Tal como cada lunes, esa mañana debía acompañar a mi padre a la consulta cardiológica. El consultorio del doctor se encontraba en el centro del pueblo, junto a varias de las tiendas de abarrotes más populares del lugar. El doctor que llevaba su caso era el único que atendió la familia durante años. Era atento con nosotros siempre que íbamos a examinarnos o a tratarnos alguna enfermedad. Fue el doctor de mi madre, de mi niñez y el de mi padre. Le teníamos mucho cariño, igual que él a nosotros. Cuando papá tuvo el primer infarto, él iba al rancho y lo atendía en persona. No le importaba viajar algunos kilómetros si alguno de nosotros estaba en cama y necesitaba medicina. Muchas noches llegó bajo lluvias torrenciales a bajar mi fiebre, atender algún corte de mi madre o una torcedura de tobil