—¿Son periodistas? —preguntó la jefa del turno nocturno del Country Tennessee Hospital, bastante cerca del origen de la antigua noticia. Después de convencer a Ellie para que condujera hasta Monroe, estacionamos en el inmenso parqueadero detrás del hospital y fuimos en busca de respuestas. Al entrar y preguntar, una de las enfermeras nos señaló las personas con que podíamos hablar. Por mala suerte del destino, —otra vez—, la jefa de turno nocturno era una mujer amargada con rostro de perro. Siendo prepotente y altiva, preguntó quiénes éramos, de dónde proveníamos y qué nos condujo a indagar sobre un accidente tan antiguo como ese. La mujer sería hermosa si no frunciera el ceño tan apretado y relajara un poco su rostro. El cabello era de un color perfecto de principio a fin, sin canas ni
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