud, tomé sus bragas sin decir nada. No lo hice en plan pervertido o por algún fetiche, fue más para usarla en otra clase de experimentos; planeo probar más adelante si es solo su presencia lo que tiene ese efecto en mí, o es algo de su esencia.
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